Por Alejandra Ojeda Garnero – Fotos: Florencia Vizzi

El caso conmovió a la ciudad. En las primeras horas del 19 de noviembre pasado la noticia irrumpió como un hecho más de violencia de género. Pero con el correr de las horas la información empezó a correr como reguero de pólvora y comenzó a erizar la piel de quienes escuchaban los detalles. Una mujer brutalmente golpeada por su pareja peleaba por su vida luego de ser quemada, rapada y torturada durante toda la noche en un departamento que su pareja tenía arriba del taller mecánico de su propiedad. Hoy la protagonista de esa historia puede contar en primera persona el calvario que sufrió aquellas fatídicas horas de esa madrugada hasta que su pareja, pensando que ella estaba muerta, se quitó la vida.

Lorena Serrano tiene 36 años, seis hijos y una vida por delante. Está dispuesta a luchar recuperarse y volver a tener una vida normal. En diálogo con Conclusión contó los detalles de los tortuosos ocho años que vivió junto a Alberto.

Luego de una semana de internación en el hospital de Emergencias Clemente Álvarez, Lorena está en su casa, contenida por sus seis hijos, de los cuales los dos más pequeños son producto de su relación con Alberto Marconi, el hombre que tras golpearla y torturarla se pegó un tiro en la cabeza.

Su relación con Alberto comenzó hace ocho años y siempre fue igual. Se conocieron en el 2007 cuando Lorena trabajaba en una casa de electrodomésticos ubicada frente al taller donde ocurrió la tragedia.

Mantuvieron un noviazgo corto, de apenas tres meses y decidieron vivir juntos, en la casa donde hoy vive con sus hijos. Pero el hombre no tardó en mostrarse tal cual era “a los quince días que nos mudamos intentó ahorcarme, pero yo no le di importancia, porque no estaba acostumbrada a eso. Me pareció que fue un acto de arrebato”, contó Lorena.

La mirada de Lorena, además de los moretones y derrames que tiene como consecuencia de los golpes, está llena de dolor, pero a la vez su relato trasmite una sensación de paz inconmensurable. A pesar de los dolores de la tortura, su fortaleza está intacta, su voz parece cansada, apenas susurra y por mementos la voz se quiebra y el llanto la invade pero continúa contando su historia, porque asegura que quiere colaborar, que su historia sirva “para que a otras mujeres no les pase lo mismo”.

Los maltratos comienzan por aislar, de todas las formas posibles, a la mujer. Así Lorena contó que “primero me hizo renunciar al trabajo, después no me dejaba ver a mis amigas ni a mi familia, me celaba de todos, hasta de mis hijas tenía celos”.mujer-golpeada-8

Después comenzó la espiral de violencia que no se detuvo hasta el 19 de noviembre. Cuando comenzaron a convivir, “como él pagaba el alquiler y pagaba todo, él tenía la decisión de todo y él decía quién entraba y quién salía, no dejaba que nadie me visitara y así fueron pasando los meses y los años”

“Me tenía prohibido todo, todo el tiempo eran golpes, insultos, por cualquier cosa. Me prohibía tener amigas y me decía que no necesitaba hablar con nadie porque él era todo para mí». Así “fui dejando todo de lado por él y hasta llegué a pasar meses sin ver a mi familia”, contó entre lágrimas.

El hombre golpeador utiliza estrategias para someter a la mujer y lograr un círculo vicioso que siempre se cierra en la culpa de la mujer. Él genera situaciones conflictivas donde siempre le hace creer a la mujer que él la golpea porque ella hace cosas que lo enojan y no le queda más remedio que golpearla. Pero antes, para lograr su objetivo, la aisló primero económicamente, luego de su entorno, amigos, familia y demás vínculos afectivos y provoca así una situación de dependencia absoluta donde la mujer no tiene escapatoria. Así, estos seres despreciables introducen a las mujeres en una situación de total vulnerabilidad de la cual no pueden salir por sí solas porque no cuentan con las herramientas, están completamente aisladas y a merced de estos asesinos.

A pesar de todo el sufrimiento que siente Lorena, en su cuerpo por los golpes y en el alma por todo lo vivido, asegura que “él fue el amor de mi vida”, pero aclara que “fue siempre agresivo y me maltrataba mucho. Si no compraba la costeleta que él quería o me olvidaba de comprar el pan, o si mis hijas dejaban algo desordenado, me pegaba”.

“Todo empezó con golpes de puño, después me daba golpes en el estómago que me dejaba sin aire. Así soporté cinco años más o menos, que no lo denuncié”, cuenta Lorena con la mirada fija, tal vez reviviendo esos terribles momentos que nunca borrará de su memoria.

mujer-golpeada-3Cansada de tanto maltrato y angustia, “en 2012 me animé a denunciarlo. Después de una noche violenta, volvíamos de una fiesta me golpeó, me quebró el tabique y cuando fui al baño a lavarme me torturó, durante media hora estuvo dándome trompadas hasta que me desfiguró la cara, me rompió toda la boca por dentro. Por los golpes en el estómago, estuve quince días sin poder comer”.

En esa oportunidad Lorena se animó y lo denunció y “le dictaron una medida de prohibición de acercamiento, pero no la cumplía. Lo volví a denunciar y lo citó una psicóloga que me dijo que estaba loco porque hablaba y se contestaba solo. Además tuvieron una discusión porque él no entendía lo que la psicóloga le explicaba”. Luego de ese episodio hubo tres denuncias más, pero nunca estuvo detenido y continuó con su vida normalmente y maltratando a Lorena todas las veces que se le ocurrió.

Luego de la tortuosa relación que duró más de cinco años, se separaron durante un año y medio, pero los maltratos no cesaron “cuando venía a buscar a los mellizos, muchas veces venía violento y amenazaba a mis hijas, las insultaba con terribles palabrotas”.

Durante ese tiempo que estuvieron separados el calvario de Lorena no se detuvo, él la seguía a todas partes, sabía todos sus horarios y la perseguía fuera donde fuera. Pero, a pesar de eso, después de un año y medio de separación intentaron reanudar su relación. En ese  entonces, “volvimos, parecía que había cambiado, me prometió que no me iba a volver a levantar la mano, que no sabía que le pasaba, que eran cinco minutos que destruía todo”, pero esa promesa no se cumplió porque “después que nos juntamos me encerró en el taller e intentó matarme. Me dijo que lo acompañe a buscar unas cosas y cuando estábamos adentro me encerró y me obligó a mostrarle todos mis contactos de Facebook y borrar a todos mis familiares, porque no quería que tuviera contacto con nadie. Yo trataba de calmarlo abrazándolo, le decía que lo amaba pero él me golpeaba todo el tiempo y me pedía el celular para revisar mis contactos. En un momento el celular se quedó sin batería, se tranquilizó y pude zafar”.

Vivir con una persona violenta es vivir todo el tiempo aterrada, porque no se sabe nunca cuándo va a desatar su ira, obviamente que los fantasmas que provocan ese desquicio sólo están en la cabeza del violento, las víctimas sólo lo padecen sin encontrar una salida y la vida se torna invivible.

Así, Lorena les pedía por favor a sus hijas que no griten, que no hagan nada para provocar un nuevo ataque. Esa misma noche que la molió a golpes en el taller volvieron a la casa pero le advirtió “que hiciera como que no pasó nada y si alguna de mis hijas le decía algo o gritaba, yo tenía que golpearla hasta sangrarle la boca. Y si no lo hacía lo haría él”.

Lorena no tuvo más remedio que advertirles a sus hijas que “por favor no digan nada” y así la noche transcurrió con tranquilidad, cenaron como si nada hubiera pasado, aunque las marcas de los golpes estaban debajo de las mangas largas de la remera que a pesar de las altas temperaturas Lorena usaba para disimular los moretones.

Al día siguiente lo volvió a denunciar, pero la tortura siguió. «Volvía las veces que quería a casa, me golpeaba, mis vecinos llamaban al 911 cuando escuchaban que me golpeaba, se lo llevaba la policía pero después todo seguía igual. Vivía aterrada pero igual lo denuncié».

Como tantas otras veces, Alberto descargaba su ira sobre el cuerpo de Lorena, así llegó un día a la casa y la invitó a salir, al poco tiempo que se habían reconciliado, tras las promesas de Alberto que no le volvería a pegar. Esa noche Lorena no tenía ganas de salir y se lo hizo saber a Alberto, eso fue suficiente para que el hombre descargara toda su violencia sobre ella. “Estaba en el baño y le dije que no tenía ganas de salir, entonces pateó la puerta y me dio un golpe que me dio la cabeza contra los azulejos, no conforme con eso me agarró del pelo y me quiso dar la cara contra el borde de la pileta del baño pero alcancé a levantar la cabeza y me golpeó el cuello”, detalló Lorena y esa fue otra de las veces que terminó internada en el hospital con severos traumatismos.

La terrible noche del 19 de noviembre “se volvió loco completamente”, cuenta Lorena y brindó detalles de todo lo que ocurrió entre las cuatro paredes del departamento que Alberto tenía en la planta alta del taller de avenida Godoy al 4200.

“Esa noche fuimos al casino, hacía tres meses que habíamos vuelto y estábamos bien. Le dije que venga cambiado para salir. Pero no llegó cambiado y me dijo que después lo acompañara yo a cambiarse al taller porque como no vivíamos juntos todavía el tenía sus cosas allá. Yo lo noté raro”.

“Terminamos de comer, fue a comprar helado con los bebés (los mellizos), volvieron tomamos el helado y después me empecé a cambiar para salir. Pero cuando voy a la habitación, la nena de tres años me dijo: ‘mamá no te vayas porque vos no volvés’”, no era un simple comentario de una nena de tres años, era el presagio de una noche donde todo estaba planificado.

Lorena no le dio demasiada importancia al comentario, despidió a sus hijos con un beso, les dejó el celular y salió sin imaginar lo que pasaría horas después.

Cuando estaban en el casino, Lorena recibe el llamado de una de sus hijas que le informaba “mamá Ada llora y dice que le digas a papá que a las nenas no se les pega”, ese fue el epilogo de la escalofriante noche que terminó con Lorena terriblemente golpeada, con la cara desfigurada, torturada, rapada, quemada con una plancha y con un disparo en cada una de sus rodillas.

Cuando volvían del casino, en vez de dejarla en su casa, pasaron de largo y fueron hasta el taller. En el camino Lorena le preguntó “a dónde vamos y me dijo que quería estar solo conmigo porque en casa con las chicas no se podía y para que no se enoje fui”.

Allí empezó la tragedia que casi termina con la vida de Lorena, que a los golpes le preguntó “qué me pasaba que no quería estar con él y me empezó a golpear, me ató y no paraba de golpearme hasta que me arrancó todos los dientes, pensé que me moría”.mujer-golpeada-7

Eran las cinco de la mañana y el calvario no terminaba: “Después de ser amordazada con unos trozos de toallas que estaban preparados sobre la mesa de luz”, Lorena soportó incontables golpes de puño en su rostro y en todo el cuerpo. También fue atada de pies y manos, recibió golpes con un cinto en todo el cuerpo, después la sentó en una silla frente a un espejo y le rapó la cabeza mientras se reía a carcajadas, calentó una plancha y la quemó en la pierna, cara y brazos.

Según el relato de Lorena “él me dio por muerta, porque empezó a mandar mensajes con el celular, que después me enteré que le mandó a su hija y al socio diciendo que cuando pasen por el taller no se olviden de pasar por el departamento”, en un claro mensaje de despedida.

Como si todo esto fuera poco “sacó un revólver de adentro del ropero, me desató las piernas, me acomodó la pierna izquierda y me pega el primer tiro y con las manos atadas ya no podía más. Le pedía a Dios que me llevara. Pasaron unos quince minutos y se acostó al lado mío, hablaba solo, se ponía el revólver en la boca, me lo pasaba a mí por la cabeza. Decía que no tenía coraje para hacerlo. Y se levantó otra vez, me estiró la pierna derecha y me dio el segundo disparo. Después me estiró el brazo arriba de la almohada y apoya su cabeza. Me decía que no me muera, que me amaba, que fui lo mejor que le paso en la vida. Y sentí el impacto y lo veo desangrándose. Saqué el brazo y no podía moverme”.

«Para pedir ayuda me arrastré hasta una ventana y empecé a gritar, a pedir auxilio, hasta que un vecino escuchó y llegó el 911. El policía me dijo tranquila que ya vamos a subir y no recuerdo más nada, cuando me desperté estaba en el hospital”.

“Siento un gran dolor por el padre de mis hijos porque no hubiese querido que todo termine así, pero a la vez  siento una paz, una tranquilidad que sé que voy a poder caminar tranquila y mis hijas no van a vivir como vivían con miedo bajo una presión constante. Pero sé que voy a poder, voy a salir adelante, no va a ser fácil olvidarme porque fue horrible, pero voy a tratar de salir adelante”.

Lorena está cansada, estos días fueron muy agitados, con mucha gente a su alrededor pero a pesar de su agotamiento físico tiene un mensaje: “Quiero decirles a las mujeres que estén pasando por esta situación que se aparten, que no piensen más, que estos hombres no cambian más, que no te aman, son bestias y que ninguna mujer más pase por esta situación”.