Por Oscar Alberto de Jesús Hidalgo Cervantes (Logoforo)

El perdón es un valor que dentro de los programas preventivos deberíamos fomentar, ya que éste es un factor importante para la prevención de problemas intra-familiares y personales como la violencia y las adicciones.

Estamos acostumbrados a hablar del perdón siempre en referencia al otro, y aun, en cierto sentido más dañino, actuando éste siempre hacia los otros, es decir, la esposa, los hijos, la pareja y amigos, en fin hacia aquella persona a la que ofendimos o lastimamos física o emocionalmente. Así hemos sido educados. No estoy diciendo que sea malo, solo que desde lo que estoy proponiendo este es un segundo momento, no el principal.

Pensamos una y mil formas de pedir perdón, para hacerle saber a aquella persona que amamos o estimamos que lo que hicimos fue un error y en el mejor de los casos llevamos a cabo al menos una de esas mil forma, que en muchos de los casos no satisface ni a la persona lastimada ni al ofensor. Algo dentro de nosotros nos dice que “debemos” pedir disculpas y al hacerlo cumplimos con esta exigencia social y no con un valor humano.

Sin embargo, considero que no podemos pedir u ofrecer algo que nosotros mismos no nos hemos otorgado; esto desde lo que propongo es el primer paso, lo principal. Cuando lastimamos a un ser que amamos, las sensaciones y las emociones que quedan en nosotros forman un remolino que mezcla sin parar odio, tristeza, amor, desilusión, confusión y con ello una sensación de poco valor humano. Cómo una persona que se siente de esta forma puede de manera adecuada pedir perdón y del otro lado, otorgarlo, pues no dudo que en la persona afectada existan emociones y sentimientos parecidos que conlleven una gran confusión y desaliento.

Así pues deberíamos reconocer y hacer consciente que involuntaria o voluntariamente lastimamos a un ser querido, que tenemos el poder de resarcir de una forma humana lo herido y esto forzosamente tiene que venir de una persona que se perdona y se respeta a sí misma y así con toda la honestidad y humanidad posible poder decir “Me equivoqué y siento mucho haberte lastimado de la forma en que lo hice” y aceptar el no perdón o el perdón, respetando el proceso y el tiempo de la otra persona.

De esta forma el perdón se convierte en una actitud asertiva y resiliente y por tanto protectora, porque nos permite sentir y actuar en el momento presente y no seguir pensando que todos los hombres engañan y golpean, o todos los jóvenes son inmaduros o que toda relación va a ir mal y nos ayuda a centrarnos en el momento presente y asertivamente decir que no estamos dispuestos ni a lastimar ni a ser lastimados y así fomentar una comunicación directa.

Y sin importar lo que hayamos vivido saber que en el futuro las cosas serán distintas y mejores, siendo sobrevivientes y no víctimas.

Fuente: www.logoforo.com