Por Guido Brunet

No es un número redondo, pero no importa. Hoy se cumple un nuevo aniversario, el 96° de la creación de la radio, y hay que festejarlo. Muchos años pasaron desde que aquellos “Locos de la azotea” decidieron transmitir la opera Parsifal desde la terraza del teatro Coliseo de Buenos Aires. Poco tiempo más tarde las radios comenzaron a emerger e inmediatamente se convirtieron en un fenómeno social.

La primera transmisión radiofónica de la historia se registró en Argentina en agosto de 1920. Si bien se cuenta con un antecedente en 1906 -el canadiense Reginald Fassenden, emitió un mensaje navideño para tripulantes de embarcaciones en la costa estadounidense- nuestro país se arroga la primera transmisión radial. Cinco jóvenes, liderados por el doctor Entique Susini proyectaron una señal que era recibida por aparatos repartidos a las personas que se encontraban en las inmediaciones de la sala. Ese fue el puntapié inicial de un medio que creció a pasos agigantados desde aquel día.

Cambió mucho, claro, pero continúa con esa magia intacta que la caracteriza. Es por eso que desde Conclusión hemos creado un programa ficticio donde se encontraron algunas de las grandes voces de la radiofonía rosarina, de ayer, hoy y siempre. Julio César Orselli y Marcelo Nocetti (LT8), Mirta Andrin y Roberto Caferra (Radio 2), Alberto Furfari y Emiliano Cattáneo (LT3), Federico Fritschi (Sí) y la licenciada Nanci Duggan (Radiofónica) compartieron un estudio imaginario y nos cuentan sus inicios, qué los enamoró (y lo sigue haciendo) de la radio y cómo es su trabajo diario, entre otras cosas.

En este primer bloque, Orselli, Nocetti, Cattáneo y la licenciada Nanci Duggan:

Se apaga la luz de aire y los periodistas y locutores que ahora están siendo entrevistados siguen hablando sobre uno de sus grandes amores: la radio. Orselli cuenta que le gustaban los programas de Córdoba, porque «para ser locutor allí uno debía tener ciertas cualidades, en cuanto a léxico y tonos. Ahora está más descuidado eso». Nocetti, por su parte, recuerda cuando Angelita Moreno le dijo “lucha por un espacio en la radio, que el medio de Rosario tiene algo para vos». Revivir ese momento lo hace emocionar. Y también rememora cuando conoció a Atahualpa Yupanqui, de joven, trabajando en LT8. «La mayor satisfacción fue pasar un par de días con él. Y pude corroborar que todo lo que escribía, era porque él era así”, relata Marcelo.

Algunos se levantan y otros se acomodan para continuar con el envío. Así, llega el turno de Mirta Andrin, Roberto Caferra, Alberto Furfari y Federico Fritschi.

Caferra recuerda sus inicios en una radio de un partido político durante sus épocas de estudiante. Y sus pretensiones de juventud. «Nosotros teníamos en aquel momento el diagnóstico de que los medios que estaban, los comunicadores que existían eran abominables y pensábamos, desde la soberbia, que nosotros llegábamos a cambiar el mundo. Queríamos modificar los medios, queríamos ir contra las radios comerciales. No nos gustaba nada de lo que se hacía. Hasta odiábamos a Quique Pesoa y Poli Román. Aunque, obviamente, lo que producíamos nosotros era mucho peor que lo que estaba. Era muy irónico», señala el comunicador.

Alberto Furfari, por su lado, recuerda la persona con quien trabajó que más lo marcó en la profesión. “Lejos, Evaristo Monti, el mejor periodista que ha dado la ciudad». Y no escatima elogios para el mítico periodista. “Un monstruo del periodismo. Hay una marcada diferencia entre quien estuvo cerca de Monti y quien no estuvo a su lado, por la dinámica de trabajo, el compromiso y la profundidad de la información. Me marcó a fuego. Hubiese sido otro profesional si no hubiese estado al lado de este brillante periodista”, cuenta el cronista de LT3 y Canal 5.

Al llegar, Mirta Andrin aclara: «Yo no pertenezco al grupo de los Locos de la Azotea, estoy un poco más acá», dice con el humor que la caracteriza. Y confiesa que nunca escuchó radio antes de comenzar a trabajar en el medio de adolescente. También recuerda algunos detalles muy significativos, como que los grabadores más livianos pesaban tres kilos. Además, Mirta recuerda con gran alegría los tres años que acompañó a Juan Carlos Mareco y dice que para ella, al llegar de su San Nicolás natal, Rosario era como Hollywood. «Es fundamental que la gente te acepté. Es lo más lindo que me pasó en esta ciudad, soy una agradecida de eso», subraya Mirta.

Las luces de este estudio imaginario se apagan, el micrófono se cierra, pero sus voces continúan firmes sobrevolando el éter.

Fotos: Maira Martín.