Por Fabrizio Turturici

“La seguridad es imposible si no va unida al poder”, dijo una vez Maquiavelo. El paso de los siglos no parece desteñir la frase del príncipe renacentista que sirve para comprender, aún hoy, la principal problemática que aqueja a los argentinos en general y a los rosarinos en particular: la inseguridad.

Un total de 24 asesinatos sólo en agosto y 132 en lo que va del año. A veces, los números hablan por sí solos y no merecen la menor explicación. Rosario sangra: nuestras calles lo gritan y los vecinos lo lloran. Pero el reclamo no traspasa las altas paredes del Palacio de los Leones ni de la sede de Gobernación y a oídos de las autoridades sólo llegan murmullos que se pierden con el tiempo.

Desglosando aún más la cita de Maquiavelo, podemos interpretar que las posesiones (ya sea un objeto o la vida misma) tienden a volverse inseguras cuando quienes gobiernan la sociedad no son capaces de imponer la ley y el orden. La histórica movilización del jueves pasado desnudó la triste realidad de Rosario y es que se está viviendo un estado de anomia donde las leyes brillan por su ausencia. “La gente está en carne viva”, resumió Alejandro Grandinetti a este diario.

Según una encuesta elaborada en conjunto por la Fundación Libertad y la consultora Mautone & Asociados, “en el último año, el 50,2% de los rosarinos fue víctima de algún hecho de inseguridad”. Más de la mitad, así de crudo como suena. Dentro del universo de victimizados, las mujeres aparecen como el grupo más afectado con un 50,7 por ciento. Asimismo, los distritos municipales Noroeste y Norte (con el 66 % y 62,9 %, en ese orden) son las zonas más golpeadas por el delito, seguido por la zona sur. En todos los casos aparece un patrón común: la baja presencia policial. ¿Estamos desamparados?

Política, policía y justicia, tres patas hermanadas de esta problemática y todas -presuntamente- corrompidas por una cuarta, tan temible como indiscutible, que es el narcotráfico. Por lejos, la inseguridad es el principal tema de agenda para los rosarinos, no así en otros lugares donde la corrupción ocupa el pedestal. La empresa Nueva Comunicación determinó que el 70,3% de los rosarinos menciona la inseguridad en primerísimo lugar, mientras que el 90 por ciento califica como “mala o muy mala” la lucha contra la criminalidad.

Cuando la policía no es efectiva en las calles, la Justicia no dicta condenas ejemplares en los tribunales y las autoridades, por impericia o complicidad, no se ponen firmes ante el monstruo desatado de la inseguridad, reina un estado de naturaleza donde si no gana el más fuerte, se hace justicia por mano propia. Precisamente es lo que pasó hace poco con los linchamientos, un hecho repudiable. De manera contraria, la víctima se termina subyugando al victimario en condición de desprotegido.

Se propone el concepto de “seguridad” como una abreviatura que expresa el hecho donde la mayoría de los hombres pueda tener una situación que garantice sus expectativas con respecto a la vida y a sus propiedades. La frase preliminar, recordemos, apunta a dos conceptos claves: poder y seguridad.El ejercicio del poder efectivo refiere al desempeño de acciones usuales, tales como anticiparse a los hechos delictivos o, en todo caso, promulgar leyes y asegurar castigos para quienes la infrinjan. Esto no quiere decir que se cumplirá a rajatabla como las leyes de la física, pero sí garantizarán un marco de mayor tranquilidad social.

Lo que pasa en Rosario no es más que el fracaso de la política. Es que cuando el Estado se ausenta, prevalece la impunidad y eso genera un clima propicio para la aparición de distintas mafias. Sucedió en toda Argentina y particularmente en esta ciudad, con el crecimiento voraz de algunas bandas narco como Los Monos, para citar la más conocida, que encima se impulsaron de algunos resortes estatales para, además de instalarse, forjarse como la más inmensa y peligrosa del país. En relación a esto último, un importante diputado provincial que -por su lucha- conoce desde adentro los vaivenes del asunto, reveló a Conclusión que «Los Monos siguen manejando 400 personas».

Rosario creó su propio frankenstein y ya no puede contenerlo. De poco servirán medidas sobre la marcha si no se toman decisiones que apunten a reformar el actual sistema, evidentemente manchado o, en todo caso, simplemente ineficaz. Rosario se sigue desangrando por la inseguridad ante la mirada insensible del arco político y, ya lo dijo Maquiavelo, la seguridad es imposible si no va unida al poder.

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