Un día como hoy, de 1928, debutaba en un diario porteño el primer gran héroe gráfico de la Argentina: el cacique Patoruzú.

Creación del dibujante Dante Quinterno, aquel aborigen patagónico de gran nobleza y sensibilidad humana sustentada por un fuerte carácter masculino nació en Crítica, el diario del periodista y empresario uruguayo Natalio Botana que contribuyó activamente a la realización del primer golpe de Estado en la Argentina, el del 6 de septiembre de 1930 contra el presidente radical Hipólito Yrigoyen (de cuya asunción se cumplieron este mes 100 años).

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Por entonces, Quinterno, un pibe de 19 años de edad, dibujaba las “Aventuras de Don Gil Contento”, una típica tira cómica que contaba las peripecias de un porteño piola. En el libro Patoruzú (Biblioteca Clarín de la Historieta, 2004), Diego Accorsi y Lucas Varela cuentan que el personaje de Gilito nunca habría pasado a la historia si no hubiera recibido una carta de su tío desde Chubut en la que le confiaba el cuidado de un indio tehuelche ingenuo y noble con un nombre estrambótico: Curugua-Curiguagüigua.

Así, el miércoles 17 de octubre de 1928 se publicó en el diario Crítica un anuncio bajo el título: “Don Gil Contento adoptará al indio Curugua-Curiguagüigua” con algunos dibujos del personaje en cuestión.

Debut y despedida

Anunciado y haciéndose esperar hasta el viernes 19 de octubre del 28, finalmente debutó el indio que cambiaría la historia de la historieta argentina.

Pero Muzio Sáen Peña, periodista director del diario El Mundo, quien ayudaba al joven Dante Quinterno en sus primeros pasos como artista, le advirtió: “Con ese nombre no va a ningún lado. Debe ser un nombre criollo, pegadizo, como la pasta de orozú”.

Por eso, en el primer cuadro, apenas el indio baja del tren, Gilito le cambia el nombre y lo llama Patoruz, adaptando el nombre de esa oscura golosina que se vendía en las farmacias por aquellos años.

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Con todo, sin muchas explicaciones, al día siguiente, el sábado 20, Don Gil Contento, Patoruzú y su avestruz Carmela protagonizan una página completa y desaparecen para siempre del diario. Había sido debut y despedida.

Yo soy del 30…

Hasta que, dos años más tarde, el sábado 27 de septiembre de 1930, Dante Quinterno decidió intentar nuevamente el truco del indio heredado pero esta vez en la tira “Don Julián de Montepío” que se publicaba en el vespertino La Razón.

La trama no varía mucho de la de su primera aparición: ahora el avestruz es Lorenzo, un macho, y como esta vez la aventura puede continuar Julián se saca de encima al animal en un restorán.

¡Patoruzú, canejo!

Al año siguiente, en agosto de 1931, la tira pasó a llamarse oficialmente “Patoruzú” y la tirada del diario fue en aumento, a la par de la popularidad del cacique.

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El 11 de diciembre de 1935 Patoruzú se mudó a las columnas del diario El Mundo, donde comenzó una era gloriosa para la tira, incorporando toda una galería de personajes fabulosos que le reportarán un éxito impresionante: la Chacha, madre del protagonista; su hermano menor Upa; su hermana Patora; Ñancul, capataz de la estancia que Patoruzú poseía en la Patagonia; Isidoro Cañones, el padrino play boy; el severo coronel Cañones, tío de Isidoro, y Pampero, el caballo de Patoruzú, entre otros. Todos estos personajes tuvieron posteriormente una versión infantil, encabezada por Patoruzito, la historieta del cacique durante su niñez.

Un noble tehuelche

Patoruzú era un indio tehuelche y tenía el pelo hasta los hombros, con una vincha en la frente que sostenía también una pluma. Vestía poncho, un pantalón arremangado con dos boleadoras colgando de la cintura y sandalias de dos tiras que cruzaban su empeine.

Cuando la ocasión lo indicaba, exteriorizaba su nobleza y generosidad regalando a quien lo necesitara un gran toco de patacones, para disgusto de Isidoro.

Para 1936 la popularidad de la tira era inmensa. Se publicaron los primeros números en color en el semanario Mundo argentino, que le dedicaba una página en cada número, y numerosos periódicos del interior del país comenzaron a publicar la serie.

Por eso, no extrañó que en noviembre de 1936 se lanzara y se agotara de inmediato la revista Patoruzú, que inicialmente reimprimió las primeras tiras del diario El Mundo y luego presentó nuevas andanzas.

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El sindicato de Quinterno abordó, inspirado en sus homólogos estadounidenses, la comercialización de licencias publicitarias de la figura de Patoruzú; apareció en almanaques, juguetes, muñecos y seriales radiofónicos.

El 15 de diciembre de 1937, Quinterno lanzó otro golazo editorial: el Libro de Oro de Patoruzú, un anuario de 164 páginas, muchas de ellas a color. Estas ediciones especiales aparecían siempre a fin de año y eran esperadas por el público como un rito navideño.

Allí colaboraban los mejores historietistas del país. La tapa de ese número especial, que era lo último que se entregaba al taller, era creación exclusiva de Dante Quinterno (aunque a veces convocaba a su mejor equipo de dibujantes para realizarla). El Libro de Oro ofrecía gran cantidad de páginas con humor y notas diversas, y presentaba episodios de Patoruzú, Isidoro, Don Fierro y Tara Service. El último número del Libro de Oro de Patoruzú apareció en diciembre de 1984.

El indio estanciero también conquistó Norteamérica: entre 1941 y 1948 la tira se publicó en versión inglesa en el neoyorquino P. M., y en 1946 aparecieron dos números de The adventures of Patoruzú, editados por Green Publishing.

El 16 de octubre de 1956 comenzaron a recopilarse las historias ya aparecidas en Las grandes andanzas del indio Patoruzú, cambiado y abreviado luego a Andanzas de Patoruzú. Originalmente mensual, la revista se publicó luego quincenalmente, incluyendo episodios inéditos a partir de 1961. En estas obras, algunas dibujadas y guionadas por el mismo Quinterno, se dio un nuevo perfil físico e intelectual a Upa. Esos fueron los años de mayor éxito del personaje. En los años 60 el semanario, que contaba entre otros con Oscar Blotta, Adolfo Mazone y Conrado Nalé Roxlo en su plantilla, adoptó un formato más convencional de tabloide.

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Espaciándose cada vez más las historias originales, su publicación se prolongó hasta abril de 1977, cuando apareció el Nº 2.045. Desde entonces, siguen publicándose reimpresiones.

Un indio en la pantalla grande

Admirador del estadounidense Walt Disney, Dante Quinterno se lanzó a la aventura de animar a Patoruzú a principios de los años 40.

El argumento escogido era una adaptación de los hechos acaecidos en una tira cuando el gitano Juaniyo secuestró a Upa. Para rescatarlo, Patoruzú primero venció a un oso y luego derrotó a golpes al gitano.

Upa en apuros, un verdadero clásico de la animación argentina, sufrió una ajetreada producción debido a la alta calidad de su realización gráfica y la utilización del color, siendo el primer dibujo animado local en Technicolor.

Esta faraónica empresa trajo aparejados altísimos costos, graves pérdidas económicas y un estreno pospuesto del 21 de abril al 20 de noviembre de 1942, en el porteño cine Ambassador, durante el estreno de La guerra gaucha. El brillante corto de 12 minutos de duración fue producido y dirigido por el propio Quinterno.

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Mucho más cerca en el tiempo, en 2003 tuvo gran éxito una película animada argentina basada en Patoruzito. Su secuela vio la luz en 2006.

Una rareza

El 26 de noviembre de 1932 se inauguró en Rosario un busto de Patoruzú. Fue en el desaparecido Patoruzú Fútbol Club, que tenía su sede en Mendoza esquina Brasil, en la zona oeste de la ciudad. El busto del cacique fue obra del escultor Erminio Blotta (1892-1976). También en La Plata hay un monumento a Patoruzú en la República de los Niños, junto al de Mafalda (de Quino), otra grande de la historieta argentina, y que con Patoruzú y Clemente (de Caloi) completa el trío de los personajes más notorios de la historieta nacional.

Anexo:

Link al film Upa en apuros, en HD:

https://www.youtube.com/watch?v=ADjEPWZScfw