Por Alberto Botto (Secretario General del Sindicato de Luz y Fuerza de Rosario)

Hay que decirlo con todas las letras y sin vueltas: hay mucha gente preocupada, mucha gente angustiada, y mucha gente que vive con justificado temor. Y esto sucede por diversas causas: por la situación económica, por la situación social y por la inseguridad en la que viven las personas y que constituye una de sus principales preocupaciones. Hoy la gente no vive tranquila, esta es la verdad. Los ciudadanos se sienten desamparados, solos, angustiados por el futuro de ellos y de sus seres queridos.

Creo que los dirigentes, sean políticos, gremiales o sociales, debemos tomar nota de esta realidad y más que tomar nota debemos actuar frente a este escenario. En lo personal, como vecino de una ciudad en donde el delito se ha incrementado, estoy muy  preocupado. En materia de inseguridad hay cosas que no se están diciendo, o se dicen a medias. Por ejemplo, que los padres del delito son el narcotráfico y la pobreza. El problema del narcotráfico es complejo y abarca a varios espectros del poder que tienen directa responsabilidad en el asunto: poder político nacional, justicia federal, fuerzas de seguridad federales. El delito de tráfico de estupefacientes, debe decirse con todas las letras, es de jurisdicción nacional, pero esto no se dice.

Es un secreto a voces que por los puertos y aeropuertos del mundo y del país  sale y entra droga; que hay pistas de aterrizajes clandestinas (¿quién las controla?). Alguien debe explicar por qué no se modificó todavía en Argentina la legislación y no se permite que “cualquier juez del país, sea federal o de la justicia ordinaria”, entienda en el caso de tráfico de drogas. Se debe explicar por qué no se termina de verdad con la exclusión social y la pobreza y no se fomentan valores como la plena vigencia de la familia dignamente considerada y constituida. Por qué no se presta atención a la educación y al trabajo digno.

Y esto que digo no es menor, tiene relevancia, porque la sociedad argentina tiene dos problemas: por un lado la pobreza y los pobres, y por otro esos pobres que lamentablemente quieren consumir drogas y que por carecer de recursos salen a robar para comprarlas. Esto lo paga toda la sociedad.  Y, por otro lado, son esos mismos pobres quienes por carecer de trabajo ven la solución a sus carencias en la venta de drogas o “trabajando” como soldaditos.

En este país ya es histórico en la clase política prometer, pero jamás cumplir. Pero arrojar toda la responsabilidad a los gobiernos no es del todo justo, porque nosotros los dirigentes también somos responsables. Responsables cuando no alzamos la voz en defensa de los ciudadanos, cuando nos importan más nuestros intereses que los intereses del conjunto, cuando nos olvidamos de que hay algo supremo que se llama bien común.