La Confederación General del Trabajo (CGT) privilegió el diálogo y la negociación en el primer año del Gobierno de Cambiemos y evitó ir a un paro nacional, aunque continúa creciendo el malestar dentro de las filas de la central obrera ante las políticas económicas implementadas por Mauricio Macri y la caída de las cifras en materia laboral.

Tras un trabajoso proceso de unidad que se inició hace más de un año y se terminó de sellar en agosto último, la CGT atravesó un 2016 complicado, con fuertes internas sobre cómo pararse frente a la flamante gestión de Macri, que incluso amenazaron con dinamitar prematuramente esa reunificación.

A la rápida y previsible oposición que se activó en los gremios de empelados estatales y docentes mayormente agrupados en las dos CTA, dentro de la propia CGT se generó una división entre «duros» (Pablo Moyano y gremios aliados, además del disidente bancario Sergio Palazzo) y «dialoguistas» (miembros del triunvirato, «gordos» e «independientes») que, al menos en este primer año, tuvo a los segundos como «ganadores».

La caída del poder adquisitivo a raíz de las paritarias selladas unos puntos por debajo de la inflación acumulada y la pérdida de puestos de trabajo, tanto en el sector público como en el privado, provocó un fuerte rechazo en el sindicalismo que se incrementó en mayo con el veto presidencial a la ley antidespidos aprobada en el Congreso y que establecía la prohibición de cesantías por seis meses.

Cuando parecía que los «dialoguistas» ya no tenían margen para que los «duros» impongan la medida de una huelga general, apareció un actor externo influyente, la Iglesia Católica, que exhortó a los sindicatos a «agotar todas las instancias de diálogo» con la Casa Rosada.

Por eso, son muchos los que identifican a la Iglesia, con la mano del Papa Francisco detrás, como la principal responsable de haber desactivado el paro cegetista mediante aquel llamado a mantener la paz social ante un gobierno que no transitaba siquiera su primer año.

En paralelo, el Gobierno descomprimió poniendo en marcha una demorada mesa de diálogo tripartita con la CGT y empresarios en la que la entidad de la calle Azopardo obtuvo el compromiso de un pago de un bono navideño para los trabajadores del sector privado.

Además, en el trascurso del año la gestión macrista calmó un poco los ánimos de los gremialistas abonando dos millonarias cuotas de la enorme deuda que el Estado acumuló durante el kirchnerismo con las obras sociales sindicales.

Pero lo cierto es que si la economía no repunta el año próximo, crecerá un consenso dentro de la CGT para finalmente expresar su preocupación con una medida de fuerza contundente, aunque como 2017 será un año electoral y la central obrera de neto corte peronista no querrá que sus acciones sean atribuidas a cuestiones «políticas», posiblemente el primer paro a la gestión macrista no llegue hasta 2018.