Por Fabrizio Turturici

La asunción de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos desata una inexorable tempestad a lo largo y ancho del planeta. Así, la historia, cuando el reloj en Washington marque las 12, ingresa en un proceso de mutación irreversible que reestablecerá el orden mundial hasta entonces impuesto. Que pondrá al mundo patas para arriba.

Historia pura, dicen –con razón aunque sin un halo de detenimiento– los más fervorosos. No es sencillo comprender a fondo esta transición, aunque para dicha tarea quizás pueda acuñarse la parábola del gran historiador británico Eric Hobsbawm, que definió al período entre la Primera Guerra Mundial y la disolución de la Unión Soviética (1914-1991) como un siglo dentro del siglo veinte.

En este contexto, el desembarco del magnate republicano en la Casa Blanca podría entenderse como el comienzo de un siglo corto dentro del siglo XXI. Es que cambiarán las relaciones mundiales; y no sólo en cuanto a Norteamérica y América latina refiere, sino también en todo Occidente y parte de Oriente. Europa buscará la mayor distancia posible de Estados Unidos, mientras que China ya amenaza con mandar sus tropas contra el país en cuestión.

Importantes procesos de cambios en todos los órdenes, tanto político como económico y social, coparán el mundo. La exaltación del nacionalismo –como preocupante característica, como si la historia no hubiese dado ya sobradas muestras de esto–, una economía cerrada al comercio exterior y la búsqueda constante de hacer saltar el establishment, algunas de las bravuconadas que vienen de la mano con Trump.

Es cierto que el flamante presidente de Estados Unidos resulta a estas horas un globo desinflado en una habitación, que no se sabe para dónde saldrá disparado. Prestigiosos analistas fueron consultados por Conclusión y coincidieron en la incertidumbre por su delineamiento, aunque afirmaron que forzosamente golpeará fuerte las relaciones –hasta entonces ambivalentes– con América latina, sobre todo con el país mexicano.

En consecuencia, el analista internacional Claudio Fantini soltó que “Trump representa el intento de volver al aislamiento; ya que cuando habla de muros, esto se convierte en una suerte de metáfora de la distancia que tomará Estados Unidos de México y América latina para protegerse de todos –los que consideran– sus males”.

En contrapunto, Patricio Navia, politólogo chileno y profesor del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Nueva York, resaltó a este medio que “Trump no fue un extremista toda la vida; sino más bien un pragmático interesado en el dinero más que en sus principios o ideología”.

“Por eso me cuesta imaginar que al llegar a la presidencia se transforme en un dogmático. Creo incluso que terminará decepcionando hasta a los más conservadores”, dijo y agregó sobre las repercusiones en esta zona del mundo: “Lo que sí me preocupa es que la retórica agresiva sean vientos que desaten tempestades”, terminó Navia.

En líneas generales, la asunción de Trump desata más dudas que certezas, dudas que podrán ser despejadas sólo por el tiempo. Se dice que el rumbo del primer año de gestión es el que define a un gobierno. Y Trump se verá obligado a moverse en un mundo que lo mira; que no deja de mirarlo, con ojos temerosos, con la desconfianza lógica que inspiran aquellos extremistas que llegan al poder en un contexto donde el globo, todo en su conjunto, se pasea con pocas pulgas.