Por Alejandro Maidana

…….Tu guitarra pescadora

tiene el cauce de tus penas

y hay un anzuelo clavado

en su boca de madera.

Pescador y guitarrero

el tiempo es como un dorado

que se nos va de la mano

cuando menos lo esperamos… Horacio Guarany (Pescador y guitarrero)

El ser humano espera estar cercado y avasallado para pegar ese volantazo que suele encaminar nuestras vidas para seguir más de cerca el sueño de la felicidad. La historia del “gorrión” es sólo una de las muchas que merecen ser contadas, los matices de la misma tienen una entretela de ensueño.

Su vinculación con la música nace sobre la inquietud de su madre para con el funcionamiento del acordeón a piano que tanto le llamaba la atención. “Mi padre nos compró un acordeón pero con la condición de que alguno de los dos, tanto mi madre como yo, terminásemos el curso para saber tocarlo. A ella le llamaban la atención esos carritos con ruedas, así definía a las notas enlazadas en una partitura. Pobre mi vieja, la termine dejando sola en las clases de acordeón producto de que a mí me aburrieron “don” solfeo y sus libros cada vez más grandes”.

De esa forma, Raúl Sidera comenzaba a codearse con la música. El camino que le dictaba su corazón y las vibraciones de las cuerdas, lo acercó hasta la sede del club Sportivo Rivadavia de su San Genaro natal en donde conoció al maestro Antenor Posadas “Fue sin dudas un verdadero maestro, me enseñó mucho cifrado escatimándole a la música. Después de puro orejano nomás, me fui haciendo un lugar en las peñas y festivales de la zona. Es imposible no recordar cuando pisamos el escenario con Miguelito “pollo” Giménez, éramos dos pibitos y el festival de la leche de Totoras nos brindó esa posibilidad. Fuimos teloneros de los Cantores del Alba y de los Hermanos Abalos, inolvidable”.

Se sucedieron años en donde la guitarra y la voz de Sidera abrazaban toda señal de radio que quisiera darse el gustito de oír buen folclore cantado por un joven prometedor.

Hasta que llegó lo que cambió su vida por completo. La necesidad de un trabajo estable y de un sueldo que permita costear los gastos abrazadores del sistema actual, hicieron que el  “gorrión” en 1978 se alistase en la policía. “Ingresé con 23 años, hice el curso con los Pumas en el monte de Vera. Desde el primer trimestre fui el primer promedio, terminé siendo el mejor entre 380 aspirantes, para después llegar a ser jefe de la guardia Rural Urbana. Permanecí en la fuerza la misma cantidad de años con la que ingresé, 23 años. Me retiré, en realidad me retiraron con un legajo blanco”

Cuando habla de su pasado como policía se le frunce el entrecejo y no deja ocultar su impotencia “Me toco ver y denunciar de todo dentro de la institución, pero siempre al que apercibían y apartaban era a mí. La honestidad y los principios jamás los negocié, por eso después de más de dos décadas dejé la fuerza por un problema de salud severo producto de no poder cambiar la realidad de las cosas. Sufrí muchísimo, tanto que me afecto en lo psicológico postrándome por varios años, es aquí en donde mi familia comenzó a jugar un rol preponderante”.

Tenemos la fea costumbre de desacelerar cuando nuestro cuerpo ya nos pasó la factura en reiteradas oportunidades. Producto de ello, muchos eligen continuar con sus días alejado de los problemas y el aquelarre de las grandes metrópolis que albergan todo tipo de castigo para nuestra alma.

En el horizonte del cantor asoma la tranquilidad y un nuevo amanecer. La boca de Monje, un paraíso verde que se mueve al son de las aguas de su arroyo y el majestuoso río Coronda lo recibiría. “Este es mi lugar en el mundo, fue sin dudas la mejor terapia para mi corazón y para mi cabeza bombardeada por ese entonces. Claro que no fue fácil dejar parte de la familia para afincarme en estos arrabales, pero lo volvería a elegir si fuese necesario”.

Lugar de encuentro de pescadores y de todos aquellos que entienden, que en el marrón de sus aguas yacen muchas de las respuestas que en otro lugar resulta imposible encontrar. Aguas bondadosas que no escatiman sábalos, para que ese trasmallo que soñó con los mismos se sienta satisfecho. “En este lugar maravilloso me ha tocado pasar por situaciones difíciles, para citar alguna la inundación del 2007, ella mostró la verdadera cara de muchos habitantes de La Boca. Cuando debería haber reinado la solidaridad, la mezquindad de algunos fluyo contundentemente. Pero salimos, la lucha y las ganas de consolidar nuestras vidas en este paraíso natural es mucho más fuerte”

Es imposible caminar por los arrabales de este lugarcito de la provincia de Santa Fe sin cruzarse con el “gorrión” Sidera. Se lo verá sentado sobre un tronco que descansa sobre el suelo de su casa, meta guitarra y versos de protesta hasta que su embarcación lo requiera, para salir de pesca con algún contingente: “Mis días pasan por cantar lo que el pueblo no puede, mis armas son mis versos, ellos me acompañan cuando el río me llama para amigarme con sus duendes. Yo soy orejano, llevo una sola marca y no es otra cosa que mi apellido, al único patrón que respondo es  a mi corazón”.

San Genaro lo vio crecer, La Boca de Monje lo adoptó, y para todos los que pregunten, a él lo apodan el “gorrión”.