Por Rosarito de Rappa

La noticia de cuatro chicas acribilladas a la salida de un boliche en Florencio Varela conmocionó al país en las últimas horas. Dos chicas muertas y dos gravemente heridas fue el resultado de un demencial ataque a balazos por parte de un custodio hacia las jóvenes que esperaban el colectivo en una esquina de esa localidad bonaerense.

En un principio, la conmoción por lo ocurrido llevó a familiares y allegados de las víctimas a pedir por mayor seguridad y presencia policial en la zona, que según dicen los propios vecinos, durante la noche es tierra de nadie.

Pero con el correr de las horas y el avance de la investigación se pudo saber que el atacante había sido pareja de una de las víctimas, entonces se comenzó a hablar de femicidio.

Los reclamos continuaron aunque el caso no tiene absolutamente nada que ver con la inseguridad. El pedido de más presencia del Estado y mayor seguridad comenzó a sonar cada vez con más fuerza.

La pregunta recurrente en estos casos es: ¿Cómo evitarlo?, ¿Cómo puede saber el Estado en qué momento va a atacar el femicida? ¿Es posible asignar una custodia policial a cada mujer que denuncia violencia de género?¿Son todos los casos iguales? ¿Es posible saber cuáles son más violentos que otros?

Sin dudas existen muchas mujeres víctimas de violencia de género, pero no todas denuncian y no todas terminan de la pero manera, afortunadamente.

Otra pregunta que surge de la problemática es: ¿Son suficientes las campañas publicitarias invitando a la mujer que denuncie la violencia? Que por cierto, aparecen cada vez que ocurre un femicidio y mientras los medios pasan las imágenes de la masacre, un zócalo muestra el número donde debe llamar la mujer violentada.

Las campañas, no sólo son insuficientes sino que ponen más responsabilidad sobre la mujer que padece violencia, porque es ella la que debe denunciar, debe llamar debe ir a la Justicia y no en todos los casos eso es posible porque muchas veces no cuenta con ningún tipo de recursos para hacer esos trámites y en otros casos ni siquiera tiene la posibilidad de salir de su casa o de contarle a alguien lo que está viviendo.

En estos casos es imprescindible que se involucren las personas cercanas y que realicen las denuncias. Es importante no relativizar la situación. En muchos ocasiones es recurrente la frase “nunca pensé que iba a llegar a hacer algo así”, y lamentablemente, si, es posible.

Pero a esta problemática es como una mesa de tres patas. No arroja el resultado suficiente para poner fin a la violencia machista.

Porque la mujer podrá empapelar su casa con denuncias, pero el violento sigue igual y no se va a detener hasta llegar al peor final. Entonces esperamos que se cometa el crimen para luego juzgarlo y meterlo preso, reformamos el Código Penal para aumentar la pena cuando un hombre mata a su mujer, terminamos con el “crimen pasional” para pasar al femicidio y cargar más las tintas sobre el hombre y dejar de estigmatizar a la mujer.

Bien, pero siempre atacamos las consecuencias. Y las causas siguen existiendo, si no modificamos conductas y tratamos a la persona “enferma” no se van a dar los cambios y nos van a seguir matando.

Porque al parecer a “ellos” todas estas medidas que favorecen a la mujer los enfurece más y cada vez descargan con mayor furia su ira sobre “ese objeto” que es de su absoluta posesión, es decir, nosotras.

Como decía, la pata que le falta a esta problemática debiera apuntar a tratar al violento, porque evidentemente, el problema no se resuelve con campañas, con denuncias y ni siquiera con condenas, hubo casos de femicidios dentro de penales donde estaban cumpliendo condena por otro femicidio y asesinaron a su mujer cuando lo fue a visitar. La cárcel no es la solución a todos los problemas.

Atacar las causas implica tratar al violento, brindarle un tratamiento psicológico adecuado, darle contención a la familia y sobre hacer un control del grupo familiar. Si es necesario aislarlo de la familia por un tiempo hasta que comprenda que la mujer no es “una cosa” de su propiedad.

El Estado puede intervenir y evitar absolutamente todo lo que se proponga, siempre y cuando haya decisión política, voluntad de mejorar la vida de las personas y asignación de recursos para poner en marcha esas políticas, pero siempre teniendo en cuenta que para que tengan un resultado positivo y verdaderamente haya un cambio sustancial, se deben atacar las causas, todo lo demás llega tarde.