Por Rubén Alejandro Fraga

“El día que nací había un gato esperando al otro lado de la puerta”. La cita del recordado Gordo Osvaldo Soriano es el disparador de esta columna, que hoy está dedicada a conmemorar el Día Internacional del Gato, que se celebra en la fecha.

El Día Internacional del Gato se conmemora cada 20 de febrero desde hace unos años en homenaje al fallecimiento del gato Socks (Calcetines, Medias), la emblemática mascota de la familia Clinton que habitó en la Casa Blanca durante los ocho años de mandato de Bill Clinton y se convirtió en una verdadera celebridad de cuatro patas.

El gato Socks era un minino bicolor (blanco y negro) que nació en marzo de 1989 y fue la única mascota de los Clinton durante los primeros años de la administración demócrata en la Casa Blanca.

Socks fue uno de los pocos gatos en entrar al Salón Oval de la Casa Blanca, dominada mayormente por las mascotas caninas. El gato de los Clinton se hizo famoso por su belleza y por las peleas con el perro Buddy, una vez que la familia presidencial adoptó también a esa otra mascota. Pero la popularidad de Socks fue incomparable y llegó a recibir más de 100.000 cartas de fans al año.

Después de que Bill Clinton dejó el cargo y él su esposa Hillary y su hija Chelsea debieron mudarse de la Casa Blanca, Socks residió en casa de su secretaria Betty Currie, debido a las constantes peleas con el perro Buddy.

Su muerte, el 20 de febrero de 2009, causó gran impacto en las redes sociales Facebook y Twitter, y se convirtió en un fenómeno viral. Así nació la idea de conmemorar en esa fecha el Día Internacional del Gato en homenaje al popular Socks. El objetivo: ayudar a estos cariñosos mininos y también alertar sobre su abandono.

Con el paso de los años las redes sociales se apropiaron de esta fecha con la intención de que los felinos tuvieran su propio día, por lo que este lunes Facebook, Twitter e Instagram se llenarán de fotos y vídeos en homenaje a los gatos.

Por eso, y para sumarnos a la celebración como amantes de los gatos, desde esta columna hoy hablaremos sobre el que tal vez no sea el “mejor amigo” del hombre (título otorgado al perro) pero que puede llegar a ser su más fascinante y majestuoso compañero y, por qué no, su mejor amo.

Una mascota singular

Tal vez esa fascinación que despiertan los gatos tenga que ver con la sentencia de Marcel Mauss: “El gato es el único animal que ha logrado domesticar al hombre”.

Albert Schweitzer fue más allá: “El hombre tiene dos medios para refugiarse de las miserias de la vida: la música y los gatos”. El Nobel de la Paz llevó consigo a su gata Suzi a África, donde fue adorada como una diosa.

A su turno, George Bernard Shaw, sostuvo: “El hombre es civilizado en la medida que comprende a un gato”. También Leonardo da Vinci dijo lo suyo: “El más pequeño gato es una obra maestra”.

Es que a lo largo de la historia personalidades de las artes, la ciencia y la política prodigaron amor y veneración a los gatos.

Cleopatra sentía adoración por su gata Charmaine. El profeta Mahoma tuvo muchos y su favorito era Muezza. El emperador japonés Ichijo encarceló al dueño de un perro que corrió a su gata Myobu No Omoto, y la emperatriz bizantina Zoe alimentaba al suyo en un plato de oro. Guillermo IX dijo: “La elegancia quiso cuerpo y vida, por eso se transformó en gato”.

El cardenal Richelieu vivía con 14 gatos, uno de los cuales, negro como el carbón, se llamaba Lucifer. Otro, Gaceta, orinaba sobre los invitados que le desagradaban. Píramo y Tisbe dormían con las patitas entrelazadas. Otros felinos del cardenal fueron Serpolet, Sumiso, Ludovico el Cruel y Peluquín. Eran reverenciados hasta por el rey de Francia.

Famosa es la frase de Víctor Hugo: “Dios hizo el gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre”. Por su parte, Charles Dickens no salía de su asombro cuando su “gato” William parió una numerosa camada, y tuvo que rebautizarlo como Wilhelmina.

La notable Florence Nightingale fue enfermera en la Guerra de Crimea con sus gatos Bismarck, Gladstone, Disraeli y Houri, a quienes amaba y que la confortaban en su loable tarea de salvar vidas.

Celebridades británicas

La mascota favorita de la reina Victoria de Inglaterra era una gata persa llamada White Heather, que la sobrevivió y vivió en el palacio de Buckingham con su sucesor, Eduardo VII.

Según cuentan, una de las preocupaciones del premier Winston Churchill era poner a salvo a su gato Jock durante los bombardeos en la Segunda Guerra Mundial. El gato asistía a las reuniones oficiales, y aunque al primer ministro le decían “el bulldog”, escribió: “Los perros nos miran como sus dioses, los caballos como sus iguales, pero los gatos nos miran como sus súbditos”.

También en el Nº 10 de Downing Street, cuando el laborista Harold Wilson fue premier y su gato Nemo era uno más del gabinete, le preguntaron al embajador italiano qué le gustaría ser si volviera a nacer. Con una sonrisa, contestó: “Me gustaría ser gato en Londres”.

Más acá en el tiempo, uno de los asuntos que preocuparon a los británicos tras el triunfo del Sí en el Brexit (el referéndum en el que ganó el voto a favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea) fue el destino de un miembro del Ejecutivo británico, una vez que se formalizara la salida del primer ministro David Cameron (derrotado en el referéndum ya que impulsaba la permanencia de Gran Bretaña en la UE) del 10 de Downing Street. Ese miembro del Ejecutivo británico tiene bigotes, cuatro patas y cola… Se trata del gato Larry, que es desde 2011 el “ratonero jefe” de la residencia oficial del primer ministro del país. Pero el cambio de primer ministro, con la llegada de Theresa May al poder, no significó que el animal tuviera que abandonar el que ha sido su hogar en los últimos años.

“Larry es un funcionario público y no pertenece a la familia Cameron, así que se quedará donde está”, explicó una portavoz de la oficina del Gabinete británico a la prensa.

Desde hace casi un siglo, es tradición que un gato solucione los problemas de ratones que sufre el 10 de Downing Street. El cargo va acompañado de un pago de 100 libras al año (120 euros). Además de su sueldo, Larry recibe regalos procedentes de todos los rincones del país.

Su perfil oficial publicado en la web del gobierno del Reino Unido explica que fue rescatado del centro de acogida de animales Battersea Dogs & Cats Home. Entre sus funciones se encuentran la de recibir a los invitados y “probar muebles antiguos para la calidad de sus siestas”, mientras que su captura de ratones “se mantiene todavía en fase de planificación táctica”, recuerda la web.

A pesar de su cargo público, la diplomacia no es el punto fuerte de Larry. El gato ha mantenido tensas relaciones con Freya, propiedad del ministro de Economía, George Osborne. La policía ha tenido que separar en el pasado a ambas mascotas tras una pelea, aunque un representante del 10 de Downing Street ha declarado a The Telegraph que ahora son capaces de “coexistir”. Una situación similar se ha vivido con Palmerston, el gato del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Uno de los ratoneros jefe más recordados en estos cien años de tradición británica es Humphrey, quien acompañó a la premier Margaret Tatcher, en su mandato en los años 80 y se mantuvo en el cargo con sus sucesores, el conservador John Major y el laborista Tony Blair.

A pesar de su popularidad entre los ciudadanos británicos, el gato criado por la Dama de Hierro también protagonizó algún altercado. En 1997, se escapó unos metros de la residencia del primer ministro, entonces Tony Blair, hasta el cercano parque de Saint James y del palacio de Buckingham. Allí devoró un pato que pertenecía a la reina Isabel II de Inglaterra. Poco después del incidente, se anunció la jubilación de Humphrey.

Populares en todo el mundo

En Estados Unidos la historia con los gatos de celebridades no fue diferente. Abraham Lincoln asignó a su gato Tabby la custodia de su hijo Tad, y Theodore Roosevelt conversaba con Tom y Zapatillas.

Cuando Tiger, el callejero adoptado por John Calvin Coolidge se perdió, el presidente, que andaba con el gato enroscado en el cuello como una bufanda, ofreció una recompensa.

En tanto, a la muerte de Tom Kitten, el gato de John Fitzgerald Kennedy, se publicó en un diario de Washington: “Contrariamente a los humanos en su posición, Kitten no escribió sus memorias ni buscó sacar provecho de su estancia en la Casa Blanca”.

Pero el gato más famoso de la Casa Blanca fue el de los Clinton: Socks (Medias), que llegó a recibir más de 100.000 cartas de fans al año. En homenaje a él hoy conmemoramos el Día Internacional del Gato.

Políticos, escritores, artistas

Otros líderes políticos gateros fueron Benito Mussolini, Josef Stalin y Charles de Gaulle.

Entre los pintores se destacan Pablo Picasso con su gato Claude, Paul Klee con Bimbo, y Salvador Dalí, quien tuvo varios.

Los Beatles, Freddie Mercury, Bob Dylan, Jean Michel Jarre, Frank Zappa, Kurt Cobain, Morrisey, Joaquín Sabina, Madonna, David Bowie, Michael Jackson, Amy Winehouse, Lady Gaga y Leonard Coen, entre los músicos.

Entre las actrices y los actores amantes de los gatos, figuran Charles Chaplin, Elizabeth Taylor, Marilyn Monroe, Audrey Hepburn, Marlon Brando, Grace Kelly, Steve McQueen, Leonard Nimoy, Steve Martin, Drew Barrymore, John Travolta, George Clooney, Antonio Banderas, Morgan Freeman, Nicole Kidman, Keanu Reeves, John Goodman y Cameron Díaz, por citar sólo a algunos .

Entre los escritores la lista es interminable: Lope de Vega, Lord Byron, Théophile Gautier, Edgar Allan Poe, Walter Scott, Charles Baudelaire, Rudyard Kipling, Federico García Lorca, T.S. Eliot, Colette, Raymond Chandler, Truman Capote y Ray Bradbury, por citar sólo a algunos.

Herman Hesse adoraba a su gato Lowe. Jean Cocteau escribió: “Si yo prefiero los gatos a los perros es porque no hay gatos policías”.

Ernest Hemingway (con Colón y decenas de gatos más), Gore Vidal, Patricia Highsmith, Ítalo Calvino, Stephen King, Juan L. Ortiz, Jorge Luis Borges (con Beppo y Odín), Julio Cortázar (con Flannelle y Teodoro Adorno), Manuel Mujica Láinez (con Balzac) y Haruki Murakami también integran la pléyade de fanáticos de los gatos.

Quizás sea porque, como dijo Aldous Huxley: “Si quieres escribir sobre seres humanos, lo mejor que puedes tener en casa es un gato”.

Mark Twain sostuvo: “Si fuera posible cruzar a un hombre con un gato, mejoraría el hombre, pero se deterioraría el gato”.

Y qué decir de la “Oda al gato” de Pablo Neruda: “Oh pequeño/ emperador sin orbe,/ conquistador sin patria,/ mínimo tigre de salón,/ nupcial/ sultán del cielo/ de las tejas eróticas…”.

Para el final, vaya el recuerdo a nuestra inolvidable gata Manchitas, que iluminó nuestras vidas durante casi 16 años, y la mención a las dos gatitas bebés que este año legaron a nuestro hogar para alegrarnos la existencia: Tata y Luna. Y les dejo para el estribo una frase de autor anónimo: “El paraíso jamás será paraíso a no ser que mis gatos estén ahí esperándome”.