La Argentina parece estar encerrada en sus viejos dilemas de los cuales no puede escapar. Hoy, la nueva disyuntiva tiene enfrentados a los fabricantes de autos contra los productores de maíz y caña de azúcar. Todo a partir de la decisión del Gobierno de avanzar en una amplia reconversión industrial para que los vehículos que se produzcan en el país dejen los combustibles tradicionales para incorporar la alconafta al igual que, desde hace años, utiliza Brasil.

El problema no es menor ya que desde algunas automotrices alertan por las consecuencias negativas. En una de ellas hablaron directamente del fin de la radicación industrial en el sector para nuevos proyectos, tal como adelantó ayer este diario. El jueves pasado, en la reunión mensual de presidentes de automotrices que se realizó en ADEFA, se debatió este tema. No hay consenso sobre las reales consecuencias pero sí, una casi generalizada inquietud. La postura más extrema advierte que avanzar en esta iniciativa podría significar que lentamente se traslade la producción local hacia el país vecino por decisión de las casas matrices. El argumento para sostener esta hipótesis es que al unificar las tecnologías no habría motivos de tener plantas en cada lado de la frontera. Es cierto que existe un régimen común que establece reglas de intercambio en el comercio pero éste vence en el 2020 y Brasil podría dar por terminado el acuerdo y dejar a la Argentina librada a su suerte.

La razón de este conflicto es una promesa de campaña de Mauricio Macri y la sobreproducción de maíz que, junto a la caña de azúcar, se utilizan para producir etanol. Estos productos son vitales para muchas provincias. Si se volcara el exceso de producción al mercado sus precios se derrumbarían provocando el colapso de las economías regionales. Colocarlo en la producción de alconaftas provocaría el efecto contrario. Además se contaría con un combustible de menor costo y menos contaminante.