Por José Odisio

Newell’s transita unos días extraños. Por un lado el equipo es escolta de Boca y parece ser el único que le puede seguir el tren con solidez. Pero esta imagen deportiva ganadora choca con la otra, la de los empleados de paro hace más de una semana, la de los jugadores entrenando con la ropa que encontraron en su casa, con la del entrenador Diego Osella quejándose por una desorganización poco acorde al buen momento deportivo. La situación es repetitiva y cansa. Pero de alguna manera el plantel encontró en esta adversidad externa una fortaleza dentro de la cancha. Aunque la situación puede ser un arma de doble filo.

«Acá se administra pasión y no es fácil», repite a diario el presidente Eduardo Bermúdez. Y es cierto. Aunque hay cuestiones que podrían ser más prolijas. El presidente tiene que ser más cauto al declarar. Hablar de hotel 5 estrellas y decir que todo está «bárbaro» disiente con futbolistas yendo a la cancha en ropa informal o a una olla popular en la puerta del club. O con un Sergio Marchi, titular de Futbolistas Argentinos Agremiados, llegando de urgencia a Rosario para frenar un paro de los jugadores. Y es una forma de irritar a todos que no tiene sentido.

Newell’s es una bomba de tiempo que hoy se sostiene por un momento deportivo extraordinario. Pero tirar mucho de la soga puede ser un riesgo. El fixture avecina partidos decisivos y la mira debe estar puesta solo ahí. Todos deberían entenderlo.