Por Rosarito de Rappa

A la frase recurrente en cada caso de femicidio, le sigue una pregunta obligada: ¿por qué? La respuesta no existe en ninguna mente sana. Porque simplemente no hay un por qué.

Cada día una mujer murió en algún lugar de nuestro país como consecuencia de la violencia machista y el paso del tiempo demuestra que lejos de disminuir, el número aumenta. Es alarmante, pero parece no tener solución, al menos en el corto plazo.

Me acusarán de pesimista, pero los datos reales y los números fríos de las estadísticas no indican lo contrario. Sólo en lo que va del mes de abril asesinaron a 28 mujeres y desde que empezó el 2017 cada 25 horas una mujer murió en manos de un hombre.

Familias destrozadas, hijos sin madres y con padres asesinos. La lista es larga y el daño es irreparable, inconmensurable y eterno. Las consecuencias no pueden cuantificarse, en todos los sentidos.

Me propongo pensar en voz alta sobre la problemática y analizar algunos puntos que me llaman la atención. Primero dejar en claro que la víctima no es culpable de nada, como suelen decir algunos animales sueltos que deambulan por la vida gracias a trabajar de mercenarios para algunos bolsillos opulentos.

En segundo lugar, me pregunto por qué cada vez que ocurre un caso de femicidio o violencia de género, familiares de la víctima o la propia víctima si tuvo la dicha de salvar su vida, repiten la misma frase. “Nunca pensé que me iba a pasar a mí” o Nunca pensé que iba a llegar a tanto”.

La respuesta, aunque obvia, no lo parece en algunos casos, por supuesto que nunca nadie piensa que le va a pasar algo malo. Pero lo cierto es que pasa, en todos los ámbitos. Yo nunca pensé que me podían robar, hasta que me robaron. Y bueno, si es así todos pensamos que no va a pasar.

Pero ya es hora que las mujeres miremos, observemos, analicemos y tomemos conciencia de las señales de alerta que constantemente se encienden frente a nosotras. No se trata de vivir con miedo, pero sí vivir tomando medidas de precaución. Estar atentas y sobre todo tratar de pensar al revés de lo que pensamos: “Me puede pasar”, por lo tanto estaremos preparadas para evitar encontrarnos con una situación desagradable.

Tanto Araceli como Micaela, para nombrar los casos más recientes fueron muertes evitables, sin embargo ocurrieron. No pongo la culpa sobre la víctima simplemente invierto la situación porque no tenemos garantía de que los chacales que están dispuestos a cometer su cacería cambien su actitud o conducta.

Creo que pedir más seguridad a las autoridades no es la solución, el endurecimiento de las penas, tampoco lo es y está demostrado bastamente, desde que se tipificó la figura del femicidio como agravante, aumentaron los casos.

Los dicen expertos en el tema, la pena no modifica la conducta, quien comete delito no está pensando en el Código Penal.

La cuestión pasa por otro lado, por la educación y el respeto al otro. Ni Una Menos