El acuerdo alcanzado entre la fábrica de calzado Wyler’s y sus trabajadores para reducir la jornada y el salario de los trabajadores, a cambio de frenar decisiones de despidos, es un sombrío laboratorio del experimento macroeconómico que lleva adelante el gobierno nacional.

La fórmula forzada para “aguantar” la crisis se convierte en una aleccionadora muestra de la estrategia de “competitividad” impulsada por la administración de Mauricio Macri.

La recesión autoinducida por el equipo económico y la apertura de las importaciones acorralaron a una firma regional que había recuperado posiciones durante el anterior proceso de reindustrialización.

La crisis deteriora la condición del empleo y abre la posibilidad de discutir lo que, por una forma u otra, significa una baja de salarios. En este caso, es una alternativa acordada, aunque entre poquísimas opciones de hierro. En la mayoría de los casos ni siquiera está esa posibilidad.

En términos del ex ministro Alfonso Prat Gay, la firma de Alcorta no estaría naufragando sino “haciendo gimnasia” para salir a competir en el mundo.

El ministro Cabrera podría ver en la rebaja salarial acordada una confesión firmada a favor de su tesis expresada en el caso Sancor: los empleados son el problema de las empresas. Expandiendo la óptica de Javier González Fraga, podría considerarse que el cluster local de fabricantes de zapatos expía en la hoguera económica los pecados del populismo. El modelo que le hizo creer a la gente que puede acceder a consumos que están más allá de sus alcances o trabajar en tareas que le son impropias.

Lanzar satélites, fabricar zapatos, bolitas o remeras; producir o tomar leche, comer carne, y ni qué hablar de tener un salario o cobertura previsional mínimamente aceptable, serían ensoñaciones impropias que el nuevo gobierno viene a cortar de cuajo, con vocación aleccionadora y casi como un imperativo moral.

Como ocurrió en otras etapas de la historia, es probable que la competitividad sistémica que busca el gobierno nacional “no se le dé” a muchas firmas de la rama del calzado. Quizás a ninguna, y así se dejen de fabricar zapatos como ya se dejaron de fabricar, en los 90, motores de heladera, por citar un caso.

La concentración que resultará del programa de competitividad oficial abrevará luego a la centralización en un puñado de actividades que podrán sobrevivir en el mundo en el que busca reinsertarse Macri. La mayoría, vinculadas a la explotación y procesamiento en algún grado de productos naturales.

Como en el caso de los zapateros, los obreros de las ramas seleccionadas para morir, dejarán de ser un costo laboral. También, hay que decirlo, dejarán de ser consumidores. No parece ser un problema para una conducción económica que quiere ser el supermercado del mundo. En ese sentido, sería bueno para Macri que los gobiernos de los países que concentran la demanda de alimentos, sus gobiernos no le copien su receta de ajuste.

Mientras tanto, en Santa Fe, la supervivencia de la producción y el trabajo local se convierte cada vez más en un parteaguas político. El ministro de Producción de la provincia, Luis Contigiani, dijo que en el primer cuatrimestre ya hay 60 procedimientos de crisis. Lo señaló en el marco de una nueva reunión con la asociación de gremios industriales, en las que analizaron nuevas medidas de alivio para la actividad manufacturera de la región.

Los brotes verdes que la estadística le proporcionan al discurso de Nicolás Dujovne sobre una recuperación de la economía contrastan con las noticias diarias sobre cierre o achicamiento de empresas, despidos y suspensiones.

Aunque la Municipalidad no suministró los datos a este diario, trascendió que los números de la actividad económica de la ciudad calculados en base a la recaudación del Drei no despegan en los primeros meses del año. Según las últimas cifras publicadas en la web oficial, la facturación total aumentó en el primer bimestre por debajo de la inflación.

Con las elecciones de medio término a la vuelta de la esquina, el plebiscito de la política económica adquiere centralidad y urgencia.