Por José Odisio

Jugar el Clásico pesa menos. La importancia del partido tiene un alto valor por todo lo que significa desde el folclore, pero Newell’s ya no entra a la cancha con la carga de una racha negra ante Central que parecía no terminar más. Pero aquel gol en el epílogo de Maxi en el Clásico pasado ya pasó. Se disfrutó y se gritó como muy pocos. Hoy es otra historia, y la Lepra está en un lugar alto en la tabla que lo obliga a ganar si no quiere perderle pisada a Boca o complicar su ingreso a la Libertadores.

Osella tuvo una semana a pura intriga. Metió cambios por demás en los ensayos, pero al final sólo ingresará Escobar por el lesionado San Román. O no quiso modificar demasiado, o no lo convencieron Mansilla y Elías, o tal vez era un juego para ver qué pasaba en la vereda de enfrente. Lo cierto es que Amoroso tendrá una chance más y el partido le ofrece a un tres improvisado para que le dé la razón a Osella por bancarlo.

Habrá que dejar atrás lo hecho ante Independiente. Una alerta roja que por suerte para la Lepra llegó antes del Clásico. Enfrente estarán Teo Gutiérrez y Ruben, dos delanteros que no permiten distracciones. «No podemos ceder el protagonismo que siempre tenemos en casa», advirtió Osella. Y tiene razón. Por eso será importante que levante Quignon para asociarse con Formica y Maxi.

Los Clásicos son partidos aparte, es cierto. Ganar se disfruta como nada y perder se sufre hasta el llanto. Y para la Lepra una victoria puede ser el envión necesario para pelearle a Boca el título hasta el final. Porque esta vez no es un partido para «salvar el año». Esta vez Newell’s apunta más alto. Aunque ganarle a Central siempre se disfruta.