Por Jorge Cuello

Hace unos años atrás tenía que dar una charla sobre el Descubrimiento de América. Un «temita», de esos que a uno lo meten siempre en líos. Pero bueno, tampoco era para arrugar.

Buscando material para aclarar ciertas dudas, fui a dar con un texto francamente extraordinario. No sólo por la cantidad de información debidamente documentada que el autor es nada menos que Miguel Angel Scenna, a nadie le extrañaran mis conceptos. pero el título ya comienza a decirnos algo distinto: «Los Anteriores a Colón».

La novedad con la que vengo a dar se produce justo cuando el pintoresco y extraño-yankee elevado a Presidente de aquella nación, causa uno de los habituales revuelos mundiales retirando a su país del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático.

Me pregunto, siguiendo el discurso «políticamente correcto» ¿puede un hombre que muestra tamaña dimensión de insensatez, alcanzar la Presidencia de la temeraria primer potencia mundial? Porque, ¡Dios mío lo que nos espera entonces! Estamos hablando de un hombre en condiciones de apretar unas blancas teclas pero no para deleitarnos con una bella melodía de jazz. No. Sino las teclas de una supercomputadora que sin uno saber cómo, envía órdenes a centenares de misiles para que tomen vuelo y caigan como un castigo divino sobre todos aquellos pueblos que en algo están desoyendo las órdenes del mandamás.

Por lo tanto, todo lo que haga este hombre, es realmente de cuidado.

Sin embargo, más allá de la cháchara, el Gran Sheriff universal, según lo que relata Scenna en obra citada, pareciera que no esta tan errado. Algo de lo que alegra tendría lógica según historiadores. Efectivamente, desde la Historia Scenna le da una manito a Trump.

Resulta que es muy posible que Don Cristóbal Colón antes de lanzarse desde Puertos de Palos hacia occidente, ya había llegado a estas tierras americanas. El sacerdote Bartolomé de las Casas, en su Historia de las Indias, transcribe las siguientes palabras de Colón. «Yo navegue en el año cuatrocientos setenta y siete en el mes de febrero, ultra Tile isla (Tule, actual Islandia), cien leguas». Y cien leguas ponen entonces a Colón frente a América, no hay dudas. Si alguien cuestiona «hacia donde» se refería ese «más allá» (ultra) tampoco quedan dudas que era hacia occidente, puesto que hacia oriente de Islandia (Tule) está de Europa, que no era para Colón un  «más allá», sino Europa.

Pero los críticos también cuestionan que en febrero, cuando dice Colón que llegó, es pleno invierno en Tule, Islandia, es prácticamente inaccesible arribar a ella.

Sin embargo, Colón arribó. ¡¿Pero qué había sucedido?!

La respuesta la presenta otro maestro, Don Enrique de Gandía, que muestra un estudio irrefutable de un perito escandinavo geólogo, FinnMagnussen, quien ha demostrado cabalmente que en 1477 en Islandia, Tule, no nevó ni hubo hielos ¡en todo el año! Lo que perm itía a toda nave arribar a sus playas sin ningún inconveniente.

(¡Gracias Don Enrique!…se lo oye decir a Trump.)

Indudablemente podemos fácilmente deducir que el clima en aquellos años no era cómo el actual, en esas zonas menos.

Lo que estudia y demuestra Magnussen en realidad es un punto especifico pero de un «proceso», ya que la naturaleza no modifica las características  climáticas de una zona de la noche a la mañana. Tarda siglos y siglos en modificarlos. Por lo que bien podemos deducir que antes del 1477 y posterior a él, el clima por esos lares de la mística Tule no era tan duro y exigente cómo en nuestros días.

Si a esto le agregamos que Islandia estaba poblada por Vikingos desde el siglo IX, donde tenían ganado ovino, bovino, cabras, y cultivo de hortalizas y cereales, no podemos sino confirmar la hipótesis.

Sin embargo, lo notable de los Vikingos es que no solo colonizaron Islandia sino también, en sus arrebatos aventureros, se lanzaron hacia Groenlandia. Allí también fundaron colonias y, si bien el clima era mucho más riguroso que en Islandia, según se deduce de sus relatos conocidos como Las Gestas, no fue inconveniente para disponer de ganados, ya que el pasto todo el año se lo permitía, algo impensado en la actualidad. Lo que nos indicaría que el «cambio climático» no lo inventamos nosotros…digamos.

Cuando se analiza la decadencia y desaparición de estas colonias vikingas aparecen también las huellas de un cambio climático inexorable: entre el 986 que Erik El Rojo funda la primer colonia en Groenlandia hasta la desaparición o perdida en el tiempo de los vikingos ocurrida hacia el 1400, los relatos de la época y los estudios geológicos de nuestra era confirman el desarrollo de un proceso de enfriamiento de esta zona que zota la corriente helada del Labrador, y por el norte y este, la más helada Corriente del Este que baja del Ártico. Es la pequeña «edad polar» que sabemos sufrió la Baja Edad Media, aunque Islandia pareciera haber quedado protegida por la corriente cálida del Golfo que rodea sus costas. Luego la glaciación se detiene y en los últimos siglos estaría retrocediendo según lo podemos constatar nosotros mismos.

Las últimas noticias de aquellos vikingos de Groenlandia corresponden al año 1411. Luego el silencio. Para esa fecha, ya era imposible la cría de ganados: el hielo había hecho desaparecer los pastos permanentes. Ni hablar de sembrados. Hoy da la impresión que está volviendo aquella situación climática que encontraron los audaces Vikingos a finales del Siglo X de nuestra era.

Es decir, que los calorcito o fríos insoportables que afectan al planeta en nuestros televisivos y cibernéticos días, no serían otra cosa que el estado actual de un ritmo que manifiesta la naturaleza cambiando los climas en ciertas regiones y, como un titiritero que maneja invisibles hilos, juega relacionando el calor y el frío del planeta en tal o cual zona para estar acorde con la base de nuestra existencia: la armonía universal.

Según estas demostraciones de la Historia y la Geología, no sólo son para tener muy en cuenta sino que nos están indicando que no debemos asustarnos tanto por algunos deshielos y apariciones lentas de pasto en zonas antes heladas, o preocuparnos por cambios climáticos en tales o cuales regiones del planeta. Pareciera que siempre la Tierra tuvo estos ritmos.

Ni tampoco confiar a pies juntillas tantos escándalos que ecologistas, burócratas, globalista y presidentes progres buscan armar, más próximo al chillido histérico y grosero que a la postura seria y profunda de un Estadista.

En fin, la Naturaleza seguirá se haciendo lo suyo en forma perfecta. Los vikingos lo saben. Nosotros debemos aprenderlo.

Rosario, 10 de junio de 2017