Por Jorge J. Cuello

El arte de gobernar: he aquí la cuestión. Es una cuestión ausente en la formación de nuestras clases dirigentes, y en todos los sectores sociales. En Argentina, como en el resto de América latina y en general en el mundo hispánico actual, la gran mayoría de nuestros jóvenes son formados “ideológicamente” por las instituciones que tienen esa responsabilidad. No se los forma para el “hacer político”. Se los forma en el dogmatismo de las ideologías reinantes. Es así que ese “desierto de palabras” que apreciara Mallea, se ha transformado en el reino de las “utopías” ideológicas. Un ideología es justamente eso, el estudio y/o la razón de ser de una idea, no de una realidad. La ideología no es otra cosa que una “irrealidad”, pues es una idea que solo existe en la cabeza de quien la forja y en la de sus seguidores. No es una realidad, una cosa, una entidad, que es donde se realiza la política.

Las formas e interpretaciones que nuestra clase política exhibe para afrontar los problemas nacionales, son utopías caza-bonos o son proyectos interesados en otros fines, como los del doctor Zaffaroni, por ejemplo, un pragmático del abolicionismo. Este es un ejemplo concreto: a Zaffaroni no le interesa la sociedad argentina, su concordia y su paz interna; no le interesa la “justicia”, le interesa realizar el dogma ideológico: no más cárceles, no más penas, no más culpas; autorregulación.

El asunto de ser un artista a la hora de gobernar, está tan ausente en la formación académica argentina como lo está, por lógica consecuencia, en la sociedad en general.

Los Nacional Justicialistas, que han estudiado y sobre todo, “comprendido” a Perón, exhiben una mejor predisposición a inteligir la “cosa política” como una obra realizable y no un dogmatismo a imponer. Lo demuestran los gobiernos justicialistas, los sindicatos formados en la Doctrina de Perón, en fin, los pensadores que comprendieron a Perón en su sano realismo, real y concreto, pero también estratégico y prudente.

Tal vez este divorcio entre realidad y pensamiento ideologista, es en el fondo el origen de tantos desencuentros de los sectores “nacionales” (en su amplia gama de exponentes), y el Nacional Justicialismo, o Peronismo de Perón a secas. Porque tendrían que estar juntos, caminar por la vida política de la nación unidos. Sin embargo no es así. Siempre estuvieron del lado de los enemigos del peronismo: en el 1945, en el 1953, en 1955, en 1976, en 2015.

Aquellos sectores creen que gobernar es llevar a cabo los postulados de las ideologías, no importa la oportunidad, el contexto, los medios, las posibilidades según recursos humanos, en fin, no importa la realidad, importa la ideología. Creen, en definitiva, que la ideología está por sobre la realidad, que la realidad debe ser metida dentro de los moldes de la ideología. Están seguros que es así. Naturalmente, creen que hacen un bien, y nadie dudas de sus buenas y patrióticas intenciones. No se percatan de la malformación que adolecen. Muy probablemente porque son personas que aman la Patria argentina, pero sus ideologías los desvían de los senderos conducentes de estar juntos, unidos al pueblo.

La Política está en el nivel “del hacer”, de realizar, de crear. Gobernar un Estado de una obra “estética” y su hacedor es un artista. Su obra, es una obra “estética”. Se juzga por su belleza. Nuestra sociedad enseña ideología, no política. Ignoran que cuando de gobernar se trata, las ideologías solo ayudan a determinar un rumbo, pero no para gobernar. Porque se gobierna según hechos y estados fácticos concretos, no ideales, y no solo internos, sino y principalmente, mundiales, ya sea regionales, continentales o internacionales.

El pensamiento ideologizado cree que la ideología manda. Pero es la realidad real, la que siempre se impone. Y esa realidad, desde la política, se modifica solo “en lo posible” con realizaciones concretas, según las posibilidades intrínsecas y del contexto, y naturalmente en dirección a un objetivo estratégico superior que la contiene y le da el sentido. Pero reitero, se modifica o se realiza, solo en lo posible. Ya enseñó el General: “Las naciones no tienen ni amigos ni enemigos permanentes; tienen intereses permanentes”. Ahí está el quid de la cuestión: esos “intereses” son en la realidad “sujetos” del hacer y realizar la política. No son esos intereses una frase o un discurso o una entelequia: son hombres de carne y hueso, que conforman grupos de interés y que manejan márgenes de poder muchas veces casi ilimitados. Pero son una existencia real, que conviven, interactúan y constituyen el “mundo del Poder”. E “mundo del Poder” es otro nivel de la realidad social, donde sólo habitan los Poderes, entre ellos los Estados nacionales. Ese es el “mundo” o “Sociedad del Poder”. Ahí vienen los mandatarios y las clases dirigentes. Allí se convive según las márgenes de poder que se dispone. Una política virtuosa ampliará esos márgenes del Estado y de la comunidad, y una política equivocada o virósica disminuirá los mismos. La realidad política no se concreta en las nubes ideológicas: el reino de la política es el reino de la realidad pura.

Estas razones creo que explicarían la insolvencia del mundo académico y de los personajes que se mueven en los medios políticos, medios masivos, medios universitarios, etc., en no comprender “el arte de gobernar”.