Por Andrea San Esteban

Los debates de las organizaciones internacionales, expresan las diferencias entre la teoría y la realidad empírica, comprobable. Siendo la mujer protagonista en el sostenimiento alimentario, es excluida, marginada y no reconocida, incluso ellas mismas están limitadas culturalmente de empoderarse de sus derechos.

Hay una cuestión de generacional, formal y costumbrista de manejo de poder y cultura. Dentro de ello, los derechos escritos y básicos son violados, esto no contribuye en lo más mínimo a reconocerse como valiosas en una cadena de roles.

La Organización para las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, relata en un informe las principales normativas que protegen a la mujer y no se aplican.

“A lo largo de la historia, a las mujeres se les han negado estos derechos humanos fundamentales, colocándolas en situaciones de desventaja social. Las mujeres por el simple hecho de ser mujeres, han sido más vulnerables, discriminadas, violentadas, y en ocasiones se les ha limitado su pleno ejercicio a los derechos humanos, especialmente el derecho a la educación, a la salud, a una vida libre de violencia, al trabajo, al desarrollo, a la participación política y a los derechos sexuales y reproductivos”.

Filosofía, derechos y pobreza

Sin embargo, en espacios de carencias y desprotección es muy difícil discutir sobre derechos. La mujer que es peona rural, o esta desamparada en cualquier ámbito de la vida, no siempre puede plantearse cuestiones de género.

“El reconocimiento y exigibilidad de los derechos de las mujeres ha sido una lucha tenaz y cotidiana, por ello, es un tema que debe mirarse desde el enfoque de género, el cual se basa en el valor de la igualdad de todas las personas en cuanto a derechos y oportunidades. Esta visión permite obviar cualquier obstáculo que impida realizar estos derechos, entendiéndose

que los obstáculos a la igualdad tienen un impacto discriminatorio o de exclusión, que disminuyen las posibilidades de los hombres y de las mujeres. Por el contrario, el atender estos derechos trae beneficios al conjunto de la sociedad, al establecer condiciones más equitativas para la participación de la mitad de la sociedad representada por las mujeres y al relevar a los hombres de muchos supuestos de género que son también un peso y una injusticia para ellos”, declara la FAO.

Sistemas alimentarios y de genero

Las planillas de oportunidades de mercado, bolsa de valores, crecimiento bursátil en el rubro alimentario mundial, tienden a homogeneizarse, “los mercados agrícolas se están globalizando rápidamente, generando nuevos patrones de consumo y nuevos sistemas de producción y distribución. Las cadenas de valor, a menudo controladas por empresas y supermercados nacionales o multinacionales, están captando una parte creciente de los sistemas agro-alimentarios en las regiones en desarrollo, pero siguen pauperizando el trabajo femenino”.

Empleos menos calificados y con diferencias de ingresos

Las cadenas de comercialización alimentaria pueden proporcionar oportunidades de empleo de calidad para hombres y mujeres, “pero también pueden ser canales para transferir costos y riesgos a los eslabones más débiles de la cadena, particularmente las mujeres. También suelen perpetuar los estereotipos de género que mantienen a las mujeres en trabajos ocasionales y con menor retribución, y no necesariamente conducen a una mayor igualdad de género”.

Las relaciones de género son claves en procesos de reestructuración y de cambio de los sistemas alimentarios, ya que las mujeres han jugado y juegan un papel central tanto en la producción como en la transformación de alimentos, sea como empresarias, trabajadoras o madres de familia. Sin embargo, su invisibilización ha sido provocada por la poca información existente de la verdadera dimensión de su trabajo para la subsistencia de sus unidades familiares”.

Es necesario revertir estos procesos, no solo denunciarlos, sino cumplir las metas de las agendas internacionales.