Por Rubén Alejandro Fraga           

El martes 23 de septiembre de 1947 una multitud de jóvenes mujeres se había dado cita en la Plaza de Mayo para escuchar la buena nueva que concretaba un viejo anhelo: el presidente Juan Domingo Perón acababa de promulgar en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno la ley 13.010 que estableció el voto femenino en la Argentina.

Bajo un cielo nublado, fue la primera dama e impulsora de la ley, María Eva Duarte de Perón, la encargada de efectuar el trascendental anuncio desde uno de los balcones de la Casa Rosada. “Mujeres de mi patria: recibo en este instante del gobierno de la Nación la ley de nuestros derechos cívicos, sintiendo que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria”, exclamó una emocionada Evita.

“El voto que hemos conquistado es una herramienta nueva en nuestras manos. Pero nuestras manos no son nuevas en las luchas, en el trabajo y en el milagro repetido de la creación. ¡Bordamos los colores de la Patria sobre las banderas libertadoras de medio continente! ¡Afilamos las lanzas heroicas que impusieron a los invasores la soberanía nacional! ¡Fecundamos la tierra con el sudor de nuestras frentes y dignificamos con nuestro trabajo la fábrica y el taller! ¡Y votaremos con la conciencia y la dignidad de nuestra condición de mujeres llegadas a la mayoría de edad!”, enfatizó la “abanderada de los humildes”, mientras era aclamada por la jubilosa muchedumbre.

La flamante ley del voto femenino fue puesta en práctica por primera vez cuatro años después, en las elecciones del 11 de noviembre de 1951 que le dieron al fundador del justicialismo su segundo mandato presidencial, al imponerse la fórmula oficialista Juan Domingo Perón-Jazmín Hortensio Quijano por 4.580.000 votos sobre el binomio de la Unión Cívica Radical integrado por Ricardo Balbín y Arturo Frondizi, que logró 2.300.000 votos.

 

Primera y única vez

Paradójicamente, aquella fue la primera y única vez que Evita pudo ejercer el voto y lo hizo gracias a que se trasladó una urna hasta su lecho de enferma en el policlínico de Avellaneda, mientras se recuperaba de una intervención quirúrgica a la que había sido sometida. Tenía apenas 32 años de edad. Ocho meses más tarde se apagaría su corta e intensa vida y nacería un mito.

La ley 13.010, que reconoce a todas las mujeres mayores de 18 años el derecho a votar y ser votadas, se aprobó en el Congreso el martes 9 de septiembre de 1947 y en uno de los palcos de la Cámara de Diputados estuvo Evita, acompañando a los legisladores que convirtieron en obligatoria la que había sido una de las promesas electorales del por entonces coronel Perón durante la campaña presidencial para los comicios del 24 de febrero de 1946.

Incluso, luego del 17 de octubre de 1945, a propuesta de Evita, Perón desde su cargo de vicepresidente del gobierno de facto, había intentado sancionar la ley del voto femenino. Pero la resistencia tanto dentro de las Fuerzas Armadas en el gobierno, como de la oposición, que alegaba intenciones electoralistas, frustraron el intento. Hasta se dio la paradoja de que la Unión Argentina de Mujeres, presidida por la escritora Victoria Ocampo –feminista si las hubo–, estuviera en contra de la iniciativa, ya que “una ley de tanta envergadura –opinaba Victoria– debía ser sancionada por el Congreso bajo un gobierno constitucional”.

Con todo, después de las elecciones de 1946, Evita comenzó a hacer abierta campaña por el voto femenino, a través de actos públicos y discursos radiales, al mismo tiempo que crecía su influencia dentro del peronismo. Así, el proyecto de ley fue presentado inmediatamente después de asumido el gobierno constitucional, el 1º de mayo de 1946. A pesar de que era un texto brevísimo en tres artículos, que prácticamente no podía dar lugar a discusiones, el Senado recién dio media sanción al proyecto el 21 de agosto de 1946, y hubo que esperar más de un año para que la Cámara de Diputados sancionara la norma. Se concretaba así un viejo reclamo que era anterior, incluso, a la ley Sáenz Peña de voto universal y obligatorio sancionada en 1912.

 

Las pioneras

Muchas organizaciones habían llevado adelante campañas por los derechos civiles y políticos de las mujeres argentina: el Centro Socialista Femenino, fundado en 1902; la Unión Feminista Nacional que presidía Alicia Moreau de Justo; el Centro Feminista creado en 1905 por Elvira Dellepiane de Rawson; el Comité Pro Sufragio Femenino; la Asociación Pro Derechos de la Mujer –en la que participó la poetisa Alfonsina Storni–; el Partido Feminista Nacional, organizado por Julieta Lanteri de Renshaw. También hay que mencionar los esfuerzos de Cecilia Grierson (1859-1934), la primera médica argentina, y los de una agrupación conservadora, la Asociación Argentina del Sufragio Femenino, fundada por Carmela Horne de Burmeister: declarada “prescindente” en cuestiones políticas, religiosas y sociales, reclamaba el voto para las mujeres argentinas, “siempre y cuando fuesen nativas y alfabetas”.

Pero los avatares que sufrieron las feministas argentinas no fueron diferentes de los de miles de mujeres en otros países: presentaron en el Congreso numerosos petitorios que fueron prolijamente archivados y olvidados. En 1928, el diputado socialista Mario Bravo presentó un proyecto de ley sobre el voto femenino, cuya discusión quedó trunca tras el golpe militar de setiembre de 1930 que derrocó al caudillo radical Hipólito Yrigoyen. No tuvo mejor suerte el que presentó Alfredo Palacios, también diputado por el socialismo, en 1932: aprobado por la Cámara baja tras dos ruidosas sesiones, el proyecto pasó al Senado. Allí lo enviaron, primero, a la Comisión de Presupuesto para evaluar el costo del empadronamiento femenino y, luego, a la Comisión de Asuntos Constitucionales, donde durmió el sueño de los justos.

Sin embargo, la provincia de San Juan ya era pionera en el reconocimiento del derecho de la mujer a votar. Durante la gobernación de Domingo Faustino Sarmiento se logró que las mujeres votaran por primera vez en el país. En 1864, las sanjuaninas sufragaron para elegir a los intendentes del distrito cuyano. Y en 1927, otro gobernador de San Juan, Aldo Cantoni, del partido Bloquista, hizo incluir en la Constitución provincial el voto femenino.

Gracias a ello, el 97 por ciento de las sanjuaninas habilitadas en el padrón se hicieron presentes en las urnas en 1928, cuando Emilia Collado fue electa intendenta de Calingasta y Ema Acosta diputada en la Legislatura local. La experiencia duró lo que un suspiro ­una intervención federal en diciembre de 1928 anuló el voto femenino­, pero mostró resultados alentadores.

Entre las naciones que primero aceptaron el derecho de la mujer a votar estuvieron Estados Unidos en 1919, Inglaterra en 1928, Ecuador en 1929, Brasil y Uruguay en 1932, Cuba en 1934 y El Salvador en 1939.

 

El contexto

En su libro Sin espejismos. Versiones, rumores y controversias de la historia argentina, la historiadora Ema Cibotti sostiene: “Para apreciar justamente la magnitud del derecho conquistado en 1947 es necesario evocar su contexto de aparición.

En efecto, la condición ciudadana de la mujer ya había sido reconocida mundialmente, y hasta había sido impulsada sin recelos por el papa Pío XII. Así, la Argentina se alineó en una larga fila de países a la que irían incorporándose luego Costa Rica, Chile, Haití, Bolivia, México y Perú, entre otros. A partir de esa conquista, aunque muy lentamente, la mujer fue adquiriendo presencia pública sin correr el riesgo de ser calumniada”. En efecto, luego del complejo proceso de empadronamiento femenino, las mujeres votaron por primera vez el 11 de noviembre de 1951. En los primeros comicios con voto femenino fueron elegidas 23 diputadas (15,4 por ciento) y 6 senadoras (20 por ciento). En 1955 accedieron a una banca 34 diputadas y 8 senadoras (22,2 por ciento). En 1962 ingresaron 2 diputadas (1 por ciento) y ninguna senadora, mientras que 22 mujeres fueron electas diputadas y 3 senadoras en los comicios de 1975.

Con el retorno a la democracia en octubre 1983, el número de diputadas electas disminuyó a 11, pero, unos años después, con la sanción de la ley de cupo femenino en 1991, aumentó la presencia femenina en las listas y en 1993 asumieron sus bancas 35 legisladoras. Actualmente, la Argentina figura octava en el ranking mundial en cuanto a la presencia de mujeres en el Parlamento, según datos de la Global Database of Quotas for Women del Instituto Idea (International Institute for Democracy and Electoral Assistance, con sede en Suecia).