Por Jorge Alberto Ripani *

En armonía con los postulados de la Generación del 900, el primer presidente electo de forma democrática, Don Hipólito Yrigoyen (U. C. R.) reconoció a la hispanidad, como elemento aglutinante de la unidad continental americana.

Esta corriente de pensamiento, pone en jaque a los postulados de la Generación del 80. Al positivismo. Al “orden y progreso” de la bandera de Brasil y a la divisa del gobierno del Gral. Roca de “paz y administración”. Los tres intérpretes más gramados de esta nueva generación son el argentino Manuel Baldomero Ugarte, el uruguayo José Enrique Rodó con su “Ariel” que inspiró a las juventudes universitarias que llevaron adelante las reformas y el mexicano José Vasconcelos.

El libro «La Raza Cósmica» de Vasconcelos, va por el mismo sendero que el decreto de “el peludo”. Es decir, para él, el español se «desnaturaliza» y se integra a la nueva geografía. Reconoce un mestizaje y fusión del español con el indio. Y al cristianismo y el idioma castellano como lugares donde anclar la unidad de las por ahora fragmentadas provincias hispanoamericanas. La frase: «por mi raza hablará el espíritu» aparece todavía en los distintivos de varias universidades americanas.

Casi sin solución de continuidad, el aprismo del peruano Victor Raúl Haya de la Torre, retoma este postulado. El joven Haya había encabezado el proceso de reforma universitaria peruana que citaba a la reforma yrigoyenista, se carteaba con los radicales personalistas y había sido discípulo de Vasconcelos, durante su exilio en México. “El Ariel encarnado” como se lo presentó alguna vez, dice por ejemplo que “América latina debe constituir una Federación de Estados”; que de “la unión política de América latina, que conformaría un vasto país de ocho millones de millas cuadradas y, más o menos, noventa millones de habitantes”; y que “Nuestro Partido proviene del gran movimiento cultural de las Universidades Populares, fundadas aquí en 1921, que fueron resultante social de la continental Reforma Universitaria iniciada en 1918 –por la argentina-.”

El justicialismo de Juan Perón, también recupera la tradición hispánica. El 12 de octubre de 1947, pronuncia un discurso donde pone en tela de juicio las construcciones de “paraíso perdido” en el cual se encontrarían los pueblos originarios y la “leyenda negra” de la conquista española. Expresa que “La historia, la religión y el idioma nos sitúan en el mapa de la cultura occidental y latina, a través de su vertiente hispánica, en la que el heroísmo y la nobleza, el ascetismo y la espiritualidad, alcanzan sus más sublimes proporciones. El Día de la Raza, instituido por el Presidente Yrigoyen, perpetúa en magníficos términos el sentido de esta filiación.” Y luego cita a fragmentos del decreto.

Éste decreto de Yrigoyen de 1917, que instituye el 12 de octubre como “Día de la Raza” y declara ese día como “Fiesta Nacional”, prescribe lo siguiente:

“1º. El descubrimiento de América es el acontecimiento más trascendental que haya realizado la humanidad a través de los tiempos, pues todas las renovaciones posteriores derivan de este asombroso suceso, que a la par que amplió los límites de la tierra, abrió insospechados horizontes al espíritu.

2º. Que se debió al genio hispano intensificado con la visión suprema de Colón, efeméride tan portentosa, que no queda suscrita al prodigio del descubrimiento, sino que se consolida con la conquista, empresa ésta tan ardua que no tiene término posible de comparación en los anales de todos los pueblos.

3º. Que la España descubridora y conquistadora volcó sobre el continente enigmático el magnífico valor de sus guerreros, el ardor de sus exploradores, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios, la labor de sus menestrales, y derramó sus virtudes sobre la inmensa heredad que integra la nación americana.

Por tanto, siendo eminentemente justo consagrar la festividad de la fecha en homenaje a España, progenitora de las naciones a las cuales ha dado con la levadura de su sangre y la armonía de su lengua una herencia inmortal, se declara Fiesta Nacional el 12 de octubre.”

En un reciente artículo, Pablo Yurman enseña que “La principal característica común entre mayas, aztecas e incas fue, además de ser imperialismos que sometían a innumerables pueblos menores, su concepción fatalista de la existencia, que conlleva la nula idea de libertad individual”. La otra característica significativa está constituida por “el fenomenal desprecio por la vida humana, siendo lo más común la antropofagia ritual y la ofrenda a las divinidades de sacrificios humanos, que lejos de constituir una práctica esporádica era algo masivo en todo el continente, siendo prueba de ello las pirámides que para ese macabro fin se construyeron en México y Centroamérica, y también las niñas momificadas por el frío extremo de las alturas halladas hace poco en Salta. ¿Se entiende? Se sacrificaban niños en honor de los ídolos, niños a quienes, en el caso de las momias de Salta, se emborrachaba previamente para que no opusieran resistencia.”

Para concluir, expresamos que entre los extremos que por una parte construyen un  “paraíso perdido o un edén” de la etapa precolombina y tildan de “leyenda negra” a la etapa virreinal (las corrientes liberales y la izquierda cosmopolita) y por otra parte los racismos contra los pueblos originarias que por ejemplo, llegan a censurar el proyecto continental de monarquía constitucional Inca de Belgrano, como “la casta de los chocolates… borracha y cubierta de andrajos” (las corrientes de la derecha nacional de patria chica, el fascismo, etc.), nos situamos en una tercera posición. Ésta está fundamentada por el decreto de Yrigoyen y los autores mencionados, entre otros. Pensamos que solo con conciencia de la hispanidad, es posible el continentalismo.

* Abogado especializado en Derecho Político e Historia Constitucional / [email protected]