En los últimos tiempos, ver galgos paseando su elegante figura junto a sus adoptantes por las calles porteñas se volvió habitual, aunque esa postal esconde un problema que va mucho más allá de las típicas tendencias de que protagonizaron otras mascotas urbanas.

En ese sentido, la moda de los galgos difiere del estrellato que en su momento tuvo el collie a raíz de la popular serie Lassie, el dálmata tras «La noche de las narices frías» y, recientemente, el bulldog preferido por chicos y chicas hipsters o el chihuahua, habitué en bolsos de personajes del jet set internacional.

En nuestro país no hay criaderos oficiales reconocidos por la Federación Cinológica Argentina porque el galgo que tenemos aquí es el «criollo», resultante de una mezcla entre el greyhound irlandés y el galgo español, éstos dos últimos representantes de la raza pura.

Al igual que sucede en España , en nuestro país los responsables de que los galgos ingresen al club de mascotas urbanas son asociaciones que se dedican rescatar y a dar en adopción a ejemplares que fueron sometidos a la explotación, maltrato y abandono de cazadores y «galgueros» que los usan para las carreras, en las que las apuestan valen mucho, pero no la vida del perro.

Animales con las patas quebradas, con laceraciones y cortes en la piel, con desnutrición severa, convertidos en despojos al borde de la muerte una vez que dejaron de ser útiles para carreras y jornadas de caza son parte del cuadro que estas asociaciones deben enfrentar casi a diario.

En noviembre del año pasado, se aprobó la ley contra las carreras de perros en todo el territorio nacional, que castiga con penas de hasta cuatro años de cárcel y multas de 80.000 pesos a quienes realicen o promuevan esta actividad.

Sin embargo, aún queda mucho trabajo por hacer reconocen Alejandra Peralta, de la ONG «Adoptá un galgo en Argentina», pionera en nuestro país, y Carla Molineriz, de «Proyecto Galgo».

Peralta asegura que el promedio de galgos rescatados que recibe es el mismo que antes de que se sancionara la ley y, en este momento, tiene 40 para dar en adopción 15 de los cuales son cachorros.

Más allá de encargarse de las curaciones, tratamientos y de buscarles un hogar, ambas tienen el enorme desafío de derribar mitos sobre el galgo, entre ellos que no es un perro para tener como mascota en una casa o en un departamento urbano.

En 2010, cuando Peralta vivía en Italia, adoptó dos galgos rescatados de campos de la vecina España, donde los cazadores llegan al salvaje extremo de divertirse colgándolos de un árbol hasta ahorcarlos cuando termina la temporada de caza.

Desde ese entonces comenzó a informarse sobre el tema y, al año siguiente, cuando regresó a la Argentina, buscó integrarse a un proyecto similar al que participaba en Europa, pero como no había ninguno fundó «Adoptá un galgo en Argentina», que hoy cuenta con casi 51.000 seguidores solo en Facebook.

Desde 2011 hasta ahora su ong, que recibe los perros rescatados por protectores de animales en distintos puntos de la provincia de Buenos Aires, entregó en adopción unos 1.000 galgos.

«Hacemos un esfuerzo inmenso, ya que nuestro trabajo no solo pasa por rescatar al galgo sino buscarle un hogar y mostrar la otra cara de este perro, la cara feliz», subraya Alejandra.

Además de estar en conexión permanente con los protectores de animales, que se encargan de los rescates, y con los veterinarios, la ONG se ocupa de buscar hogares de tránsito ya que el proceso de recuperación «es mucho más rápido» que en un refugio, explica Peralta.

A su vez, ella misma se encarga de entrevistar a los futuros adoptantes, que son visitados en el domicilio dónde viven, y pone a disposición un equipo de veterinarios voluntarios que actúan como adiestradores, para dar al receptor los tips necesarios sobre el comportamiento de los galgos.

«El galgo es un animal tan cariñoso y apegado que sufre mucho cuando el dueño se va de casa y queda solo, pero son cosas sobre las que se puede trabajar», detalla.

Tan buen carácter tienen los galgos, destaca Alejandra, que «Juanito», uno de los que tiene en su casa en tránsito, pasó de actor de reparto a convertirse en protagonista de la novela juvenil «Heidi, Bienvenida a Casa», de Marcela Citterio.

Entre las cualidades de los galgos, más allá su imponente belleza y porte, está la de su carácter: son muy cariñosos y apegados, casi no ladran, no pierden pelo y duermen buena parte todo el día.

Agustín Cuello, quien adoptó un macho hace un año, una hembra hace un mes y está esperando mudarse para ir por un tercero, le dijo a Télam que «más allá de su figura majestuosa, los galgos tienen un carácter espectacular: son bondadosos y amigables con chicos y grandes».

En ese sentido, son muchos los mitos que derribar sobre la raza, como que necesita correr todo el tiempo, que no puede convivir con otros animales o que es inquieto.

«Los galgos son príncipes. Salen de vivir en taperas, en las peores condiciones y cuando llegan a tu casa lo primero que buscan es un sillón en el que tirarse a dormir. Es el perro más felino que existe», enfatiza Alejandra.

Para Carla, «hace falta que la gente le abra más la puerta a los galgos, que se involucre y conozca las virtudes de la raza» y recalca la importancia de difundir las adopciones.

En su caso, además del trabajo diario, participa de los encuentros que organiza el gobierno porteño en distintos puntos de la Ciudad de Buenos Aires, donde tras anotarse uno puede llevar hasta tres perros (sin importar la raza) que hacen desfilar e interactuar con la gente que se acerca.

La presencia de los galgos en la escena porteña también es notoria en los encuentros que los amantes de los galgos organizan en distintos parques.

«Adoptá un galgo en Argentina» organiza cada dos meses una cumbre en Libertador y Sarmiento, al lado del Jardín Japonés, en el barrio de Palermo, donde los orgullosos adoptantes se encuentran para intercambiar experiencias o comprar collares o mantas, que servirán para recaudar fondos para solventar algunos de los gastos que la ONG afronta para tratar las fracturas, curaciones y las operaciones, que muchos necesitan cuando son rescatados.

«Logramos un grupo humano muy grande y los adoptantes tienen un grupo cerrado de Facebook en el que intercambian las fotos de sus perros, sus anécdotas y experiencias. Son unos apasionados de esto», resume Peralta.