Inquieta, cariñosa, ladrando y saltando, aparece y desaparece. Con sus ojos, que resaltan su cruce entre pastor alemán y siberiano, llama la atención de todos.

“La trajimos pequeña de Quito, junto a su hermano Oso. Su adaptación fue rápida, ya tiene 3 hijos parecidos a ella”, dice Marcelo Bedoya, propietario de la finca “El Paraíso”, donde se encuentra el Gran Cañón.

“Gina nos acompaña en cada recorrido con los turistas que visitan este sitio”, cuenta Bedoya, y resalta que «ella conoce cada laberinto en la espesura de la selva y sabe adonde se dirigen los recorridos.

Muy inteligente

Tanta es la simpatía que le tienen a la perrita, que los turistas incluso se fotografían con ella.

Gina recibe a los visitantes moviendo su cola y acercándose a sus piernas. Sabe cuándo está por empezar una nueva aventura y cuando ve llegar a los turistas, espera a la entrada de la casa hasta que todos estén listos para iniciar el recorrido.

Al volver al mismo sitio de partida, Gina despide a los visitantes con una tierna mirada y su típico movimiento de cola.