Nicolás paseaba con su bicicleta cuando vio cómo unos chicos torturaban a un cachorro dispuestos a quitarle la vida. Luego, les pidió que dejaran de golpearlo y corrió a su casa a buscar ayuda.

La actitud de su madre fue clave, pero «si Nicolás no hubiera intervenido lo mataban», comentó la mujer.

Después, con sus propios ahorros, Nicolás lo llevó al veterinario para asegurarse de que estuviera bien. Y hoy puede jugar con el perro, que bautizó como Esteban.

El pasado jueves la directora de la escuela en la que estudia Nicolás lo llamó delante del resto de los alumnos para contar su buena acción y, entre aplausos, le entregaron regalos.