En barrio industrial como en tantos otros, la solidaridad se expande por abajo, de manera horizontal y desinteresada. Bajo un contexto asfixiante en lo económico, las redes se extienden para poder cubrir con el manto de la empatía, a todos aquellos que han quedado marginados por un sistema que los invisibiliza.

La necesidad de un plato de comida, se funde en la proyección de un vida que solo asegura espinas en un camino donde los sueños suelen ser arrebatados por la realidad más insensible. Pero claro, como pretender transformar lo aborrecible con un panza vacía, como confiar en poder torcer los designios del destino, cuando lo cognitivo es material descartable.

Pero si bien la desesperanza maneja a la perfección las armas que la desidia le abastece, sabe que en su deleznable derrotero encontrará un ejército de personas dispuestas a ponerla de rodillas.

La Aldea Solidaria surge desde la bronca y el compromiso, de ver como la marginalidad gana terreno sin que nada ni nadie intente al menos, meterle una trabada. “Cuando arranqué con esto lo hice movilizado por el entorno que me abrumaba, desocupación, hambre y una pibada sin futuro”, cuenta Juan Carlos en charla con Conclusión.

“En Franco y las vías nos juntamos a cocinar en la vereda misma, ya que no contamos en la actualidad con un espacio físico. Esto si bien no es lo más cómodo, nos facilita mucho el contacto con el vecino”, sostuvo quién vive a pocas cuadras, más precisamente en Juan José Paso y Travesía.

Una Aldea que hace Patria

Nació nada más ni nada menos que un 20 de junio, ese día el “ñato” se le animó a un locro masivo. “Fue sin pensarlo, sentía que algo había que hacer para poder al menos colaborar con un plato de comida. Así surgió la Aldea Solidaria, una construcción colectiva y abierta a todos aquellos que entiendan que para cambiar la realidad, primero hay que comprometerse”.

Pero pasaron 365 días de aquella “inauguración”, y para celebrarlo, este chef con espíritu empático decidió redoblar la apuesta con un “locrazo” para todos aquellos que se resisten a que la Patria siga siendo un concepto abstracto.

“Festejamos un año de vida y resistencia, nos invaden sensaciones encontradas, preparamos junto a muchos vecinos que se arrimaron a colaborar más de 400 raciones, pero no alcanzó”, enfatizó Juan.

La sensación es ambigua, por un lado la satisfacción por el momento compartido, y por el otro, el sabor amargo que la demanda superó las expectativas, “se acercaron muchas colaboradoras que amasaron unas riquísimas tortas asadas, en un momento nos dijimos es una bestialidad de comida, nos van a sobrar muchas raciones, estábamos muy errados ya que en 20 minutos no quedo absolutamente nada y nos faltaron otras tantas”.

El hambre se hace ver, se muestra desnudo y sin pudor alguno, un cuadro de situación que aturde y golpea profundamente. “Llegaban los padres con ollas para poder alimentar a sus hijos, es muy triste, se palpa notablemente el avance de la miseria”.

Cabe destacar que también hubo lugar para valorar la ayuda recibida y el corazón ofrecido para poder llevar adelante esta imprescindible acción; “se sumaron unos 10 boy scouts, mujeres que nos contactaron por facebook, y muchos vecinos del barrio y alrededores que intentamos empoderar para poder seguir adelante”.

La Aldea Solidaria está en donde no está el Estado, “seguiremos trabajando más que nunca con este lindo grupo de locos, no vamos a bajar los brazos ante el incesante avance de políticas depredadoras de sueños. La situación ha empeorado de manera catastrófica, la comida no alcanza, pero nos permitimos al menos este 20 de junio celebrar el poder seguir juntos para consolidar la batalla por una sociedad más igualitaria”, concluyó el “ñato”.