Desde el 2 de diciembre, se encontraban de huelga los empleados de los talleres metalúrgicos Pedro Vasena e Hijos, ubicados en Cochabamba y La Rioja, actual lugar en el que está la Plaza Martín Fierro. A 25 cuadras de allí en dirección sur, sobre el límite de la ciudad en el Riachuelo y ya en el barrio de Nueva Pompeya, la empresa tenía los galpones en los que almacenaba las materias primas. La operatoria de la empresa incluía un transporte constante de materiales entre la fábrica y los galpones, a lo largo de la calle Pepirí-24 de Noviembre. A pocos metros del cruce de Pepirí con la avenida Amancio Alcorta, estaba instalado el local sindical de la SRMU. En esas tres ubicaciones se desarrollaron los principales acontecimientos que desencadenaron la Semana Trágica, del 7 al 14 de enero.

Los obreros exigían la reducción de la jornada de trabajo, de 11 a 8 horas, aumentos escalonados de jornales, la vigencia del descanso dominical y la reincorporación de los delegados que habían sido echados al momento de iniciarse el conflicto. Ese fatídico séptimo día del año, varias chatas rompehuelgas contratadas por Vasena, acompañadas por policías, fueron interceptadas por hombres, mujeres y niños, que los seguían de cerca. Los incitaban a abandonar el trabajo y les gritaban: ‘¡Carneros!’. Los rompehuelgas no se detuvieron. Los obreros y sus familiares comenzaron a arrojarles piedras. Intervino la policía a los tiros. Hubo más de 30 heridos y algunos de ellos, luego fallecieron. Esa misma noche los comerciantes de Nueva Pompeya decidieron cerrar sus negocios al día siguiente, en señal de duelo por los muertos.

¿Conclusión? El miércoles 8, la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) decretó un paro general. A las 15 del 9 de enero comenzó a marchar el cortejo fúnebre de los caídos dos días antes. Eran miles de personas las que lo acompañaron desde Barracas. Al llegar la columna a la esquina de Yatay y Corrientes, algunos integrantes irrumpieron en el Convento del Sagrado Corazón de Jesús, gritando consignas anticlericales. Fueron reprimidos a balazos por policías y bomberos: varios manifestantes murieron. Fascistas de la Liga Patriótica también habían participado en esos incidentes. A las 17 el cortejo llegó al cementerio. Mientras daba un discurso un delegado de la FORA, comenzó el ataque de policías y bomberos que se habían atrincherado en los murallones. Hubo balas por todas partes: fue una masacre y se trasladó a distintos puntos de la ciudad. El gobierno de Hipólito Yrigoyen recurrió al ejército porque la policía se encontraba desbordada. Fue una noche fatal, especialmente en algunos barrios como La Boca. Los medios oficiales registraron ‘40 muertos y centenares de heridos’. La Vanguardia, del Partido Socialista, habló de ‘más de 100 muertos y de 400 heridos’.

El viernes 10, mientras la ciudad empezaba a recuperarse, el gobierno denunció que algunas comisarías habían sido atacadas y comenzó a crecer el poder de la Liga Patriótica. En la noche del 10 al 11 de enero se intensificó la represión. Mientras la matanza alcanzaba su pico, el presidente Hipólito Yrigoyen convocó a todas las partes para terminar con la huelga, la represión y liberar a los detenidos. Los siguientes tres días fueron de negociaciones, aunque también con violencia y más muertes. La realidad es que hubo cientos de víctimas fatales, heridos y miles de expulsados del país bajo las leyes de residencia.

Fuente: Diario Popular.