«Si hay un aspecto que podamos decir que caracteriza a todas las culturas del mundo antiguo éste es, sin duda, el de la esclavitud. La utilización del hombre por el hombre para que realice determinados trabajos a la fuerza es conocida prácticamente desde que empezamos a poseer testimonios escritos.»

Adolfo Domínguez

«Los antiguos esclavos» (Cuadernos de Historia).

Las fuentes documentales del mundo antiguo abundan en referencias a la esclavitud vinculada a eventos bélicos. A menudo, los prisioneros de guerra eran reducidos a la esclavitud por sus captores o los ganadores de las batallas, y obligados a trabajar en tareas militares o civiles, como mano de obra para trabajos de construcción, ingeniería o agricultura. También era común su utilización como criados, para el servicio doméstico.

Existieron además otras fuentes de suministros de esclavos además de la guerra, tales como la sanción penal de los delincuentes: el castigo podía ser la esclavitud como forma ordinaria de indemnización de las víctimas. También se tomó, en ciertas sociedades primitivas, como pago de deudas.

Sin embargo, las grandes pirámides de los monarcas de las Dinastías III y IV no se construyeron mediante ejércitos de esclavos, sino por los «fellahs» (agricultores arrendatarios). Además, estos trabajos eran una forma de cumplir sus deberes con el Estado. En un decreto de Micerino, en relación a los obreros que trabajaron en su pirámide, se lee:

«Su Majestad no quiere que se tome ningún hombre a trabajo forzado, sino que todos trabajen a su satisfacción… (…)».

Los esclavos egipcios recibían anualmente productos de primera necesidad, como lino y vestimenta, además de manutención y alojamiento. En el antiguo Egipto, los esclavos adquirieron ciertos derechos legales. Dependían de sus dueños para subsistir, pero se les permitía intervenir en ciertas actividades tales como testificar en un tribunal.

Existen testimonios que atestiguan que un esclavo podía llegar a poseer alguna propiedad, o incluso explotar un negocio.

Sus amos podían castigarles, pero nunca disponer de sus vidas, al menos esa era la teoría, ya que sólo podían ser condenados a muerte por los sacerdotes.

En varias inscripciones funerarias, podemos ver por ejemplo la concepción del esclavo en capítulo 125 del Libro de los Muertos:

«No cometí iniquidad contra los hombres. No maltraté a las gentes… No comencé el día recibiendo una comisión por parte de las gentes que debían trabajar para mí y mi nombre no llegó a las funciones de un capataz de esclavos… No empobrecí a un pobre en sus bienes… No perjudiqué a un esclavo ante su amo».

El final del Imperio Antiguo se caracterizó por el surgimiento de extensos dominios territoriales, propiedad de templos o de poderosos, que empleaban a una serie de campesinos y obreros, vinculados a la tierra y casi sin posibilidades de liberarse de este lazo. Estos eran jurídicamente libres, pero en la práctica se hallaban en una situación de semilibertad o servidumbre.

Aparte del botín de guerra o donaciones reales, los esclavos podían adquirirse mediante compra a los tratantes que recorrían las ciudades, aldeas y mercados con su mercancía. Para salir de una situación de miseria, o para saldar alguna deuda, existía también la autoventa.

Otra forma de ser esclavo, era por nacimiento, cuando la madre era esclava, aunque el padre fuese libre, y obviamente cuando ambos eran esclavos. También podían alquilarse por determinados periodos de tiempo y para trabajos específicos.

Las construcciones eran obra de trabajadores, libres y remunerados. La mayoría de ellos provenían de familias pobres del norte y del sur de Egipto y eran respetados por su trabajo, es más, quienes morían en la construcción tenían el enorme honor de ser enterrados cerca de sus reyes.

Eran trabajos muy duros. Sólo en la pirámide de Jufu (Guiza) se utilizaron 2,3 millones de bloques de piedra, cuyo peso medio es de 2 toneladas y media, y se contrató a más de 10.000 obreros.

El periodo laboral era de 10 días, con una jornada de 8 horas diarias, y comenzaba al salir el sol. Al acabar, no regresaban a sus hogares sino que pasaban la noche en unas casas provisionales, levantadas al lado del Valle de los Reyes.

El trabajo se organizaba por cuadrillas. Cada una la integraban entre 40 y 60 trabajadores, liderados por un capataz y supervisados por un escriba, quien llevaba la contabilidad en los papiros.

Se anotaba la marcha de los trabajos, el material utilizado, el requerido y los motivos de ausencia de los obreros. Sólo se podía faltar por enfermedad, por el cumpleaños de la madre o por ausencia de la mujer, pero en la práctica había toda clase de excusas: cuidar un burro enfermo, preparar una fiesta, o la muerte de un familiar.

En el pueblo de Pa Demi se encontraba Deir el-Medina, donde vivían los campesinos, divididos por función: obreros, artesanos, médicos, agricultores, etc.

Deir el-Medina (Convento de La Ciudad) fue fundado por Tutmosis I, faraón de la dinastía XVIII. A la entrada del Valle de las Reinas y cerca del de los Reyes, se encuentran los restos del que fuera el más próspero poblado de obreros y artesanos del Antiguo Egipto: Set Maat «El lugar de la Verdad» (nombre egipcio) aunque su nombre árabe es Deir el-Medina (nombre árabe), próximo a la colina de Qurnet Mura, en la ribera occidental del Nilo, frente a Tebas, actual Luxor.

Antes de dar comienzo a cualquier obra, artesanos y obreros firmaban un contrato en el que se ajustaba la duración del trabajo y el salario, que se pagaba en especie, en forma de raciones mayores o menores en función de la categoría de cada cual. Además, las familias cultivaban pequeñas parcelas y criaban cerdos, cabras y ovejas.

A medida que los años pasaban, el Antiguo Imperio, pasó a Imperio Medio, y luego del segundo periodo intermedio, entre 1550 y 1069 a. C. entramos en el Imperio Nuevo y la época Ramésida.

En el Imperio Nuevo la esclavitud fue más voluminosa, al producirse guerras en el extranjero y movimientos de pueblos: abundaron prisioneros de guerra y refugiados en el valle del Nilo.

Deir el-Medina fue un pueblo ocupado por trabajadores bien alimentados que llevaban una vida relativamente acomodada, y que sólo pagaban el impuesto personal, pero no los diezmos.

Deir el-Medina tuvo su mejor época con Ramsés II. La decadencia comenzó con la Dinastía XX, la desorganización hasta el abandono total fue con la Dinastía XXI, que trasladó la capital a Tanis en el Delta y abandonó Tebas. Deir el-Medina ya no tenía razón de ser.

Ramsés III, heredó el reino de su padre, Ramsés IV, y gobernó entre los años 1184 y 1153 a. C. Él fue el último soberano importante del Imperio Nuevo. Además de ser recordado por enfrentar a las migraciones, los piratas y ejecutar majestuosas construcciones, también fue durante su reinado que se produjo la primer acción sindical de la historia, la primer huelga laboral.

Los hechos se relatan en el «Papiro de la Huelga», del reinado de Ramsés III, conservado en Turín, Italia.

La comunidad obrera de las tumbas reales realizó 3 huelgas en el reinado de Ramsés III.

El motivo fue el retraso en el pago de sueldos. En aquel entonces, se pagaba con raciones de alimento.

El gobernador de Tebas y sus seguidores habían interceptado el envío del sustento de los trabajadores: comida y agua.

Tebas había reemplazado a Menfis como capital egipcia. Se estima que en el momento de mayor auge, durante el Imperio Nuevo, pudo albergar más de 650.000 habitantes.

En Deir el-Medina, luego de más de 20 días sin recibir lo que les correspondía, los trabajadores, hambrientos, decidieron abandonar sus trabajos y se lanzaron a las calles a protestar.

Cuatro meses después del 1er. paro, el conflicto se reavivó. La entrega de alimentos se había demorado de nuevo, esta vez 18 días. Los obreros otra vez reclamaron lo que era suyo, pero recibieron partidas insuficientes.

Por esta razón interrumpieron el trabajo y se dirigieron al templo de Thutmose III en Medinet Habu, donde presentaron sus quejas, exigiendo que el propio Ramses III fuera informado.

Ellos proclamaron: «Tenemos hambre, han pasado dieciocho días de este mes… hemos venido aquí empujados por el hambre y por la sed; no tenemos vestidos, ni aceite, ni pescado, ni legumbres. Escriban esto al faraón, nuestro buen señor, y al visir, nuestro jefe. ¡Que nos den nuestro sustento!».

Los sacerdotes tuvieron que soportar duras negociaciones y huelgas intermitentes, y aunque no se conoce cuál fue el desenlace de la situación sí sabemos que a partir de ese momento los robos en las necrópolis se incrementaron notablemente.

Hoy, 14/11/2017 se cumplen 3.169 años, de la huelga que realizó la comunidad obrera encargada de construir las tumbas reales y de familias nobles en el Imperio Nuevo de Egipto, en el año 1152 a.C.