Los 27 miembros de la Unión Europea (UE) y el Reino Unido comenzaron este lunes en Bruselas a abordar las cuestiones de fondo del Brexit, en una segunda ronda de negociaciones que debe determinar las condiciones del divorcio.

Después de una sesión inaugural durante la que las dos partes acordaron la agenda de encuentros y los asuntos prioritarios, ambas partes empezarán a comparar sus posiciones sobre temas más difíciles, como los derechos de los ciudadanos y el pago de las deudas, así como la cuestión irlandesa.

Se trata de la verdadera «entrada en materia», señaló este lunes el negociador europeo para el Brexit, Michel Barnier, cuyo objetivo es «examinar y comparar nuestras posiciones respectivas para avanzar».

A las 09H15 (07H15 GMT), tras un enérgico apretón de manos, el francés abrió la sesión acompañado de su homólogo británico David Davis.

«Es hora de comenzar a trabajar y de hacer lo posible para que estas negociaciones finalicen con éxito», declaró Davis. El objetivo es «identificar las diferencias para tratarlas e identificar las similitudes para reforzarlas».

El negociador británico ya había señalado la importancia sobre la cuestión del futuro de los ciudadanos expatriados, para los que el divorcio entre Londres y Bruselas deja en el aire sus derechos: de residencia, de acceso al mercado laboral, a la seguridad social, etc.

Los dos equipos de negociadores discutirán en grupos de trabajo hasta el jueves, día en el que tendrá lugar una sesión plenaria y una rueda de prensa.

La presión aumentó innegablemente la semana pasada, con la llegada de este nuevo ciclo de negociaciones, programado de manera mensual.

El ministro británico de Exteriores, el euroescéptico Boris Johnson, se dirigió a los europeos desde Londres, asegurando que podían irse «a tomar viento fresco» con la factura del Brexit, que algunos responsables europeos evalúan en hasta 100.000 millones de euros (112.000 millones de dólares).

Una cifra que el ministro de Finanzas británico, Philip Hammond, consideró el domingo «ridícula» y «disparatada», aunque aseguró que el Reino Unido no es «un país que evita sus deudas».

– El tiempo apremia –

«El tiempo corre», advirtió Michel Barnier la semana pasada, si Londres y Bruselas pretenden alcanzar como previsto un acuerdo de salida para marzo de 2019, tras 40 años de unión convulsa.

Solo quedan 15 meses, hasta octubre de 2018, para cerrar las negociaciones, con el objetivo de dejar tiempo para la ratificación del acuerdo final por todas las partes implicadas.

Los europeos, que terminaron sus preparativos de las conversaciones en mayo, se muestran cada vez más impacientes por conocer las posiciones británicas.

Londres publicó el jueves los documentos que precisan su «opinión» sobre varios asuntos clave, pero no sobre la cuestión crucial del pago.

En estos «papeles», los británicos insisten en la necesidad de entenderse durante un periodo transitorio y de comenzar lo antes posible a discutir sobre la situación de la futura relación entre ambas partes.

Una conversación que sin embargo los 27 han dejado condicionada a cuestiones clave como el futuro de los ciudadanos expatriados, la cuestión financiera y la frontera entre la República de Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte.

Igualmente, ambas partes deben centrarse en «distintos» puntos, como la pertenencia a Euratom, la comunidad europea de la energía atómica, la autoridad del Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) o el estatus de los bienes colocados en el mercado único tras la fecha del Brexit.