Unos 45 millones de británicos acudieron este jueves a las urnas para unas elecciones que decidirán el próximo primer ministro y que se presentan como las más reñidas en décadas.

«Estas elecciones me recuerdan a lo que Winston Churchill pensaba de Rusia: una adivinanza envuelta en un misterio dentro de un enigma», resumió Bernard Ingham, que fue jefe de prensa de Margaret Thatcher.

«Es diferente a otras veces, porque no sabemos cuál será el resultado, por eso es más importante que nunca votar», dijo a la agencia AFP Josh Cook, un publicista que acudió a votar a Angel, en el norte de Londres.

Después del cierre de los colegios, se publicará un sondeo a pie de urna, pero los resultados oficiales definitivos no se conocerán hasta bien entrado el viernes.

El actual primer ministro, el conservador David Cameron, o el líder laborista, Ed Miliband, serán los próximos jefes de gobierno, pero las encuestas pronostican que sus partidos no conseguirán la mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes y necesitarán el apoyo de otros partidos para formar gobierno.

En ese contexto, el ascenso de los nacionalistas escoceses de Nicola Sturgeon se ha convertido en el gran tema de campaña porque podrían encontrarse con las llaves del poder en Londres al tiempo que defienden la independencia de Escocia.

«Mi mensaje es que defenderemos a Escocia pero al mismo tiempo buscaremos formar alianzas con gente de todo el Reino Unido para hacer mejor la política en el país», dijo Sturgeon tras votar en Glasgow.

Los demoliberales de Nick Clegg, que ya formaron parte de la coalición liderada por Cameron en esta legislatura, se perfilan también como objetos del cortejo del partido que logre más diputados.

Algunos electores decían estar preocupados porque su voto no acabe ayudando a formar una coalición que no les apetece. Como Alice, 35 años, del próspero barrio londinense de Kensington y Chelsea. «Las coaliciones no me preocupan… bueno, depende de cuáles», explicó a la AFP, precisando que el tema que más le inquieta «son los impuestos».

Cameron votó en Witney, en el condado de Oxfordshire, en el sur de Inglaterra; Miliband en Sutton, en North Yorkshire, en el norte de Inglaterra, y Clegg en Sheffield Hallam, también en el norte.

Están en juego un total de 650 escaños en la Cámara de los Comunes por circunscripciones de Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte. Cada circunscripción comprende a unos 70.000 votantes representados por un miembro del parlamento (MP, como se les llama a secas).

Además, hay elecciones municipales en la mayor parte de Inglaterra, salvo en Londres.

En tanto, según la última proyección del diario The Guardian, publicada antes de la apertura de los colegios electorales, el Partido Conservador logrará 273 escaños, el Partido Laborista 273, el SNP 52, los demoliberales 21 y el Ukip 3.

Las negociaciones para la formación de gobierno no deberían alargarse más allá del 27 de este mes, cuando está previsto el discurso que la reina Isabel II pronuncia anualmente en el Parlamento y en el que esboza los proyectos del primer ministro para los doce meses siguientes.

Si ningún partido obtiene la mayoría absoluta, se da lo que se conoce como «un parlamento ahorcado». El primer ministro y el gobierno de turno se mantendrían en el cargo para el futuro inmediato hasta que prosperen las negociaciones entre partidos para formar una coalición o acordar apoyos puntuales que permitan la supervivencia de un gobierno.

Si hay dos o más fórmulas posibles de gobierno (por ejemplo laboristas más nacionalistas escoceses y conservadores más liberales), los propios partidos deben sentarse a discutir cuál de ellas sería más fuerte en la Cámara de los Comunes.

El actual primer ministro dimitirá cuando esté claro que alguien puede gobernar con garantías, si no es él.
Si la situación se mantiene atascada, podrían tener que celebrarse nuevas elecciones.

«Como las expectativas son que no habrá un claro ganador, no ha habido mucha excitación, al revés que con el referéndum de independencia de Escocia, donde sabías que al día siguiente habría ganado el sí o el no», explicó James Donald, un director de comunicaciones de Dorset, en el sudoeste.

«La idea de otras elecciones antes de Navidad hace que al país le entren ganas de llorar», sentenció.