“Putin es ahora el zar de la energía mundial”, sostuvo Helima Croft, exanalista de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA, en inglés), que dirige la estrategia global de materias primas en el banco de inversión global RBC Capital Markets LLC, según un artículo publicado el viernes en la revista estadounidense Bloomberg.

El referido artículo, escrito por Javier Blas, explica por qué Arabia Saudí perdió su liderazgo mundial en el mercado de crudo, al que lideró durante más de cinco décadas.

Desde que a finales del 2016, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y Rusia acordaron reducir la producción petrolera, Putin se ha convertido en la figura más influyente del grupo. Moscú sin duda va a jugar un papel clave el próximo 30 de noviembre cuando los países miembros y no miembros de la OPEP discutirán la prolongación de ese acuerdo hasta finales del 2018.

Una alianza mutuamente beneficiosa

Desde que Rusia se alió con la OPEP, Putin se ha convertido en la figura más influyente del cartel, que se refleja en una política exterior diseñada para contrarrestar la influencia de EE.UU. en todo el mundo a través de medidas económicas, diplomáticas, militares y de inteligencia. Esa estrategia, respaldada por la vasta riqueza de recursos naturales de Rusia, parece estar funcionando, señala Bloomberg.

Pero a la monarquía saudí —el mayor productor de petróleo en el mundo— no le gusta la prolongación de este acuerdo. Por un lado, está descontenta con la extensa carga de los recortes asumidos, y por otro, dice que no todos los firmantes del convenio cumplen con ello.

Sin embargo, “los saudíes necesitan un gran socio productor de petróleo para influir de manera efectiva en el mercado, mientras que para Rusia se presenta una gran oportunidad para jugar un mayor rol geopolítico y económico en Oriente Medio”, analiza Edward C. Chow, miembro del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington.

El analista opina que esta alianza beneficia a ambas potencias, sobre todo si acuerdan prolongar el acuerdo de recortes de producción de crudo, entonces podrán evitar que los precios se disparen lo suficiente, con lo que frenarían las ambiciones de EE.UU. de producir más petróleo de esquisto.

Aunque a Arabia Saudí no le gusta compartir las decisiones de producción con Rusia —un cercano aliado de Irán—, se ve obligada a hacerlo para recuperar su economía al borde de colapso. Además, la cúpula gobernante en Riad depende ahora más que nunca de Rusia cuando afronta una crisis interna debido al polémico operativo anticorrupción —lanzado por el príncipe heredero Mohamad bin Salman—, que incluyó la detención de decenas de miembros de la familia real.