Por: Alejandro Maidana 

“El pueblo Mocoví es como la naturaleza misma de este lugar, somos los paisanos santafesinos“

De esta manera iniciaba la charla con Conclusión José María Iñet, autoridad máxima Mocoví en la provincia de Santa Fe. Un recorrido maravilloso sobre la historia de un pueblo con bajo perfil pero de enorme legado.  En tiempos de una profunda globalización y aceleración del consumo, ponemos un freno para adentrarnos en un pedazo de historia de nuestra provincia, y de los Tratados que existen y suelen violarse.

— ¿Cómo define al pueblo Mocoví de nuestra provincia?

— En su momento se hablaba de paisanos santafesinos para imponer la idea de que acá no había indígenas, y que estaban todos en Chaco. La única verdad es la realidad, y los que nacimos en los pajonales fuimos nosotros. Lo de tratar de invisibilizarnos pasa por nuestra postura ante la sociedad, ostentar un bajo perfil, somos bastantes blancos y hablamos muy bien el castellano.

— ¿Podría marcarme algunos rasgos que los diferencien del resto?

— Nuestra gente se caracteriza por su buen sentido del humor, somos un pueblo muy alegre. No traen consigo muchas broncas porque conocen mucho de su propia historia, nunca hemos sido tontos, entendiendo que eso es bueno. Formamos parte de los lanceros de Belgrano, de San Martín, y acá se derriba uno de los tantos mitos. Cuando te muestran fotos de los granaderos bien vestidos montados en unos caballos imponentes se incurre en una notable falacia. Estaban en su gran mayoría descalzos, algunos casi desnudos y solo se podían observar dos o tres uniformados. Entre ellos Don José de San Martín que ni caballo blanco tenía, lo que implicaba que podían matarlo tranquilamente.

— ¿Cuánto tiempo llevan siendo parte de estas tierras?

— Según nuestra memoria histórica nuestro pueblo tendría 7.417 años, el resto son escritos que van tomando diferentes formas de acuerdo quién le ponga su pluma. La primavera nos regala el florecer del aromito, y es ahí en ese preciso momento que festejamos nuestro año nuevo. Nuestros hermanos están morando en tierras santafesinas y en el sur del Chaco por ejemplo en Charata.

— ¿Conservan ese lazo histórico con las tareas rurales?

— Desde ya, fuimos los que juntábamos el algodón y hasta el día de hoy seguimos vinculados a las tareas rurales. En el sur de Santa Fe hay más de 15 mil indígenas Mocovíes trabajando, riendo y sociabilizando. Es por eso que en su gran mayoría pasan desapercibido, si vos no le preguntas él no te va a decir de donde proviene su linaje, no por algo en especial, solo porque no le hace falta.

— Las diferentes problemáticas que acarrean las comunidades indígenas en nuestro país no cesa. ¿Qué visión tiene al respecto?

— Los hermanos del norte sufren la opresión porque ellos tienen pruebas de derecho, entonces la desatención que ejerce el Estado para con ellos despierta, en muchas oportunidades, la represión y el sometimiento al trabajo esclavo o directamente el hambre. Existen tratados internacionales que abrazan a estos pueblos de derechos, pero el desconocimiento de los mismos los condena, en el monte pocos ven lo que pasa, y los derechos humanos brillan por su ausencia. En el sur la cosa es diferente, con los Aonikenk (Gente del sur) sucede algo igual de macabro pero de diferente autor. A ellos los estigmatizan de ser chilenos y a través de eso los despojan de su territorio sin ahorrar en muchas oportunidades de palos. La pregunta que deberíamos hacernos es porque a ellos los acusan de ser del otro lado de la cordillera, mientras que a Benetton no le piden documentos de procedencia para quedarse con gran parte del sur.

— ¿Para poder recuperar derechos cercenados es necesario cuidar el método de negociación?

— No soy quién para juzgar los métodos de lucha que utilizan pueblos hermanos. Pero en muchas oportunidades se debe proteger la negociación que se está llevando a cabo. Hay que entender que con el convenio 169 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) o la declaración universal de pueblos indígenas no fue una casualidad. En un año tan particular como lo fue 1976, en Ginebra un número reducido de indígenas pudimos lograr lo antes mencionado “hablando” su idioma. Recuerdo que tenía sólo 20 años y cuando me preguntaron ¿Por qué Naciones Unidas debería tratar la problemática de las poblaciones tribuales y semitribuales? Yo les respondí porque no pueden darse el lujo de perder nuevos clientes, en ese momento se nos abrió la puerta. Después si podríamos cumplir como clientes es otros temas, pero ellos entendieron ese idioma.

— No está conforme con el término “comunidad” cuando se hace referencia a las poblaciones indígenas. ¿A qué se debe esto?

— Esa fue una discusión que se dio en el año 1983 en Argentina. Se debe a que nosotros en el tratado con el Rey de España, el pueblo Mocoví no es pueblo Mocoví, es la gran Nación Mocoví del gran Chaco Gualamba, eso éramos. Pero para que eso no tuviera tanto peso, lo achicaron al término comunidades, asentamientos, y te meten la democracia en un lugar que no es así, te eligen si estas embasado.

— Recorrió el mundo participando de un número importante de reuniones. ¿Qué relación tuvo con Nelson Mandela y Rigoberta Menchú?

— La mejor, Nelson fue un gran amigo, una persona inmensa al que le recuerdo siempre una frase inspiradora que fue esta: “Cuando estuve en la cárcel hermano, aprendí a extender bien la cama”. Rescataba siempre lo positivo de las cosas, respondió con el lomo lo que sostenía con la lengua. Un tipo sencillo por demás, las grandes personalidades saben apretar la mano. Rigoberta es divina, nada mas merecido que el premio nobel de la paz que recibió en 1992, por mujer, por indígena, porque representa muy bien el sufrimiento de los pueblos.

No alcanza una sólo nota para volcar todo el conocimiento y las vivencias de una autoridad indígena con tantos kilómetros recorridos. Se lo puede cruzar con la tradicional ropa que usa el “hombre blanco”, sostiene que vale la pena hacer el sacrificio de calzarse un saco y una corbata. Amigo de Mandela y dueño de un carisma digno de un Mocoví, sueña que aquellos que hoy nos oprimen, puedan ser tocados en sus sentimientos para cambiar una realidad incómoda para la gran mayoría