Por Carlos Duclos

Hombre clave en el gabinete municipal, y candidato a largar en la pole position en la carrera al Palacio de los Leones en 2019, Pablo Javkin asumió la Secretaría General del Ejecutivo local en 2015 luego del ajustado triunfo de Mónica Fein por sobre la macrista Anita Martínez que le permitió al Frente Progresista retener la intendencia de Rosario.

El punto de inflexión, sin dudas, fueron las elecciones primarias de ese año que impulsaron al oficialismo a otorgarle más protagonismo en la gestión a la Coalición Cívica y al radicalismo, demanda histórica de las fuerzas aliadas del Frente.

Javkin, ex diputado nacional, dialogó en una extensa charla con Conclusión sobre varios temas. Reconoció que le “gustaría” ser intendente, y que no expresarlo “sería hipócrita”. Dijo que Rosario debe “tener mayor noción de las peleas por los recursos”, y que será clave potenciar “la multimodalidad de nuevos transportes eléctricos, urbanos, interurbanos, y tranvías».

El funcionario aseguró que “independientemente de la necesidad de obras de infraestructura”, los rosarinos se merecen un debate en torno al déficit en el cumplimiento de las reglas, y afirmó que “Rosario es plebeya en sus sectores políticos, y también en su sector privado. La ciudad tuvo un crecimiento impresionante. Hace 20 años nadie hubiera soñado que haya turismo”.

Además, dio su punto de vista sobre el escenario político a nivel nacional, se refirió a la “grieta”, e hizo un recorrido histórico en el cuál analizó que “probablemente la Semana Santa del 87 terminaba en golpe si no fuera porque sectores del peronismo habían transformado su pensamiento democrático”.

—¿Te gustaría ser intendente?

—Sí, claro, me gustaría. Fui precandidato a intendente y estoy trabajando en un ejecutivo local y creo que cualquiera otra respuesta sería hipócrita.

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—Quien tiene el propósito de llegar a semejante situación también tiene en mente dos o tres proyectos que son la espina dorsal. ¿Cuáles serían los tuyos?

—La ciudad hoy tiene y tuvo un plan estratégico durante mucho tiempo que permitió construir la gran arquitectura de la ciudad. La primera cuestión es la mirada en lo barrial. El otro punto tiene que ver con poder recuperar la capacidad creativa a mayor escala. El articular el sistema educativo con el potencial productivo y hacer de Rosario una ciudad de vanguardia en eso. Y, en tercer término, hay un desafío muy grande en materia de transporte y es potenciar la multimodalidad de nuevos transportes eléctricos, urbanos, interurbanos, y tranvías.

—Mencionaste tranvías, trenes, y nuevos transportes eléctricos. ¿Ves algo concreto en ese sentido?

—Deberíamos poder recuperar las viejas líneas en las cuales Rosario fue pionera. Hay proyectos como la línea Q que va a estar en funcionamiento a partir de marzo o abril. Si tenemos suerte con el endeudamiento una de las cosas definidas es invertir en dos líneas de trolebuses. En materia ferroviaria no tengo dudas que desde Rosario Norte podríamos llegar hasta Cañada de Gómez, atravesando el Aeropuerto, Funes, Roldán. La trama del ferrocarril ofrece una alternativa de traslado que la ciudad debería aprovechar.

—De alguna manera planteas una ciudad-estado, o ¿es un sueño?

—Debemos tener mayor noción de las peleas por los recursos. Rosario es una ciudad-estado por su presencia en el área metropolitana, pero no lo es en relación a la cantidad de recursos con los que dispone. Córdoba arrancó este 2017 con un presupuesto de 20 mil millones contra 13 mil millones de Rosario, dos ciudades de escala similar. A eso hay que sumarle que Córdoba cuenta con 150 millones de dólares de endeudamiento que gestionaron con el Banco Municipal de Rosario. Nosotros todavía no podemos avanzar en un consenso en relación a los recursos, y al shock de infraestructura que la ciudad necesita. Pavimento definitivo, mejoramiento de la seguridad de los 29 centros comerciales, estructuras dentro de los barrios para mejorar la vida social, y todavía estamos en un grado del debate muy chico. En la lógica de que no se nieguen los problemas, nos fuimos a la idea de que algunos problemas solo existen en Rosario.

—¿Cómo se pueden concretar todas esas propuestas en una sociedad que vive bajo un contexto de grieta?

—Creo que Rosario en ese sentido tiene una cultura diferente. Es un gran desafío para quienes quieran construir una propuesta política hacia adelante. No se puede construir una mejor ciudad quitándole recursos. O comprando un discurso de grieta que para defender al gobierno se critique a Rosario. El Estado nacional le debe dinero a la provincia. Menos recursos es menos infraestructura para la ciudad, y eso los sectores sociales lo tienen mucho más claro que muchos espacios políticos.

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—¿Te preocupa la mediocridad en el ámbito político y dirigencial?

—Me preocupa la lógica en la cual la política se “caranchea” en lugar de fijar objetivos de crecimiento hacia adelante. Ese es un lujo que la política jamás se puede dar, y menos en un contexto de tanta brecha social. En momentos de enojo la gente canaliza sus expectativas políticas por opciones irracionales. No noto que eso exista en Rosario, pero sí que hay una tendencia a adquirir esa metodología. Algo similar sucede en la lógica de los medios, captados en una idea de inmediatez.

—El hacer política a costa de la “caída” del otro…

—Es difícil construir sociedades más pacíficas y más seguras si la política adquiere un grado de negación del otro en el debate tan alto. También sucede cuando los oficialismos niegan críticas y reaccionan mal frente a cuestionamientos que tienen mucha base de razón. Rosario en general es cuna de grandes hacedores en la política, con niveles muy altos de honestidad. Sin tener grandes organismos nacionales presentes en la ciudad, Rosario tuvo un crecimiento impresionante. Hace 20 años nadie hubiera soñado que en la ciudad haya turismo. Somos una ciudad plebeya en sus sectores políticos, y también en su sector privado. Eso se hizo en base a esfuerzo y no es un slogan. Ese corazón no se puede perder.

—A nivel nacional se sabe quién es el oficialismo, pero no se conoce bien quién es la oposición. ¿Es correcto? ¿Es bueno o malo que así sea?

—Es correcto, es lógico transitoriamente, pero malo si se extiende en el tiempo. El balotage terminó 51 a 49 por lo que esa grieta de la que hablábamos también se manifestó electoralmente. Posterior a eso se inició un cambio de gobierno, y eso hizo que todas las fuerzas deban reconfigurarse. A eso hay que sumarle que es una anomalía, que el peronismo este fuera del poder. Entonces organizar una oposición es difícil. Siempre fui muy alfonsinista y viví con dolor como terminó ese proceso, pero fue muy positivo que el peronismo encontrara una renovación democrática. Probablemente la Semana Santa del 87 en Argentina terminaba en golpe de estado si no fuera porque sectores del peronismo habían transformado su pensamiento democrático. En este contexto es un doble desafío edificar una alternativa de centro izquierda a nivel nacional.