Por Pablo Bloise

Con más de 35 años de trayectoria en el humor y los medios, Juliovich repasa toda una vida compartiendo aire y minutos con grandes personalidades del periodismo y del país. Rápido y picante para responder, se hizo un lugar entre los grandes y su nombre es toda una institución en la ciudad.

Televisión, revistas y, sobre todo, una gran carrera en la radio. Tanto en Buenos Aires como en Rosario. Su particular estilo impactó tanto que movilizó hasta al mismísimo Negro Fontanarrosa, con el que encarnó una amistad que se tornó inseparable.

El trabajo lo llevó a codearse con grandes del periodismo como Jorge Guinzburg. “No podía cobrar porque no tenía domicilio en Capital Federal. El me cedió su dirección. Fue una gran persona, siempre lo admiré muchísimo”, recuerda Juliovich.

– Decís que no te da la pinta, pero estuviste en televisión…

– Sí, obvio. Yo hacía un programa llamado “Aplausos”, que todavía lo sigue haciendo Roberto Lara. Se convocaba a gente del interior que cantaba y yo los presentaba junto con él. De smoking y moño. Tenía una facha bárbara en realidad.

 – ¿Hace cuánto?

– Hace mucho, mi historia comenzó hace 35 años. No tengo exactitudes, pero fue como hace 20 años. También hice otro programa sólo.Salía todos los días en Canal 3. Presentaba a artistas de Rosario, duraba 5 minutos, pero era lindo.

– ¿Y en radio?

– Comencé en LT8, en un programa que se llamaba “Prohibido Detenerse”, estaba con el Negro Moyano Vargas y Conforti, entre otros. En una hora, era una cantidad de noticias en una velocidad infernal. Lo hice con mucha gente que ya no está, pero con un talento terrible.También estuve en la primera etapa del programa “Los Mejores”, uno de los de más audiencia de Rosario. En la radio y en Canal 5, con Carlos Serrano, un amigazo y un talentoso bárbaro. Y entre todas esas cosas tuve la oportunidad de publicar en revistas de la mano del Negro (Fontanarrosa).

– ¿Cómo surgió esa amistad?

– Fue como una historia de amor. Nos conocimos de casualidad en un bar. Y de ahí, tuvimos buena sintonía y no lo deje descansar. Iba dos veces por semana a la casa. Le llevaba todas mis cosas y un día me dijo no sé si lo que hacés es bueno, pero la producción que tenés es increíble. Tengo mucho afecto por la madre y la hermana. Tomábamos café y charlábamos, íbamos a mirar partidos de Central juntos. Fue a mi casamiento, me hizo caricaturas de mi familia y muchas cosas. Fue un gran amigazo. Nunca lo divulgué, pero lo quería mucho.

– ¿Y por qué decís que de la mano de él comenzaste a escribir?

– El Negro me dio una mano para aparecer en la revista Hortensia en Córdoba. Publiqué en Mengano y también, que contradecía lo que yo hago porque yo no puteo en mis chistes, publiqué en Humor Chancho. A raíz de la revista Hortensia, me llaman de Buenos Aires porque necesitaban a alguien que hiciera frases cortas. Y comencé a trabajar con Guinzburg, escribiendo en un programa de radio Rivadavia.

– ¿Cómo era tu relación con Jorge?

– De amistad con mucho afecto. Yo vivía en la casa de mi tío, que quedaba en Martínez. Y para cobrar en la radio, necesitaba tener domicilio en Capital Federal y Jorge me prestó su dirección. Desde ahí entablamos una relación maravillosa. Era una persona increíble. Cuando vino a Rosario, vino de invitado a nuestro programa. Fue muy especial y muy importante para mí.

– ¿Cómo te encontró Buenos Aires?

– Estuve sólo un año. Ese fue mi gran error. Quique Pesoa, mi gran amigo con el que hice radio, cuando se fue a Buenos Aire se llevó una locutora de Rosario. Eso era fundamental. Allá tienen otro estilo. Esperan el cuento largo, y lo mío es humor rápido. De todas formas, entablé una gran amistad con Guinzburg, y surgió la posibilidad de trabajar con él en “La noticia rebelde”, pero ya estaba de vuelta en Rosario.

– ¿En Rosario? ¿Qué pasó?

– No es fácil la soledad. No me podía volver todas las semanas porque era un gasto enorme. Imagínate ahora. Antes llevaba la foto de mi mujer en la billetera. Ahora, llevo la foto de la billetera (risas). No me la banqué. No tenía a nadie con quien hablar después del programa. Se apagaba la luz roja y cada uno se iba para su lado.

– ¿Te arrepentís?

– Y, qué se yo. El destino a veces te hace estas jugadas. Pero estoy conforme con lo que hice. Las cosas que no se dieron, no se dieron. 

 – ¿Y qué fue de tu vida después de eso?

– Me vine a Rosario y hasta hace 2 años hice radio. Cinco días antes de cambiar la programación, el director, que ni me acuerdo cómo se llama, me dijo que mi programa no estaba contenido en la nueva programación. Cinco días antes. Yo no lo podía creer y le dije si yo no estoy en la programación, es porque a vos no te gusta lo que hago. Si es así, me quedo tranquilo. Yo me preocuparía si a vos te gustara. Esa fue mi última palabra, y ahora acá estoy. Tengo nuevos proyectos, porque intento no quedarme y seguir produciendo.