Los primeros veinte días de gobierno de Mauricio Macri bastan y sobran para saber que la Argentina empezó a dar un fuerte viraje político, económico y social. Fue un arranque atolondrado, de choque, de roturas y quiebres. Se nota cierto apuro por darle a la gestión de Cambiemos una impronta de restauración neoliberal en contraste con los doce años de kirchnerismo, período en el que, con errores y aciertos, se ampliaron derechos a favor de las mayorías populares. En el gobierno de Macri, como ya quedó a la vista, es al revés: se amplían derechos a favor de pudientes minorías.

Desde el 23 de noviembre, tras un ajustadísimo triunfo en el primer balotaje de la historia política argentina, donde quedó claro que prevaleció el voto anti (K) y no a favor de (Macri), el ex presidente de Boca Juniors empezó a pagar favores a los poderes fácticos que tanto hicieron para que él y su equipo llegaran a la Casa Rosada. Esos favores por decreto fueron una revolución de alegría para sectores concentrados de la economía. También marcaron un avasallamiento institucional pese a mostrarse como defensores acérrimos de las instituciones de la República, una pose de derecha que suele acompañar la izquierda liberal.

Macri asumió la presidencia el 22 de noviembre y cuatro días después anunció la eliminación de retenciones a las exportaciones de trigo, maíz, sorgo, carne, pesca y economías regionales. Para la soja, la rebaja impositiva fue de 35 a 30 por ciento. Pero no se quedó ahí. Trascartón, el gobierno anunció la flexibilización de medidas para importar y se espera desde enero una rebaja en subsidios a tarifas de luz, gas y agua.

A los pocos días, el ministro de Hacienda Alfonso Prat Gay anunció con alegría la eliminación del mal llamado cepo al dólar y la unificación del mercado cambiario: como resultado  el billete verde saltó de 9,80 a casi 14 pesos, una devaluación de más del 35 por ciento en un día, con el consecuente impacto inflacionario y pérdida del poder adquisitivo de los salarios, pensiones, jubilaciones y asignaciones sociales. Es un típico modelo de ajuste ortodoxo a la vieja usanza, cuyas severas consecuencias empezaron a asomar pero se mostrarán en plenitud con el correr de los meses.

El decreto es un instrumento de gobierno, del que Macri hizo uso y abuso, dejando al Congreso como un edificio decorativo de la democracia y burlando la mayoría legislativa del Frente para la Victoria. A la ex presidenta Cristina Fernández los medios hegemónicos la masacraban cuando firmaba ocasionalmente algún DNU, sin embargo a Mauricio Decretazo Macri lo aplauden con entusiasmo.

Los tópicos de campaña quedaron disueltos con las primeras acciones de gobierno. La institucionalidad, el republicanismo, el diálogo, los buenos modales, el objetivo de “pobreza cero” enseguida pasaron al recuerdo discursivo. La realidad de los primeros pasos de Macri como presidente de la Nación es bien distinta: decretos para todos y todas, designación a dedo de dos jueces de la Corte, censura mediática a opositores y voces disidentes con su gestión, presión para que funcionarios que venían del gobierno anterior renuncien, represión a trabajadores que protestaban en defensa de sus puestos de trabajo y por el atraso salarial, intervención a la Afsca, el ente encargado de aplicar y regular la ley de medios, la norma más discutida de los últimos tiempos y aprobada por una amplia mayoría en el Congreso, resistida por el grupo Clarín.

Para pensar el rol de los medios hegemónicos, que nada dicen de lo que está pasando en concreto con las principales medidas del gobierno de su amigo Macri y mucho hacen por seguir desprestigiando al kirchnerismo con burdas operetas, basta con preguntarse: ¿Qué hubieran dicho si todo esto lo hacía Cristina? Militantes y simpatizantes del kirchnerismo, más otros sectores en desacuerdo con el macrismo, se reagrupan en un bloque social que se muestra movilizado, ocupando calles y plazas.

Con las inundaciones en el Litoral como telón de fondo, Macri igual se tomó vacaciones en la localidad turística neuquina de Villa La Angostura, donde posó junto a su mujer Juliana Awada y su hija Antonia para sacarse la foto familiar. Los asesores le dijeron que mejor se saque la foto en las zonas afectadas por el desborde del agua: entonces sobrevoló en helicóptero las regiones inundadas, mostró rostro de preocupación y fingió sensibilidad, pero enseguida retomó sus vacaciones a la vera de los bellos lagos patagónicos, donde se enteró que la Justicia lo sobreseyó de la causa por escuchas ilegales en la que estaba procesado.

El 2015 fue complicado por el recrudecimiento de la crisis internacional y el frenazo de Brasil. Algunas variables económicas reflejaron los problemas, como la caída del superávit comercial y el estancamiento industrial. No obstante, con políticas estatales anticíclicas y expansivas que hicieron foco en el mercado interno y el consumo, la economía durante el año creció un 2 por ciento.

En el último tramo de 2015, recambio presidencial mediante, se desvirtuó la marcha de la economía de corte keynesiano y viró hacia una de libre mercado. El calendario marca el comienzo de otro año, en un contexto político, económico y social desesperanzador para las mayorías populares. No es una profecía, es la realidad a partir de decisiones políticas específicas. El modelo M es viejo, atrasa, tiene gusto a rancio. Los deseos para que perduren conquistas y avances de la última década se suman al brindis por el Año Nuevo.