Por Carlos del Frade

-Dale a mansalva…

Esa fue la orden que dio Ramón “Monchi” Machuca, uno de los jefes de la principal banda narco rosarina, aquel 15 de mayo de 2013.

-Dale a mansalva…

Los sicarios entendieron el mensaje y dispararon sin piedad contra el domicilio de Conscripto Berardi al 6600. Uno de los balazos le rompió el pecho a Lourdes Cantero, de solamente catorce años. El problema era que, según entendía la banda de Los Monos, desde ese domicilio le hacían la competencia en la venta de cocaína a uno de los suyos.

-Dale a mansalva…

Fue el momento más profundo de la primera audiencia del histórico juicio a la banda que conformó un gobierno de facto en la zona sur rosarina desde la segunda mitad de la primera década del segundo milenio hasta no hace mucho tiempo atrás.

Los fiscales pidieron 41 años de prisión para el mediático “Monchi” Cantero de solamente 34 años. Treinta y cinco acusados de asociación ilícita por la justicia provincial en un proceso que comenzó casi tres horas después de lo previsto porque los principales cabecillas se desnudaron, rompieron sus ropas e impusieron condiciones. No solamente tuvieron poder para embarrar el inicio del juicio sino que además lograron que vuelvan todos al penal de Piñero, muy cerca de la ciudad de Rosario, donde quieren estar, donde no hace mucho tiempo se comprobó que seguían manejando el negocio de la venta de cocaína y marihuana en distintos lugares de la ex ciudad obrera.

De los treinta y cinco acusados, solamente nueve terminaron la secundaria. La mayoría de ellos, integrantes de las fuerzas de seguridad.

Los fiscales hablaron de los “proveedores de impunidad”, una figura adecuada para esos numerarios de la policía de Santa Fe, Federal y Prefectura Naval.

También sostuvieron que el gran negocio de la banda fue “rentabilizar” la violencia, extraño verbo de dudosa existencia en la hermosa lengua castellana pero que se entiende. El principal negocio de la banda fue vender violencia a quienes lo pidieran. En las próximas audiencias, se supone, aparecerán los nombres de los compradores del servicio que ofrecían Los Monos.

-Dale a mansalva…

Esa fue la orden del Monchi cuando tenía solamente treinta años y no le importó para anda que la consecuencia de su capricho terminara con la existencia de Lourdes Cantero de solamente catorce años. “Desprecio por la vida”, fue el concepto utilizado por los fiscales. Mucho dinero y desprecio por la vida.

¿Quién le hizo creer a Monchi, de solamente treinta años en aquel momento, que podría despreciar la vida de cualquiera contar de seguir con el negocio de vender violencia a quienes lo pidieran?.

Los abogados de los 35 imputados de formar parte de la asociación ilícita de Los Monos plantearon la nulidad de todo lo actuado por supuesta parcialidad de dos de los jueces que están llevando adelante el proceso. En esas primeras horas de la mañana, cuando ya habían logrado el cambio del lugar de detención, la postergación del inicio del juicio y cuestionaban la totalidad del desarrollo en los tribunales provinciales de Rosario, la sensación era de un poder que estaba muy fuerte, más allá que los principales integrantes de la banda estuvieran presos. Un poder que, además, parecía proceder de personas que no estaban en las nuevas instalaciones del edificio de la justicia penal rosarina.

¿Aparecerán esos nombres en las próximas audiencias?.

¿Serán esos nombres por ahora ocultos los que expliquen el desprecio por la vida del Monchi Machuca?.

Mientras tanto, Lourdes, que ahora tendría hermosos y luminosos dieciocho años, forma parte de una lista todavía incompleta de sangre adolescente derramada en forma paralela a millones de pesos acumulados cuyo destino, por ahora, se ignora.

Del otro lado de las paredes del nuevo edificio, la ex ciudad obrera sigue su ritmo habitual, la continuidad de una historia que hace rato dejó de ser la soñada por los padres de Lourdes y otros tantos como ellos.

Esa pesadilla que arrastró la vida de la niña de catorce años sigue vigente más allá de la detención y segura condena para el que dio la orden con alevosía y fenomenal deprecio por la vida, un muchacho que entonces tenía treinta años y disparó: “Dale a mansalva”.

Ese poder que estuvo sintetizado en esa frase es el que debería ser descifrado y denunciado en el juicio. Habrá que ver si eso está permitido o todo será una ficción como impostó uno de los más inteligentes abogados defensores de la organización narcocriminal.

Fuente: Presencia durante diez horas en la audiencia del juicio a Los Monos del autor de esta nota que, además, es autor de los libros “Ciudad blanca, crónica negra”, “Geografía narco”, 1 y 2 y “Narcomafias”.