“Estudio en la calle (lo que equivale a decir en la naturaleza). La técnica se perfecciona en la calle y se pone en práctica en el «set». En el cine argentino hemos llegado al momento de empezar a dar contenido y que las películas no sean solamente forma, imagen fotográfica, movimiento de cámara y música. El cine argentino se salvará con contenido y personalidad. Es la voz de orden. ¡Y que nos dejemos de efectos fotográficos!”. La cita es de Mario Soffici, el director, actor y guionista de cine ítalo argentino de cuyo nacimiento se cumplen hoy 117 años.

Mario Emilio Soffici nació en la ciudad italiana de Florencia el lunes 14 de mayo de 1900. Cuando tenía 9 años su familia viajó a la Argentina y se radicó en Mendoza, donde comenzó a trabajar a los 12 años. “El hecho de haber salido bien tempranamente a la calle marcó profundamente su sensibilidad: observaba atentamente los caracteres de la idiosincrasia humana, el impacto de los reveses en los hombres de la época, los matices del comercio, el bullir de la Argentina que en algunos segmentos sociales nadaba en la abundancia y en otros sólo era sinónimo de precariedad material”, cuenta

Miguel Grinberg, en su libro Mario Soffici (Centro Editor de América Latina, 1993). Y añade: “Además de observar, registraba todo como una máquina de fotos (que no tenía ni conocía) intuyendo que todo eso era importante. No se equivocaba, ya que sería la argamasa de lo que alguna vez plasmaría en sus películas. Ni imaginaba entonces que un invento de los hermanos Lumière en Francia sería un día la fuerza motriz de su ser y estar en el mundo”.

La magia del circo

Al cumplir 15 años, como otros grandes cineastas del siglo XX, Soffici quedó alucinado por un descubrimiento: el mágico mundo del circo, en el que un año después hizo sus primeras actuaciones como tony, prestidigitador e ilusionista. Mientras, leía todo lo que podía, hasta que descubrió el mundo de “las tablas”.

En 1924 ya había logrado triunfar con un par de obras teatrales cuando se produjo su primera experiencia fílmica con la obra Muñeca de Armando Discépolo. Soffici se recibió de técnico electrónico, pero a los 28 años ya era palabra mayor como actor en los escenarios porteños, con obras de Pirandello y Molnar. Y un año después fue aclamado por los críticos teatrales en España durante una gira de la compañía de Enrique de Rosas, en la que era primer actor.

Fue en el marco de esa gira que conoció en Barcelona al director cinematográfico José

Agustín Ferreyra. Ambos quedaron fascinados con la irrupción el cine sonoro y se propusieron aprender la técnica y filmar cuando volvieran a Buenos Aires. De regreso, Soffici actuó bajo la dirección del Negro Ferreyra en Muñequitas porteñas (1931) y luego con Enrique Larreta en El linyera (1933).

Pasión por dirigir

Cuando Ferreyra lo convocó para otra película, Soffici le dijo que no le interesa ser actor, sino director y le propuso aceptar el papel sin cobrarle: a cambio de que le diera lecciones de dirección.

De ese modo, Soffici comenzó a estudiar cine desde el punto de vista técnico. A diferencia de Manuel Romero (quien rodaba rápidamente), él fue minucioso y obsesivo a la hora de filmar. Soffici poseía, sin embargo algo más que rigor cinematográfico: lo guiaba la voluntad de indagar en los temas nacionales con un gran respeto hacia los valores culturales, evitando fáciles esquematismos. Esas características se ven reflejadas ya claramente en Viento Norte (1937), un drama rural sobre los conflictos sociales y humanos del peón de campo. También expone su sello en Kilómetro 111 (1938), un film en el que aborda la explotación que ejercían los intermediarios acopiadores sobre los agricultores, en el marco colonial del manejo de los ferrocarriles nacionales. Luego vino Prisioneros de la tierra (1939), “una abierta denuncia de la explotación inhumana en los yerbatales, a la cual se incorpora la propia naturaleza como una protagonista más del drama”, dice el estudioso Octavio Getino, en su libro Cine Argentino, entre lo posible y lo deseable. Prisioneros de la tierra es la película que consagra a Soffici como director de cine “social”. Y una mención especial merece El camino de las llamas (1941), filmada en Mendoza, en un escenario que Soffici amaba: el interior del país, el aire libre y la naturaleza.

Mario Soffici dirigió 40 películas y también trabajó como actor y como supervisor en algunas películas de Argentina Sono Film. Con la producción de ese estudio se produjo en 1934 su debut como director con El alma del bandoneón, protagonizado por Libertad Lamarque, Domingo Sapelli y Santiago Arrieta y música de Enrique Santos Discépolo.

Entre su vasta producción como director se destacan: Puerto Nuevo (1935), Kilómetro 111 (1938), Prisioneros de la tierra (1939), Héroes sin fama (1940), Tres hombres del río (1943), Celos (1946), El extraño caso del hombre y la bestia (1950), Barrio gris(1954) y Rosaura a las diez (1957).

En 1961 dirigió su última película: Propiedad, basada en un cuento homónimo de Dalmiro Sáenz.

A lo largo de su extensa carrera dirigió, entre otros, a Libertad Lamarque, Santiago Arrieta, Pepe Arias, Sofía Bozán, Enrique Muiño, Elías Alippi, Ángel Magaña, Francisco Petrone, Floren Delbene, Eva Duarte, Hugo del Carril, Armando Bo, Orestes Caviglia, Alberto Closas, Zully Moreno, Amelia Bence, Aída Luz, Pedro López Lagar, Santiago Gómez Cou, María Rosa Gallo, Ana María Campoy, Olga Zubarry, Carlos Thompson, Guillermo Battaglia, Tita Merello, Alberto de Mendoza, Sergio Renán,

Roberto Airaldi, Ernesto Bianco, Luis Arata, Ubaldo Martínez, Juan Verdaguer, Susana Campos, Luis Sandrini y Tato Bores.

En 1973, con el retorno transitorio de la democracia, el presidente peronista Héctor José Cámpora designó a Hugo del Carril y a Mario Soffici para dirigir el Instituto Nacional de Cinematografía.

En esa breve “primavera” camporista el Instituto, operativamente a cargo de Soffici, desarrolló una importante tarea para revitalizar el cine nacional, prácticamente destruido por las dictaduras militares de Juan Carlos Onganía y Alejandro Agustín Lanusse. Se elaboró un proyecto de Ley de Cine que fomentaba la producción nacional y apuntaba a reconquistar los mercados hispanoparlantes, se preveía la producción regionalizada, la capacitación de los técnicos y estudiantes en circuitos de exhibición en Latinoamérica.

Al año siguiente, en 1974, Soffici decidió también abolir la censura que hasta entonces se había mantenido tanto en la producción nacional como importada. Pero lo echaron. Con todo, durante su gestión se incrementó la producción nacional: 39 películas en 1973 y 40 en 1974.

Durante la gestión de Soffici se inició la preproducción de grandes películas como La Patagonia rebelde de Héctor Olivera, Quebracho de Ricardo Wüllicher, La Raulito de Lautaro Murúa y La tregua de Sergio Renán, que competiría por el Oscar a mejor película extranjera.

Pero todo este clima de libertad y creatividad se terminó al asumir la presidencia María Estela Martínez de Perón a raíz de la muerte de Juan Domingo Perón, el 1º de julio de 1974. Eran los tiempos del recalcitrante anticomunismo del “Brujo” José López Rega, que dominaba a la presidenta, Isabelita. En ese marco, Soffici se enteró que había dejado de ser director del Instituto Nacional de Cinematografía a través de la prensa.

La vida de Mario Soffici se apagó el martes 10 de mayo de 1977, días antes de cumplir los 77 años.