La «normalización» de precios encarada por el Ministerio de Energía desde la asunción del Ejecutivo nacional ha impactado y modificado algunos hábitos de consumo de las familias argentinas.

Según datos estadísticos del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, una familia tipo que en diciembre de 2015 pagó $54,87 de gas, en octubre de 2017 debió desembolsar $181,97. Más de un 300% de aumento.

Respecto a la luz, el monto pagado por un grupo familiar «tipo» al asumir el gobierno era $31,98 (vale aclarar que en Caba la energía estaba más subsidiada, en Santa Fe, la Epe no tenía tarifas tan «atrasadas») y en octubre pagó $217.

El consumo de agua, en tanto, facturaba $88,45 en diciembre de 2015, mientras que la última boleta marcó $416,44. Aumento superior al %500.

Por último, si en promedio una familia tipo (pareja con dos hijos) gastaba en transporte alrededor de $237 para finales de 2015, en octubre último erogó $431.

De este modo, con salarios que no siempre le ganaron a la inflación (que sigue marcando números altos) los consumidores se vieron obligados a ajustar o redirigir sus gastos para afrontar los incrementos tarifarios.

Esto, además de influir en cada economía familiar, tiene un impacto en el consumo, que si bien se recuperó este año, sigue sin recuperar los niveles de años anteriores.

Esa relación despierta inquinas hacia adentro del (fragmentado) equipo económico macrista. Mientras Federico Sturzenegger, desde el Banco Central, aspira pesos del mercado vía Lebac buscando bajar la inflación, Aranguren despliega su cuadro de aumentos empujándola. Dujovne observa desde el Ministerio de Hacienda, seguramente esperando una reactivación más auspiciosa del consumo.

El ministro, esta semana, reconoció que los esfuerzos por bajar la inflación “no están dando los resultados esperados”.