Hace 35 años, el 18 de enero de 1983, cuando se avecinaba el fin del “Proceso” cívico-militar instaurado en 1976 que dio lugar a la llegada a la presidencia de Raúl Alfonsín, otro radical, Arturo Umberto Illia, tío bisabuelo de la actual vicepresidente, Gabriela Michetti, que también sucediera a un gobierno de facto en 1963, veinte años antes, concluyó su vida durante la cual desempeñó numerosas funciones siempre en representación de la Unión Cívica Radical (UCR).

Nacido en Pergamino, provincia de Buenos Aires, el 4 de agosto de 1900, hijo de inmigrantes lombardos, cursó allí sus estudios primarios pero pronto se trasladó a la hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires donde desarrolló los correspondientes al nivel secundario y luego, en la Universidad de Buenos Aires, donde cursó la carrera de medicina, durante la cual trabajó como practicante, hasta recibirse en 1927, en el Hospital San Juan de Dios de La Plata.

Pero fue 1928 el año clave en su vida cuando tuvo la oportunidad de entrevistarse con el recién reasumido presidente Juan Hipólito Yrigoyen a quien le ofreció sus servicios profesionales recibiendo la propuesta de desempeñarse como médico ferroviario para lo cual había disponibilidades en numerosas ciudades entre las cuales Illia eligió Cruz del Eje, en la provincia de Córdoba, lugar donde desarrolló toda su intensa actividad política que lo llevó a la presidencia en 1963 llevando como compañero de fórmula al entrerriano Carlos Humberto Perette.

Precisamente en representación de Cruz del Eje desempeñó su primer cargo público, el de senador provincial, entre 1936 y 1940, tras lo cual, entre 1940 y 1943, fue vicegobernador cordobés durante el gobierno de Santiago Horacio del Castillo.

Posteriormente diputado nacional entre 1948 y 1952 y en 1962 resultó electo gobernador, pero no pudo asumir a raíz del golpe que ese año derribara al entonces presidente Arturo Frondizi y estableciera el gobierno de facto de José María Guido.

Fue esa victoria en Córdoba la única realmente importante de la entonces Unión Cívica Radical del Pueblo lo que determinó a la dirigencia partidaria a nominarlo para la presidencia en las elecciones de 1963 en las que se ubicó por delante de Oscar Alende de la Unión Cívica Radical Intransigente, dejando tercero al teniente general Pedro Eugenio Aramburu, candidato de la oficialista Unión del Pueblo Argentino y del Partido Demócrata Progresista y al resto de los postulantes entre los que se encontraba el socialista Alfredo Lorenzo Palacios.

Pero Illia no alcanzó la mayoría en el Colegio Electoral, que era el decisor final en la materia en tiempos en que no existía el sufragio directo, por lo que debió apelar al apoyo del Partido Demócrata Cristiano y los ya no existentes Partido Socialista Democrático, Federación Nacional de Partidos de Centro y Confederación de Partidos Provinciales y hasta el voto de tres electores de la UCRI.

Al asumir la presidencia se encontró con la fuerte oposición del entonces proscripto peronismo y ante la responsabilidad de cumplir con sus importantes promesas electorales entre las cuales se destacaba la anulación de los contratos petroleros que Frondizi había concertado con importantes compañías extranjeras dejando de lado las políticas nacionalistas en la materia desarrolladas a partir de 1923 con la creación de YPF por el entonces presidente radical Marcelo Torcuato de Alvear y sus sucesores.

Rápidamente puso en marcha el proceso de anulación a partir de la declarada ilegalidad de muchos de ellos, a pesar de lo cual se abonaron 200 millones de dólares estadounidenses (unos US$ 7.000 millones a valores actuales) lo cual no impidió el cuestionamiento de los sectores políticos y económicos opuestos a esa decisión lo que llevó, en su momento, a que ante la dureza de sus planteos, Illia expulsase de la Residencia de Olivos al embajador de los Estados Unidos, Robert McClintock, quien se había convertido en un vocero de las empresas por encima de la postura del presidente John Fitzgerald Kennedy.

Otras cuestiones centrales fueron las decisivas leyes de Medicamentos y de Salario Mínimo, Vital y Móvil, los cambios generados en materia educativa y la posición adoptada en materia internacional sobre todo al avalar la invasión de los Estados Unidos a la República Dominicana pero luego, ante las enormes manifestaciones contra la misma que dieron lugar a alguna muerte, hubo un cambio y no se enviaron las tropas prometidas.

La Ley del Salario Mínimo, Vital y Móvil, al igual que la Ley de Abastecimiento, apuntaron a asegurar una retribución básica a los trabajadores, sobre todo para atender a los que tenían niveles más bajos, al igual que en el caso de los jubilados y pensionados para lo cual también se estableció la “canasta familiar”, algo similar a los actuales “precios cuidados”.

En materia educativa, la gestión Illia dio lugar a los mayores porcentajes destinados en la materia en el Presupuesto Nacional que incrementó rápidamente apenas asumido y así se llegó al 12 por ciento en el mismo 1963 para pasar al 17 en 1964 y al 23 en 1965, para algunos el nivel más alto en la historia argentina, que luego fue decayendo rápidamente hasta llegar en algún momento a sólo el 3%, mientras otros que estudiaron el tema señalaron que el máximo, algo por encima del 25% se registró durante la primera etapa de la gestión Alfonsín.

La otra cuestión clave fue la luego olvidada Ley de Medicamentos, impulsada por el ministro de Asistencia Social y Salud Pública, el salteño Arturo Oñativia, quien hizo que los mismos tuviesen el contenido de bien social lo que impedía el libro manejo de sus precios, lo cual fue complementado, a instancias del mismo Oñativia con la Ley de Reforma del Sistema Hospitalario Nacional y de Hospitales de la Comunidad y con la creación del Servicio Nacional de Agua Potable.

Aún en medio de una dura oposición mayoritaria que se manifestaba en los reclamos públicos, en las críticas de correligionarios como el historiador Félix Luna, en la persecución a sectores de izquierda como el Partido Comunista, en su confrontación con la CGT y en el resultado de las elecciones parlamentarias de 1965, donde la UCR obtuvo sólo el 28,48 por ciento de los votos un punto menos que el peronismo vestido como Unión Popular, Illia mantenía una cordial relación personal no sólo con grandes personalidades locales y visitantes como el presidente francés Charles De Gaulle sino con los ciudadanos de a pie que transitaban durante los mediodías la Plaza de Mayo donde Illia solía sentarse en algún banco a tomar sol.

El 29 de junio de 1966 fue derrocado por un golpe militar encabezado por el teniente general Juan Carlos Onganía tras lo cual abandonó la Casa Rosada en un taxi y se instaló en la casa de su hermano en la localidad bonaerense de Martínez, para luego radicarse definitivamente en Cruz de Eje donde, al haber renunciado a la pensión de Presidente, consecuente con su tradicional austeridad, volvió a ejercer la medicina y luego atendió la panadería de un amigo, tarea en la que lo sorprendió la muerte, siendo sus restos trasladados al Cementerio de la Recoleta, en la Ciudad de Buenos Aires, donde hoy se encuentran.