Por Candi

-Si lo que transcurriese  fuese solo el tiempo, mi querido Inocencio, no nos afectaría, no significaría nada.

-¿Ah no? ¿Así que usted cree que el tiempo no significa nada?

-Por supuesto que no. Como ya lo sabe usted, yo creo que el tiempo no existe sino en la mente del hombre. Así que solo es una medida humana con la que se mide otra cosa.

-¿Qué cosa?

-Lo que tarda un objeto o un ser  en movimiento de pasar de un lugar a otro, de un estado a otro. Así que lo que en realidad pasa es eso. En el caso de los seres vivientes, lo que pasa es la existencia, es la vida. Y eso es lo que tiene importancia, Inocencio, ¡pasa la vida!

-Tiene usted razón.

-Y pasa, amigo mío, sin posibilidades de rebobinar, de retrotraer las circunstancias, los momentos, los sucesos. Por eso volvamos a recordar aquello de Horacio: ¡Carpe Diem! vive el hoy.

-No te fíes del mañana

-Asi es. El ser humano contrariamente con lo que sucede con cualquier animal, puede comprender, si reflexiona, que para él solo existe un momento, un tiempo: el presente. El pasado fue, ya no existe. Y el futuro no ha llegado ¿y quién sabe si llegará? Lo único cierto es el presente; es este mismo momento en el que  el autor de esta columna escribe el guión que nosotros repetimos. Lo único cierto es este momento en el que el lector nos lee (si es que nos lee). Todo lo demás de nuestras vidas ya no existe más, o por lo menos no existe en el plano que nosotros estamos, en esta dimensión.

-¿Y ese pensamiento que proviene de los existencialistas europeos que cobró más vigencia luego de la Segunda Guerra, a qué viene?

-No es un pensamiento post guerra en realidad, es un pensamiento de siempre y es muy cierto. Y viene a que debemos pensar seriamente en que la vida no puede ser malgastada.

-¿En vanas preocupaciones, en absurdas e injustificables angustias, en acciones dañinas?

-Y no solo eso, sino en comprender que no se puede ser neutral, no se puede ser tibio en la vida, no se puede ser gris. A los tibios Dios los vomita de su boca y el diablo los rechaza del infierno. El destino de los tibios es la nada ahora y después.

-¿Después?

-No hablemos de eso ahora. Solo  tratemos el presente, este aquí ahora,  este plano de existencia.

-¿Cómo se debe vivir entonces?

-Haciendo para ser plenamente.

-¿Plenamente? ¿En el orden espiritual?

-Claro que no solo en el aspecto espiritual, sino también en el aspecto material e intelectual. Una copa de vino bebida en el momento adecuado y en la medida correcta agrada a Dios tanto como una oración genuina, como una poesía o como el amor consumado.

-¡Vaya! “Una copa de vino bebida en el momento adecuado y en la medida correcta agrada a Dios tanto como una oración genuina, como una poesía o como el amor consumado”. Lo he comprendido, no me diga usted más nada y ¡Carpe Diem, Candi!