El grupo islamista que desde hace tres semanas bloqueaba el principal acceso a la capital, Islamabad, anunció este lunes el fin de la protesta, tras obtener su principal reivindicación, la dimisión del ministro de Justicia.

«En base a la garantía del jefe de las Fuerzas Armadas, llamamos al fin del bloqueo», dijo Khadim Hussain Rizvi a unos 2.000 militantes que desde el 6 de noviembre bloqueaban un puente de carretera en la principal vía de entrada en Islamabad.

«Nos hemos reunido con representantes de las Fuerzas Armadas que nos garantizaron que cumplirán con todas nuestras reivindicaciones», agregó el líder de la protesta.

Sin embargo, la dispersión debía tardar aún unas 12 horas, el tiempo necesario para que los manifestantes recuperen sus cosas, precisó este molá de larga barba gris, vestido con el traje tradicional.

El anuncio tuvo lugar poco después de que se conociera la renuncia del ministro de Justicia, Zahid Hamid, una de las principales reivindicaciones de la protesta organizada por este grupo religioso poco conocido, Tehreek-i-Labaik Yah Rasool Allah Pakistan (TLYRAP).

Según la agencia de noticias APP, que anunció la dimisión, el ministro había tomado la decisión «voluntariamente para poner fin a la situación de crisis en el país» y estaría preparando una comparecencia para explicar los detalles.

De momento, no se pudo obtener ninguna reacción oficial.

Ley contra la blasfemia

Los manifestantes ocupaban desde hacía tres semanas un puente estratégico en la principal autopista que une Islamabad con las aglomeración vecina de Rawalpindi, en detrimento de las decenas de miles de personas que cada día se veían bloqueadas en el tráfico durante horas en su trayecto al trabajo.

Tras varias semanas de negociaciones infructuosas, las fuerzas de seguridad fracasaron en su intento de desalojar el lugar recurriendo a gases lacrimógenos el sábado, en una operación que dejó 7 muertos y más de 200 heridos.

La operación policial causó una oleada de protestas en otras ciudades del país. El domingo, se contabilizaron unos 8.000 manifestantes en Karachi y Lahore, las dos mayores ciudades del país. Son cifras pequeñas a la escala de Pakistán, pero que no cesaban de crecer.

El origen de la protesta de los islamista fue una enmienda que moficaba la formulación del juramento pronunciado por los candidatos a las elecciones, en el que reconocen que Mahoma es el último profeta.

Los fundamentalistas del TLYRAP vieron en ella un intento de modificar la muy controvertida ley sobre la blasfemia para permitir prestar juramento a los Ahmadis, una secta musulmana no reconocida oficialmente. Los Ahmadis, perseguidos durante mucho tiempo, creen que Mahona no es el último de los profetas.

El poderoso ejército paquistaní, al que el gobierno había llamado el sábado por la tarde en refuerzo para ayudar a las autoridades a «mantener el orden» en Islamabad, parece haber preferido implicarse en las negociaciones con los manifestantes.

Esta crisis se produce en un momento difícil para el poder civil, pocos meses después de la caída por corrupción del primer ministro Nawaz Sharif, y antes de las elecciones legislativas de 2018 que se anuncian inciertas.

El actual gobierno, liderado por un fiel a Sharif, Shahid Khaqan Abbasi, es criticado desde hace varios días por su lentitud y torpeza en la gestión de la crisis, considerada como una muestra de debilidad frente a unos movimientos islamistas en pleno auge.