Las importaciones de crudo entre enero y mayo de 2017 cuadruplicaron las de igual período de 2015. El incremento fue del 326%. Ahora bien, actualizando a junio de 2017 se observa una agudización de la diferencia en relación al primer semestre de 2015: 358%.

La cifra es escandalosa por cuatro motivos:
1) Su magnitud en el marco de una economía absolutamente deprimida y que no levanta cabeza;
2) Los mayores ingresos para las petroleras (tarifazo del gas) combinados con menores costos (flexibilización laboral) y sendos beneficios (reapertura exportadora para el gas y eliminación de retenciones a las exportaciones);
3) La irrefrenable caída en la producción doméstica de petróleo, sobre todo el refinable (precisamente el que debemos importar); y
4) Durante la campaña presidencial de 2015 quienes hoy administran el país prometieron combatirían el déficit de la balanza comercial energética incrementando los niveles de producción gracias a una lluvia de inversiones.

Pero, como se señala en el título, la gestión Macri en apenas un año y medio importó el 90% del total de petróleo importado entre 2008 y 2015. O si se prefiere, el 50% de lo importado en los 12 años de kirchnerismo. ¿Qué lógica es capaz de albergar semejantes resultados? La lógica de una anarquía de mercado de dimensiones nunca vistas.

La importación de crudo en 2016 fue un 215% superior a 2015, esto es, se triplicó. Ahora bien, para tomar conciencia de los niveles de importación promovidos por el macrismo, comencemos por afirmar que lo importado entre enero y junio de 2017 es un 54% más a lo importado durante todo 2015.

Al analizar por empresas y para los últimos tres semestres, se observa que el primero de 2017 registró un 46% más de importaciones por parte de las empresas del sector refinación que igual período de 2016. La diferencia con el primer semestre de 2015 es del 358%. Sin entrar en mucho detalle, una muestra de la anarquía imperante: YPF importa crudo en paralelo al desplome de su producción (y de la producción nacional).

Finalmente, dos comparaciones con la «pesada herencia» que tanto gusta al oficialismo. La primera: los volúmenes de petróleo importados durante los dos primeros semestres de gestión Cambiemos son superiores en un 110% al crudo importado para todos los primeros semestres de los dos mandatos de Cristina de Kirchner. 

En paralelo, cabe recordar siempre, el insólito desplome de la producción doméstica de crudo refinable (la producción de la Cuenca Neuquina cayó respecto de 2015 un 7,3% comparando primeros cuatro meses de 2017, mientras que la producción de la Cuenca del Golfo San Jorge un 10,6%).

La segunda comparación: los volúmenes de petróleo importados en 1 año y medio de macrismo totalizan el 90% del crudo importado entre 2008 y 2015, y el 50% de las importaciones de petróleo realizadas a lo largo de los tres gobiernos kirchneristas.

Los drásticos cambios que la administración nacional está operando en el mercado de los combustibles, multiplicarán aún más las ya siderales rentabilidades de las empresas, por supuesto, a costa del interés ciudadano y la seguridad energética y económica del país. Y mientras se profundizan estos cambios, en el país con los precios del gas en boca de pozo más altos del mundo y una de las tres primeras reservas de crudo y gas insólitamente en declinación, por medio de un irrefrenable e injustificado ascenso en los precios de los combustibles (y su próxima liberación al precio internacional) se obliga a la ciudadanía a subsidiar crecientes e innecesarias importaciones de petróleo extranjero, fundamentalmente nigeriano. ¿Por qué los argentinos y las argentinas debemos priorizar a los trabajadores petroleros del país africano en lugar de a nuestros propios compatriotas, encima flexibilizados?