Por Federico Vega

La obra del padre Santidrián sigue vigente. El Hogar Josefina Bakhita Rosario, popularmente conocido como el crotario, viene funcionando en los galpones de la Estación Rosario Central desde hace más de veinte años dando un hogar a personas adultas en situación de calle.

Espera desde hace unos años la ayuda del Estado para que el espacio que funciona en los viejos galpones del ferrocarril pueda ser relocalizado y así poder brindar una vivienda digna a aquellas personas que más lo necesitan.

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El nombre Josefina Bakhita proviene de una monja que se destacó no sólo por su piedad y su amor a Cristo y la Eucaristía, sino también por su servicio social por los más pobres y desamparados, por lo que fue llamada La Madre Moretta (la madre morena). Bakhita, nacida en Sudán, fue comprada como esclava por un diplomático italiano con la idea de devolverle su libertad. Cuando el diplomático regresó a su país, Bakhita decidió acompañarlo, y llegando a Génova comenzó su camino en la Congregación de Hijas de La Caridad de Santa Magdalena de Canossa (Canosianas) de Venecia.

El camino

Los galpones del ferrocarril fueron quedando vacíos a fuerza de las medidas implementadas durante los años 90. Muchas fábricas cerradas y miles de hogares destruidos fueron expulsando a muchos hombres y mujeres a la dura vida en la calle.

El padre Santidrián, quien venía trabajando dese el año 1976 en la misión de buscar un hogar a niños sin techo y sin familia, puso manos a la obra. El Hogar Josefina Bakhita nació de este impulso, y las gestiones con la municipalidad de la ciudad lograron que se cediera uno de los galpones del ferrocarril de la Estación Rosario Norte.

En aquellos primeros años el hogar supo dar abrigo a 30 personas, hoy son algo más de 10 los que allí viven. El proyecto desde sus inicios buscó generar un modelo de hogar donde los protagonistas sean los que allí viven, un modelo de autogestión de los sin techo.

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Sergio, que supo vivir diez años en el hogar, refiere en diálogo con Conclusión que en esos inicios no estaban los modernos edificios y la gente del hogar tenía todo ese espacio para circular y llegar al río, Navidad y Fin de Año las pasaban bajo el techo de la estación donde una gran mesa era el centro de reunión para esa familia. Ahora una reja limita el acceso hacia esos lugares.

Héctor, un integrante del Hogar, es el que lleva más tiempo viviendo allí. “Hace 20 años que vivo acá y he visto pasar mucha gente”, dice en charla con Conclusión. Una historia que se repite es la del desempleo como motivo de la llegada al hogar. Y recuerda: “Yo era chofer de los tranvías, de los viejos troles de los cuales quedó sólo la línea K, pero quedé sin trabajo y vine acá por tres meses, todavía estoy, van 20 años, no son nada”. Hector ríe de la burla del destino, de esos tres meses que se hicieron veinte años.

Un uruguayo que vino de Buenos Aires en 2009 cuenta: “Allá me iba acostumbrando a ver gente muerta y aunque uno no quiera se acostumbra, un día dije basta y llegue a Rosario y acá estoy”.

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“Pasé 5 días durmiendo en la calle, intentando dormir digamos, y en eso me encontré en la parroquia San Patricio con el padre Tomás y me trajo acá”, dice Carlos, quien cuenta que el Padre Tomás no preguntaba más que el nombre y eso bastaba para ser ayudado.

Presente

Desde hace unos años la situación del hogar se viene deteriorando, pues los galpones vecinos se ocuparon por familias y jóvenes, el flagelo de la adicción ha llevado a que la convivencia se vaya resintiendo. Los que viven en el hogar, atienden sus tareas, hay algunos que tienen sus empleos, sus rebusques, otros cobran alguna pensión o jubilación y con esto sostienen los gastos. Antes de morir, Santidrián pidió a los integrantes de la comisión de los Hogares de Protección al Menor (Hoprome) que siguieran su tarea de ayuda al hogar Josefina Bakhita y eso es lo que hacen, tomando a su cargo la misión de la ayuda, sobre todo en alimentos y gestiones de salud siempre tan necesarias.

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Frente a las dificultades los colaboradores del hogar hacen especial hincapié en la necesidad de un nuevo espacio, una nuevo hogar donde la idea inicial de autogestión y dignidad pueda ser llevada a cabo. El proyecto está presentado, con planos y todo lo necesario, hace falta ahora que los organismos del Estado que corresponden ayuden a que el hogar siga siendo posible.

Padre Tomás Santidrián

El padre Tómas Santidrián fue párroco de la Parroquia San Antonio de Padua (Barrio Belgrano). Y de 1990 a 2011, párroco y capellán en el colegio San Patricio de Rosario. Comprometido con el sufrimiento de sus hermanos, brindo su ayuda y testimonio trabajando en la concreción de dos proyectos, el primero que atendiera a los menores en situación de calle y por otro en la creación de un hogar para adultos mayores.

Santidrian

Decía el párroco sobre las personas a las que le dedicó su tiempo y su amor: “Viven la discriminación no sólo ambiental, sino vital, porque afecta a lo profundo y más íntimo de su existencia, en lo que es el desarrollo del ser humano”.

Convencido de que la institucionalización de los menores no era la mejor manera de ayudarlos, las instituciones no podían sustituir a la familia. Fundó en el año 1976 los Hogares de Protección al Menor (Hoprome) con otra lógica.

Buscó una alternativa y el proyecto comenzó en una pequeña casa, cedida por las religiosas del Colegio «Nuestra Señora de Los Ángeles», donde secundado por algunas personas comprometidas con el Evangelio y con la vida, dio albergue a los tres primeros protegidos, procedentes de la Policía de Menores de Rosario.

 

Hogares de Protección al Menor

Cada “hogarcito” está constituido por un matrimonio, a veces con sus propios hijos, o dos señoras (en el caso de hogar de niñas) que tiene a su cuidado de un grupo de hasta ocho niños. El mayor esfuerzo está dirigido a producir un ambiente de verdadera familia.

Las edades de los chicos, de ambos sexos, oscilan entre 6 y 18 años. Todos ayudan en las tareas cotidianas, concurren a las escuelas del barrio en los distintos niveles; asisten a cursos extraescolares, algunos municipales y también a talleres propios de la institución.

La institución cubre absolutamente todas las necesidades de cada hogar entre otras: vianda diaria de todas las comidas, gastos y servicios de la casa, elementos de limpieza e higiene personal, útiles escolares, vestimenta, electrodomésticos y equipamiento completo de la casa.

Hoprome también gestiona una escuela primaria, la Madre Teresa de Calcuta Nº 1463 que funciona en la calle Zeballos 3340.

Hogares de Protección al Menor