La industria, al menos en su mayoría de ramas, viene sobrellevando con pesar los avatares del cambio de modelo económico y la larga espera por la reactivación. El sector editorial/gráfico no escapa a esa realidad decepcionante.

Un informe publicado por el Centro de Economía Política Argentina (Cepa) y que replica el diario Pagina12,  elaborado en base a datos del Indec, revela que entre enero y mayo de este año, la importación de libros demandó 47,6 millones de dólares, un 44,3 por ciento más que en el mismo período de 2016.

Si se tiene en cuenta que el año pasado los indicadores ya eran malos, la comparación resulta realmente magra para las pequeñas y medianas editoriales y en la industria gráfica. Si se extiende la comparación a 2015, respecto a esos primeros cinco meses, la importación aumentó en 2017 un 120 por ciento.

Debido a la implementación de controles por parte del gobierno anterior a la importación (resolución 453/2010), la compra de libros impresos en el extranjero había bajado entre 2011 y 2015 de 117,3 a 40,3 millones. La consecuencia, naturalmente, fue la recuperación de la industria nacional de libros. En 2010 se editaron 60,1 millones y en 2014 la producción se elevó a 128,9 millones. La cifra se redujo a 83,5 millones en 2015 y con el ingreso de importaciones que dispuso la administración de Mauricio Macri en 2016 la cantidad editada volvió a caer a 62,6 millones, un 25 por ciento menos que en 2015 y un 36,6 según datos de la Cámara Argentina del Libro. Sumado a esto, el año pasado la cantidad de empresas editoriales orbitan en el mercado argentino se redujo de 341 a 208, un 18 por ciento. Asimismo, en 2016 las importaciones crecieron un 94,8 por ciento.

Según consigna el matutino porteño, el informe de Cepa dice que “resulta coherente con la conformación del gabinete del gobierno de Macri, donde no hay representantes de la industria de la producción de libros, aunque sí los hay de las editoriales, como Pablo Avelluto (ministro de Cultura), que proviene de Planeta y Random House, las cuales junto con Penguin tienen el 50 por ciento del mercado en Argentina”. Además, advierte que el jefe de gabinete del Ministerio de Producción, Ignacio Pérez Riba, es el hijo de Diego Pérez Santisteban, titular de la Cámara de Importadores de la Argentina.

Cierre y despidos

Los trabajadores de la gráfica Fangraf, del barrio porteño de Floresta, se desayunaron este lunes con la noticia del cierre de la empresa cuando arribaron al lugar para presentarse a trabajar.

Denuncian que los dueños cerraron la empresa sin previo aviso y dejaron a los 25 trabajadores en la calle. El modus operandi recuerda al que se observó la semana pasada en Vicente López, por parte de la empresa multinacional PepsiCo, donde el número de “sorprendidos en puerta” ascendió a 600.

“Llegamos y nos encontramos con las puertas cerradas. El encargado quiso abrir como todos los días, pero no pudo. Cambiaron la cerradura”, contó Laura, una de las trabajadoras de Fangraf, en declaraciones a la radio AM 750. Según contó la trabajadora, hasta el viernes la gráfica funcionó normalmente.

Según el relato de los operarios, la empresa tenía problemas financieros. “Ya venían mal desde el año pasado, cuando no nos terminaron de pagar el aguinaldo. Ya pasamos malas épocas como en el 2001 y nunca vivimos nada como esto”, sostuvo Beatriz, con 25 años de antigüedad en la Fangraf.

“Nadie se comunicó con nosotros, nadie nos dice nada. El jefe no da la cara”, añadió Laura.