Dijo Bauza: «Me chupa un huevo lo que dicen» y afirmó De Felippe: «Tengo las bolas llenas», dos frases que exhiben la cruda realidad futbolística de Central y Newell’s, en el desprestigiado torneo de primera división.

Los entrenadores de vasta experiencia buscan el impacto, mostrarse duros, defendiendo a capa y espada su trabajo. Pero ¿hasta qué punto habrá enojo con la prensa y cuál será el límite de la estrategia comunicacional, en tiempos donde no abundan los elogios de los hinchas?.

Los números en la Superliga y la incómoda situación en la tabla del miedo (heredada por ambos entrenadores), preocupan a los hinchas que se expresan por las redes sociales al término de cada partido, con suma dureza por el mal juego que exhiben los equipos rosarinos.

En Central, el Patón tiene un poco más de respaldo, tras la victoria en el clásico y la ilusión intacta de llegar a la final de la Copa Argentina.

Aún así, la falta de triunfos y un juego que no convence en la Superliga, sostenido en la pelota parada, molesta en la comunidad canalla que lo mira con cierta desconfianza.

Además, Bauza es poco autocrítico y siempre tiene un salvavidas para zafar del momento. Por ejemplo, el flojo arbitraje de Rapallini del domingo pasado, le dio pie al técnico para atribuirle la responsabilidad de que su equipo no ganó por un penal no sancionado.

El caso de De Felippe es acaso más complejo, porque con poco se aferra al puesto. Desde el punto de vista resultadista, si fuera un DT con menos experiencia, ya se habría ido del equipo del parque. Perder un clásico y caer de visitante tan seguido, sería final de ciclo asegurado.

Sin embargo, el entrenador bonaerense confía en que puede mejorar a Newell’s en todos los aspectos, como ayudar a los pibes en su crecimiento dentro de la cancha. Pero también siente que es perjudicado por los hombres de negro, un clásico reclamo que siempre sirve para justificar la derrota.

Bauza y De Felippe, con muchos kilómetros recorridos en el fútbol, saben qué decir, cuando decirlo y cómo decirlo para disimular los errores que se cometen y que significan menos puntos y más angustia.

Pero es innegable que más allá de las palabras de los técnicos, Central y Newell’s están recorriendo un camino peligroso que deben modificar a tiempo, porque con la experiencia no alcanza y para alejarse de fantasmas indeseables, se necesitan mejores rendimientos.

También es cierto que no todo es responsabilidad de los conductores, porque el bajo nivel de los jugadores y cierta incoherencia en los proyectos dirigenciales, alimentan un futuro incierto.

Lejos quedó en el tiempo, la parsimonia de Don Ángel (el técnico que ganó todo con Central), para contestar en una entrevista, o el espíritu campechano del Piojo Yudica que armó uno de los mejores Newell’s de la historia.

Es cierto que eran otros tiempos y que el fútbol era otra cosa.