La adiestradora de perros noruega Turid Rugaas plasmó su experiencia en el libro “Señales de calma”, que enseña a comunicarse con el animal. Para eso hay que conocer qué no se debe hacer con el perro, aunque uno piense que le gusta.

-Poner un palo en alto para que salte

“Saltar en vertical puede causar lesiones en el perro, porque carga todo su peso solo en las patas traseras, una y otra vez, cada vez que cae», dicen el adiestrador canino Ricardo Antón, autor del exitoso blog Educando a mi perro. Y añade: «Si se hace un juego así, que sea siempre en paralelo a la tierra. Y, desde luego, que pueda alcanzar el palo».

-Acariciarlo cuando tiene miedo

Una de las situaciones más cotidianas es cuando hay petardos o fuegos artificiales en fiestas. «Si hay una tormenta o petardazos, abrazar o acariciar a tu perro no le quita el miedo: se lo refuerza», dicen en la agencia de educadores caninos Voran. «Les da la impresión de que realmente está pasando algo terrible, que hay motivos para preocuparse. Lo mejor es que aparentemos normalidad”.

-Tirarle la pelota muchas veces

«En la Naturaleza, una manada de lobos o de perros salvajes recorren largas distancias a lo largo del día en busca de alimento. Y en este ejercicio que hacen no hay nada de excitación y ansiedad. Todo lo contrario de lo que nosotros fomentamos en nuestros perros, a través de juegos que les excitan y les crean ansiedades».

La clave está en que el dueño controle los tiempos, para evitar que el perro caiga en un momento de ansiedad. Decidir cuándo se deja de lanzar el objeto, o no hacerlo nunca si el perro ladra para que lo hagas, es una de las claves.

-Abrazarlo

Cuando abrazás a tu perro, le estás quitando su espacio. Y eso no le gusta. Stanley Coren, del departamento de Psicología de la Universidad de British Columbia, hizo un estudio al respecto. Y sacó algunas pautas para percibir si a un perro le molesta o le crea ansiedad que le abracen: algunas de ellas son que giren la cabeza, que baje las orejas o que desvíe los ojos hacia afuera.

-Premiarlo  demasiado

«Los premios comestibles, como huesos o galletitas, son una herramienta de aprendizaje motivadora, que pueden ayudarle a relajarse y a estar más pendiente de nosotros», afirma la etóloga Karen Overall, experta en comportamiento canino.

Los educadores de Voran, sin embargo, advierten del riesgo de sobrepremiarlos: «Pueden volverse egoístas, y dejar de hacer algo que antes realizaban por sí mismos, sencillamente porque no hay premio. Y cuando no lo hay, porque no siempre lo puede haber, eso a la larga les crea frustración y ansiedad».