El Glaucus Atlánticus, también conocido como dragón azul,  es una especie de babosa marina, nudibranquio y molusco. Tiene un tamaño de entre 3 y 6 centímetros de largo.

Su cuerpo, alargado y aplanado, tiene seis apéndices (lo que para nosotros serían manos o pies) que se ramifican, para darle un aspecto de ser espacial.

El dragón azul se pasa la vida boca abajo, flotando sobre la superficie del mar gracias a una bolsa de gas que tiene en la barriga.  Además tiene un hidroesqueleto, es decir,  un líquido que soporta su cavidad corporal.

Como su espalda es de color azul plateado, se camufla en el mar y esto impide que se convierta en alimentos de distintas aves que sobrevuelan los océanos.

Por debajo, en la zona ventral, es de color pálido, lo que hace que también se camufle y no sea visto por los peces que podrían ser sus depredadores.

Este especial animal puede encontrarse en aguas cálidas y tropicales.

El Glaucus Atlánticus se alimenta de microorganismos y algunas especies de caracoles y medusas, pero cuando no tiene comida cerca se come a los de su propia especie.

Desde que fue descubierto los científicos estudiaron a este animal marino por su singular belleza, pero a pesar de su apariencia, es altamente venenoso pero otros seres que viven en el océano.

Al ser humano sólo le produce una ligera urticaria, pero su veneno es letal para otras especies de menor tamaño.

Al veneno lo extrae de su principal alimento que son los hidrozoos, de quienes se come principalmente los tentáculos, o de las velellas de mar. El dragón azul no solo depreda a estas especies si no que les “roba” su veneno.

El Glaucus Atlánticus es hermafrodita, tiene órganos reproductivos femeninos y masculinos, pero no puede autofecundarse. Cada uno pondrá entre 10 y 36 huevos en forma de rosario o cuerda. Los huevos son abandonados a la deriva en el mar o colocados en restos de organismos que hayan sido alimento de sus progenitores.