Cada año, el gobierno canadiense permite que los cazadores de foca disparen y aplasten hasta la muerte a decenas de miles de focas. A veces, se necesita más de un golpe en la cabeza para que una foca muera. Y a menudo, se les deja morir lenta y dolorosamente en el hielo.

Esta crueldad continúa, a pesar de que todos los mercados principales han prohibido las importaciones de pieles de foca, incluidos Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia.

El primer ministro canadiense, Justin Trudeau ha abordado muchos problemas sociales desde que asumió el cargo, y ahora tiene la oportunidad de ayudar a otros que lo necesitan desesperadamente: las focas.