La cotorra argentina durante la década del ´70 y la de Kramer (Psittacula krameri) formaban parte de un lucrativo y legal mercado de importación desde sus países de origen hasta España para convertirse en animales de compañía.

Aproximadamente en 1975, al ser liberadas por sus dueños, comenzaron a verse algunos ejemplares en las copas de los arboles en las inmediaciones de Barcelona.

Debido a su capacidad reproductiva y su gran evolución, hoy por hoy estas aves se cuentan por millones en ese país y se han incluido en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras. De hecho, en la Comunidad de Madrid está previsto un plan para reducir su número y frenar su invasión.

Otro ejemplo es la pitón de Birmania (Python bivittatus), introducida en Florida (EE UU), o la ardilla coreana (Eutamias sibiricus) en Europa central y del este, se añaden a la larga lista de animales exóticos que son transportados desde sus hábitats nativos a hogares humanos, desde los cuales se escapan o son liberados.

Para entender mejor las causas de la propagación de las especies invasoras, Jérôme M. W. Gippet y Cleo Bertelsmeiera, del departamento de Ecología y Evolución de la Universidad de Lausana en Suiza, han realizado un meta-análisis del comercio internacional de mascotas, donde creían que las especies invasoras podían estar sobrerrepresentadas. En total recopilaron datos de 7.522 especies de mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces.

Los resultados, publicados esta semana en la revista PNAS, revelan que el 12,6 % de las mascotas comercializadas son especies invasoras en alguna parte del mundo. Además, el trabajo muestra que son 7,4 veces más frecuentes en este negocio que en el cómputo mundial de especies de vertebrados.

Los científicos llegaron a esta conclusión, ya que analizaron también el caso del comercio emergente de hormigas como mascotas, demasiado reciente para ser responsable aún de cualquier invasión. A pesar de esto, las especies de hormigas invasoras están sobrerrepresentadas en este mercado, lo que corrobora el hecho de que el comercio de mascotas no solo crea oportunidades para las invasiones, sino que favorece a las especies invasoras.

El problema central comienza cuando estas especies son liberadas y se adaptan fácil y rápidamente a nuevos lugares. Según el informe, «tener una especie invasora (o cualquier especie con potencial de invasión) como mascota es peligroso porque, si esta especie se escapa en la naturaleza, y logra sobrevivir y reproducirse, podría impactar negativamente en las especies nativas, el ecosistema, la agricultura o la salud humana».

En el caso de la pitón de Birmania por ejemplo, esta se ha convertido en un «verdadero problema ecológico porque entra en competencia con los depredadores nativos», explicó el ecólogo. La ardilla coreana es, además, vector de muchos parásitos y enfermedades.

Aunque algunos de los más comercializados y más populares en el mercado son la pitón real (Python regius) y el galápago de Florida (Trachemys scripta), existen otras especies que son “muy peligrosas porque hay una gran probabilidad de que vayan invadir otras partes del mundo si la gente las compra como mascotas y luego las deja escaparse (o las libera)”, añadió Gippet.

Dados los resultados del trabajo, los autores exigen una mayor conciencia del riesgo y regulaciones respecto al comercio internacional de especies silvestres como mascotas. “Más vale prevenir que curar”, dijo al portal SINC el investigador.

«Una especie solo puede volverse invasora si es introducida fuera de su distribución natural. Las especies con potencial invasor no deberían ser comercializadas como mascotas», finaliza Gippet, para quien es esencial asegurarse de que las especies vendidas no son invasoras antes de autorizar su comercio.

El informe puede consultarse en  www.pnas.org/content/118/14/e2016337118