Hace exactamente un año moría la elefanta Pelusa tras una lenta agonía. Mucho se habló acerca de este animal que pasó medio siglo encerrado sin convivir con ningún otro de su especie y terminó transformándose en un símbolo de toda esta situación en La Plata. Marcos Gómez es el fotógrafo que pasó los últimos 2 años a su lado y registró a través de su lente el proceso que culminó con el peor final. Esta serie de imágenes fue seleccionada y premiada por la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina -ARGRA- para formar parte de la muestra anual y recorrer el país.

Cuando la elefanta estaba siendo preparada para el traslado, un gran grupo de cuidadores, veterinarios y especialistas estuvo a su lado intentando que aquel viaje a Brasil fuese posible. Gómez fue testigo directo de todo ese proceso. Ahí cerca, de día y de noche. Cuando se anunció que Pelusa iba a ser trasladada, por su tamaño y por ser uno de los personajes más emblemáticos me enfoqué casi exclusivamente en ella y pude observar de cerca todo el trabajo artesanal de sus cuidadores y veterinarios, que pusieron todo para intentar curarle la pata y que pueda viajar para encontrarse con más elefantes, cosa que no había visto en 50 años», contó.

El creador de la agencia fotográfica AGLP pasó varios días a la semana yendo a retratar a la elefanta. Su estado era una incógnita y el planteo sobre su futuro y el del zoo ocupaba encendidos debates incluso en el Concejo Deliberante.

«Cuando el zoo le arma y agranda el recinto, ella salía a pasear por las noches. Ahí los cuidadores me llamaban para que yo pudiera retratarla en la oscuridad. Esos momentos fueron muy emocionantes porque ella logró caminar en un piso mucho más blando. Lo hacía de noche porque era cuando nadie la veía», recordó el fotógrafo, que terminó encariñándose mucho con el animal. «Cuando Pelusa se cayó y quedó tendida, esperábamos que llegue el responsable del santuario de Estados Unidos, que era el especialista y nos podría decir si iba a tener fuerzas para levantarse o no. Yo estuve en el momento en que la revisa y nos comunica a todos que Pelusa estaba en agonía y se estaba muriendo. Nos dijo que no se iba a levantar más, que había decidido morirse ahí. Eso fue tremendo para todos. Cada uno de los que estábamos ahí fuimos a llorar a distintos lugares. Yo me acuerdo que me levanté y me alejé unos metros y cuando estuve solo me largué a llorar», reveló.

«Para los cuidadores fue algo tremendo, después del laburo impresionante que hicieron. No tengo palabras para describirlo. Le ponían horas y dedicación, todo el tiempo. Eso es algo muy destacable», valoró. «Los únicos amigos y familia que Pelusa tenía eran los cuidadores, ellos la acompañaron siempre», repitió quien muchas veces tenía que salir corriendo de su casa o del lugar en el que se encontraba para retratar momentos puntuales en el último tramo de la vida de la elefanta. Es que a Gómez le sonaba el celular de golpe, a veces a medianoche, y tocaba las puertas del zoo con su cámara. «Cuando pasaba algo que pudiera llegar a cambiar las cosas ahí me llamaban. Si tenía mejor la pata, si se levantaba y salía a caminar de noche por el recinto, por ejemplo. A las 10, a las 12 de la noche. Se la veía muy contenta en ese espacio pero muy cansada. Pero al menos pude ver cómo Pelusa pudo disfrutar eso de caminar y estar rozándose con árboles por primera vez», graficó.

EL ÚLTIMO DÍA

Tras más de dos días de agonía y a pesar de los esfuerzos, los veterinarios y cuidadores de Pelusa decidieron darle comienzo aquel 4 de junio al proceso para que la elefanta finalmente muera. La Justicia avaló aquel procedimiento al ver que ya no había más nada que hacer. La elefanta debió ser sedada por los especialistas para evitar un mayor sufrimiento, en el marco de un cuadro irreversible. Según el parte oficial, los chequeos de laboratorio «fueron progresivamente brindando valores negativos». Pocas horas antes del final Pelusa había orinado por última vez y enseguida comenzó a mostrar signos subjetivos de incomodidad que hasta ese momento no se habían visto, por lo que se decidió sedarla. «En horas de la tarde, a pesar de la sedación, continúo con signos de malestar».

«Luego de 60 horas de control y considerando que el cuadro es irreversible y al no tener soluciones alternativas tanto para curar o al menos paliar el cuadro de sufrimiento presente, es que se pide autorización para realizar el mencionado procedimiento al ejemplar», comunicaron. “Este es el resultado de casi 50 años en este espacio que es completamente insuficiente ya que no permitió la estimulación física, psicológica ni emocional”, había afirmado el director del santuario al que iba a ser trasladada Pelusa, un espacio de más de 2.800 hectáreas en el Mato Grosso de Brasil.

Gómez estuvo presente en aquellos minutos finales. «Yo fui el día que todos despidieron a Pelusa y le pusieron un gazebo. El día en que la iban a enterrar me avisaron. Una pala mecánica estaba haciendo el pozo y me dijeron que ese momento tenía que estar retratado. Así me convocaron a despedirla. Era de noche, hacía mucho frío y ahí en ese momento fue cuando les pedí a todos los cuidadores que prendan sus teléfonos y alumbren para hacer unas fotos de esa despedida. A ellos les di las fotos para que las tuvieran y yo mientras tanto las mantuve inéditas para no mostrar ese espacio íntimo, tras una especie de acuerdo con ellos. Pero ya pasó 1 año y me parece que esto también va a servir para que los 50 elefantes que hay en cautiverio en Latinoamérica no corran la misma suerte que Pelusa», reflexionó.

«Esto tiene que ser algo más sencillo, tienen que ser trasladados, no puede ser que estas muertes sean naturales, estos animales no deben morirse así. Mi deseo es que todo esto que pasó con Pelusa sirva para modificar esto y que mi trabajo ayude a reflejar toda esta situación. Ojalá se note que hay mucho sentido común, que los animales están muy bien acompañados por sus cuidadores. Por eso tomé la decisión de mostrar y presentar este trabajo a nivel nacional», concluyó el fotógrafo.

Este trabajo va a estar expuesto en la muestra anual de fotoperiodismo argentino organizada por ARGRA, en el marco de una recorrida por todo el país junto con las mejores fotos periodísticas de 2018.

Fotos: Marcos Gómez – AGLP