Han pasado más de diez años desde que Romeo, una rana acuática de Sehuencas, busca pareja para preservar su especie. Sus musicales llamados no han sido atendidos porque todo hace pensar que es el último ejemplar de esta especie endémica de Bolivia.

Con una edad indeterminada y una esperanza de vida que los biólogos calculan que puede rondar los 15 años, ya no le queda mucho tiempo, si se tiene en cuenta que lleva una década en un acuario del Museo de Historia Natural Alcide d‘Orbigny, de Cochabamba.

«Cuando los biólogos colectaron a Romeo, hace 10 años, sabíamos que la rana de agua de Sehuencas, así como otros anfibios de Bolivia, estaba en problemas, pero no teníamos idea de que no volveríamos a encontrar ni un solo individuo de la especie en todo este tiempo», dice Arturo Muñoz, fundador de la Iniciativa Anfibios de Bolivia.

En el acuario gigante que se le ha construido en el museo de Cochabamba, en un gran contenedor de mercancías, Romeo empezó a llamar en busca de una pareja poco después de llegar allí, pero las llamadas empezaron a disminuir en los últimos años.

Se vale de un llamado musical

Comparado con otras ranas de su género, Muñoz dice que Romeo tiene un llamado de apareamiento especialmente musical, y que ha ayudado a enseñar a biólogos sobre la historia natural de las ranas acuáticas de Sehuencas a través de los años.

Es un anfibio tímido, que suele esconderse bajo las rocas. Solo sale cuando los cuidadores le sirven sus platos preferidos: gusanos de tierra, isópodos y caracoles.

Si no hubiera forma de conseguirle pareja, Muñoz no descarta acudir a la clonación para salvar a este anfibio particularmente amenazado por el cambio climático, la pérdida de hábitat, la introducción de predadores como la trucha en los ríos y sobre todo el hongo quitridio (Batrachochytrium dendrobatidis) culpable de otras extinciones a nivel mundial.